Mohamed Merabet
Presidente de la Plataforma de Solidaridad con los Pueblos del Mediterráneo

El desastre de Annual y el nuevo despertar del Rif

Desde el Rif, territorio de una profunda identidad bereber y mediterránea, se evidencia que las revueltas que sacudieron la región en el 2011 no han muerto. Se evidencia que los pueblos del sur de Mediterráneo quieren ser actores de su historia. Las llamadas revueltas árabes inauguraron el siglo XXI con un componente de sorpresa y de creatividad inéditas en las historias de las revoluciones. Sus consecuencias, todavía inacabadas, son de un interés primordial.

El Rif desde octubre de 2016 es teatro de un enfrentamiento abierto entre manifestantes y todo tipo de cuerpos policiales y militares del régimen. De nuevo un problema social se militariza y se convierte en una cuestión de seguridad, con 20.000 efectivos desplegados y 370 detenidos hasta el momento. Y de nuevo la situación se convierte, en un ciclo que se repite en el territorio durante un siglo de colonialismo y de independencia, en un auténtico rompecabezas para el poder central. Desde que accedió al poder en 1999 Mohamed VI ha intentado imponer un tipo de reconciliación en la región, al estilo de un punto final, integrando a élites locales en la política económica depredadora del Majzen. Las promesas de inversiones y megaproyectos para comprar la paz social se multiplicaron. Pero lejos de buscar soluciones concretas se ha predicado un desarrollismo nefasto y excluyente fortaleciendo el narconegocio, el clientelismo, la corrupción y el incremento de las enormes desigualdades. El Majzen solo quería ganar tiempo.

Las protestas actuales se articulan sobre demandas socioeconómicas y culturales pero tienen un potente mensaje político. A una persistente marginación social y privaciones económicas se une una crisis política que da señales de una fractura profunda que abre el camino de las resistencias locales hacia un despertar regional más amplio. Las luchas se radicalizan, no en el sentido de las consignas, sino más bien en el sentido de una creciente fricción entre esas contradicciones existentes.

Desde el Rif, territorio de una profunda identidad bereber y mediterránea, se evidencia que las revueltas que sacudieron la región en el 2011 no han muerto. Se evidencia que los pueblos del sur de Mediterráneo quieren ser actores de su historia. Las llamadas revueltas árabes inauguraron el siglo XXI con un componente de sorpresa y de creatividad inéditas en las historias de las revoluciones. Sus consecuencias, todavía inacabadas, son de un interés primordial, con sus luces y sus sombras, con sus momentos felices y trágicos, para todos los procesos de cambio que nacen y surgen en esas dinámicas anónimas, colectivas e innovadoras a la hora de abordar las luchas y las reivindicaciones.

En el sur del Mediterráneo se evidencia que el sujeto de la historia son los pueblos. Así lo vivimos en los tiempos de la era colonial y de la independencia, y así lo vivimos ahora. El Rif ha encendido la chispa de una segunda oleada de revueltas y se ha convertido en el epicentro y teatro de esos nuevos tiempos posrevueltas árabes. Son los tiempos de luchar por una segunda descolonización, por descolonizar y democratizar. El Rif grita libertad cuando el Majzen y sus aliados, los enemigos del pueblo, las petromonarquías, la Unión Europea, los gobiernos mafiosos, los inversores y especuladores de la bolsa y la banca... lanzaban las campanas del fin de las revueltas, sembrando nuestros procesos con la desesperación y el islamismo reaccionario, y proclamaban el fin del tiempo para el despertar de los pueblos. El sueño de recuperar e imponer la autoridad del Estado y de las potencias imperialistas dominantes se les escapa de las manos.

En el Rif jamás hubo lealtad al Majzen, ni a España ni a Francia. Ni lealtad ni pacificación. Hubo siempre resistencia y un impulso de desobediencia y de lucha de liberación. La rebelión actual nos abre una ventana para reconstruir nuestro proyecto de emancipación, tomando en cuenta los errores y las limitaciones de los proyectos arabistas, arabo-islamistas, desarrollistas y tercermundistas esbozados por élites e intelectuales que tomaron el relevo del colonialismo en vísperas de las luchas de independencia y que culminaron en despotismo y modernismo dependientes de los polos creados por la guerra fría y por la globalización neoliberal posteriormente.

Las movilizaciones populares del Rif nos invitan también a releer el pasado colonial y poscolonial. Y en esa historia, que es memoria colectiva que compartimos de todos los pueblos de Mediterráneo, Abdelkrim el Jatabi guarda un lugar central. En estos días se celebra el 96º aniversario de la batalla de Annual, la victoria militar que en 1921 conmovió los cimientos del colonialismo europeo. Con razón el mariscal Lyautey había advertido de los riesgos de intervenir en el berenjenal rifeño. Abdelkrim nunca jamás articuló una resistencia a la desesperada, más bien, con la proclamación de la República del Rif fundó un proyecto político sostenido en la voluntad popular. El líder rifeño proporcionó el primer esbozo de un nacionalismo magrebí combativo. La opinión pública internacional fue testigo de esa historia aunque tergiversada en la memoria histórica española y ocultada y sin ninguna existencia en la francesa. Sin embargo líderes de las luchas de liberación nacional como Ho Chi Minh, Mao Zedong o el Che Guevara consideraron a Abdelkrim y su lucha como la matriz de las guerras revolucionarias modernas y como un ejemplo para todos los pueblos colonizados. Con la aplastante alianza franco-española la rebelión de Rif fracasó pero solo desde el punto de vista militar. La victoria de los aliados, aunque completa, careció particularmente de gloria y de ética.

Hoy el Rif, tierra mediterránea pobre de campesinos y pescadores, con una cultura e identidad propia arraigada en el Magreb, vuelve a la primera línea en defensa de una dignidad colectiva pisoteada sin escrúpulos permanentemente a lo largo de los tiempos y de una soberanía y legado histórico jamás recuperado. El Rif exige hoy su derecho a ser respetado y a decidir libremente su destino. Las huellas del pasado no han muerto. Estamos orgullosos de estos momentos y asumimos nuestra lucha hasta el final. La determinación de nuestro pueblo sobrevivirá a la potencia de nuestros opresores.

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