Eneko Compains Silva

El día en que asesoré a Maduro

Venezuela es como el mundo al revés. El gobierno elegido en las urnas es tiránico, mientras la oposición, claramente golpista a ojos de cualquier observador mínimamente imparcial, es demócrata.

Lo escribió hace días el conocido «periodista» de "El Correo", Oscar Beltrán de Otalora: «Un profesor de la UPV y exetarra viajó a Venezuela para asesorar a Maduro». Desde ya os digo que no fue para tanto; ni de lejos.

Unos días antes me habían llamado del Consulado de Venezuela en Bilbao. La Comisión Presidencial para la Asamblea Nacional Constituyente había organizado un encuentro internacional para explicar la grave situación de Venezuela y la apuesta por poner en marcha un proceso constituyente, y como profesor de derecho constitucional, me invitaban a participar y a aportar ideas. No supe ni quise decir que no; a uno le enorgullece poner su granito de arena por la justicia social y la igualdad en Latinoamérica.

En el encuentro, que tuvo lugar en Casa Amarilla (sede del Ministerio de Asuntos Exteriores), habló primero Pascualina Curcio, economista, para explicar el pilar fundamental de la guerra no convencional con que la oposición persigue derrocar al Gobierno de Venezuela: la economía.
Los asesores de la embajada de EEUU se lo habían dicho muy claro: «Sin tumbar la economía no se puede tumbar al gobierno»; así que hace ya tiempo se pusieron juntos manos a la obra: 1) Desabastecimiento programado: cada vez que hay un proceso electoral desaparecen de los mercados medicamentos o alimentos básicos como la harina y el arroz, dependientes de los oligopolios farmacéutico y alimentario, que milagrosamente vuelven a aparecer días después de las elecciones. Pocos problemas por ejemplo con frutas y verduras, dependientes de pequeños productores. 2) Inflación inducida: en Venezuela, al haber control cambiario, siempre ha habido un mercado paralelo de cambio de billetes; lo que ocurre ahora es que la oposición sube artificial y exponencialmente el tipo de cambio paralelo valiéndose del control sobre las principales páginas web de referencia, lo cual dispara los precios al interior del país. Y 3) Bloqueo financiero internacional. A pesar de que Venezuela cumple puntualmente con sus obligaciones financieras internacionales, se le intenta cerrar el acceso al crédito o encarecérselo calificándolo como país de alto riesgo, al nivel de estados fallidos como Libia o países en guerra como Siria. Pura guerra económica.

Tras Pascualina Curcio tomó la palabra Samuel Moncada, Viceministro de relaciones exteriores para América del Norte, para explicar el aislamiento internacional al que se quiere someter a Venezuela. Si algo fortaleció Chávez durante su mandato fue la unidad latinoamericana frente al imperio Yankee, y en su embajada son perfectamente conocedores de que será difícil derrocar al gobierno –y poner fin al proceso, que es el objetivo último– mientras siga contando con países amigos en el continente. Por ello, el Gobierno de EEUU, utilizando la OEA de ariete y a países como México o Perú de títeres, intentó aislar y sancionar a la república bolivariana acusando al Gobierno de alterar el orden constitucional en el país. Poco les importó esta vez que las normas del derecho internacional prohíban violar la soberanía o entrometerse en los asuntos propios de terceros países, pero por suerte no consiguieron su objetivo.

Desde luego el gobierno bolivariano no es perfecto, pero de veras, si alguien quiere ver violaciones graves del orden constitucional en Venezuela debería mirar a la oposición, que es quien ha liquidado todas las reglas de la democracia. En democracia es legítimo intentar cambiar un gobierno, pero se ha de hacer de forma limpia, con votos. Por ello Venezuela es como el mundo al revés. El gobierno elegido en las urnas es tiránico, mientras la oposición, claramente golpista a ojos de cualquier observador mínimamente imparcial, es demócrata.

Curiosamente, quienes tildan a Maduro (y tildaban a Chávez) de ser un dictador y violar la Constitución fueron quienes dieron un golpe de Estado en 2002, con Carmona –jefe de los empresarios– a la cabeza; éste sí que suspendió todas las garantías y derechos constitucionales. Fueron también quienes no reconocieron la legitimidad de uno sólo de los procesos electorales en que fueron derrotados. Sorpresivamente cuando ganaron en 2015 sí, las elecciones fueron limpias. Son quienes desde el Parlamento que ahora controlan han desconocido reiteradamente las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que ordenaban no acreditar a los 3 diputados de Amazonas por fraude electoral (por cierto, dos opositores pero uno chavista). Son quienes desde dicha institución han intentado desalojar a Maduro en contra de lo que la Constitución establece (Venezuela es un sistema presidencialista), valiéndose de mentiras y acusándolo de abandonar el cargo. Son quienes en 2014, con Leopoldo López a la cabeza, promovieron las guarimbas; violentas protestas que dejaron decenas de muertos y heridos, escuelas y consultorios médicos quemados, alimentos básicos saboteados y un largo etc. Son quienes amenazan de muerte, insultan o difaman a través de las redes sociales a chavistas con total impunidad (suerte tienen de ser twitteros en Venezuela y no en el Estado español). Y son, por último, quienes día tras día se permiten llamar a los militares a que se subleven contra el gobierno y den un golpe de Estado. Lo hacen además con el apoyo y difusión de la inmensa mayoría de los grandes medios de comunicación, nacionales e internacionales. Y aún tienen la caradura de decir que ellos son los demócratas y que viven en una dictadura.
Ahora, nuevamente, están desatando una ola de violencia por el país. En realidad los focos de protesta son pocos, pero la guerra mediática nunca había llegado a tal extremo. Nos lo explicó perfectamente la tercera en intervenir en aquel encuentro, la Canciller Delcy Rodriguez. El objetivo es provocar una intervención internacional y para ello necesitan muertes; muertes que en su mayoría provocan ellos mismos, pero que con ayuda de los mass media adjudican, una vez más, al gobierno.

Libertad para manifestarse tienen toda, lo que ocurre es que desvían intencionadamente las manifestaciones y financian a malandros, armados hasta los dientes, para que generen  disturbios y muerte. Frente a ellos, una policía que por prohibición presidencial no porta armas de fuego. Y una investigación rigurosa que ha aclarado que la inmensa mayoría de las muertes (eran 39 cuando visité el país) fueron provocadas por la oposición. Las 5 en las que sí estaba involucrada la policía se están investigando, con varios agentes encarcelados. No hay más que pensar en a quién benefician las muertes para ver quién está detrás de ellas. Qui prodest, se dice en derecho romano.

Frente a toda esta situación que no puede calificarse sino de puro golpismo opositor, ¿Qué ha hecho el presidente Maduro? ¿Ha suspendido las libertades públicas o las garantías constitucionales? No, ha intentando articular un diálogo nacional al que la oposición se niega, incluso aunque el Papa Francisco –ese comunista, le dicen despectivamente– se lo pida. Vaya feroz dictador. El pasado día uno de mayo además, convocó una Asamblea Nacional Constituyente que se elegirá por sufragio universal, directo y secreto. Hasta hace dos telediarios era una reivindicación de la oposición, pero como la convoca el chavismo, pues es un golpe de Estado.

Por último, volviendo al encuentro, tras recibir las explicaciones sobre la ANC por boca de Elías Jaua, presidente de la Comisión, tuve la suerte de poder intervenir en aquel foro internacional, y de hacerlo, además, justo en el momento en que Maduro, por sorpresa, entraba en la sala (muy venezolano todo). Al margen de las cuestiones jurídicas, les dije tres cosas: 1) Que jamás acepten lecciones de democracia por parte del Reino de España, construido sobre los cimientos de una dictadura, sin ruptura democrática, para que todo siguiese igual. 2) Que articulen un proceso de participación popular sin precedentes que llegue hasta el último rincón del país, para que no haya duda de su carácter radicalmente democrático. Y 3) Que tienen toda nuestra solidaridad en la defensa de la democracia y en la batalla contra el golpismo. Noelí Pocaterra, primera representante indígena en la constituyente de 1999, me lo agradeció al final: «El pueblo vasco es un pueblo muy solidario. Siempre hemos sentido el apoyo de su gente».
Sin lugar a dudas el proceso bolivariano y su dirigencia son criticables desde distintos puntos de vista, pero hoy no tocaba. Y es que por encima de los errores y de la corrupción, que sí es endémica; por encima de una parte de la nomenklatura chavista que no busca sino engordar sus bolsillos a costa del proceso (la boliburguesía). Por encima de las malas decisiones económicas; de la ineficiencia en la administración; de la burocracia… Venezuela es hoy la trinchera de los pobres del mundo. Allí hay miles de hombres y mujeres, militantes de base o dirigentes, que de buena fe siguen trabajando porque el proceso de emancipación nacional y social más ambicioso de Latinoamérica siga avanzando.

Mientras algunos terminaron por convertir a Mandela en algo parecido a un personaje de Disney, admirado por todo el mundo, el chavismo sigue como Fidel, contando con el odio de clase de la burguesía y el imperio. Merecen todo nuestro apoyo y no nos piden más que aquello que sí les podemos dar: solidaridad. Hagamos pues nuestra la máxima de Pakito Arriaran: Bi herri ditugu maitatzeko, eta mundo oso bat bere alde borrokatzeko! Ekainaren 18an Bilbora!

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