Isidoro Berdié Bueno
Profesor en Ciencias de la Educación, Doctor en Historia y Doctor en Filología Inglesa

En el origen de las civilizaciones

El ser humano tiene conciencia del mundo en su dimensión temporal y necesita una respuesta para saber cómo actuar. Se le ofrece un repertorio más o menos cohesionado de sentencias, ideas, frases sobre cómo es el mundo, de dónde viene y cómo debe comportarse. Un conglomerado ético-ontológico: las ideologías y las religiones.

Un colaborador de GARA y correligionario mío define un periódico como el cronista «verídico» de su tiempo. En esto, revisando la biblioteca de mi casa sobre el euskera y Euskal Herria, cae en mis manos un libro: "Egin Euskal Herria Eginez", "Egin", dos décadas en imágenes y palabras, edita Orain S.A. 1997 (merece la pena tenerlo), ahí, de manera mas poética, Jabier Salutregi, otrora director de "Egin", nos define un diario modélico, como fue el suyo: «Historia egunez islatzea, hain lan nekeza eta...». Plasmar la historia día a día es tarea ardua y harto complicada que solo pueden acometer aquellos que se embarcan en la aventura de sacar un periódico adelante... la suma de realidades pequeñas y enormes que configuran la vida de los pueblos... rostro donde queda grabado Euskal Herria, su pueblo y el paso del tiempo. Tras saludar a Salutregi y felicitarle por su labor y acierto en pasar a GARA el testigo, desde donde se pretende también ayudar al lector a conocer al ser humano en una filosofía de la historia que le ayude en las eternas preguntas existenciales como «de donde venimos, a qué venimos y a donde vamos», vida y obra del vasco Unamuno estuvo pivotando sobre la palabra «trascender» se rebelaba a aceptar que aquí terminase todo. Nosotros lo vemos así:

 

El ser humano tiene conciencia del mundo en su dimensión temporal y necesita una respuesta para saber cómo actuar. Se le ofrece un repertorio más o menos cohesionado de sentencias, ideas, frases sobre cómo es el mundo, de dónde viene y cómo debe comportarse. Un conglomerado ético-ontológico: las ideologías y las religiones. De ellas, a las antropologías marxista y cristiana las diferencia el «telos», la meta. Los cristianos quieren ganar el cielo, se olvidan de este mundo y favorecen el conservadurismo. La meta de los marxistas es este mundo (la desaparición de las clases sociales) y la lucha de clases. Ambos pueden llegar a colonizar nuestra conciencia (cuando el yo se identifica plenamente con el otro, en el sacrificio por ese otro halla la máxima satisfacción: los terroristas suicidas).



El hombre primitivo, ante una sequía «hic et nunc», necesitaba agua, que es el «aún no». Pero desconoce el nexo causal entre su deseo y su consecución. Imagina poderes en el gran universo y los conjura para que hagan lo que él no puede hacer. Así nos encontraríamos con Dios (para muchos filósofos, una imaginación). No sabemos si hay un ente tras esa imagen; pero el hombre la ontologiza, le da existencia. Incluso Nietzsche, para escapar del nihilismo que supone negar el mundo, cuando ha destruido todos los valores sociales (Dios, el Estado, etc.), inventa el Súper-Hombre (Über-Mensch) para trascender de sí mismo. También Heidegger trasciende de la Nada al Ser, que para él es un Dios (no el de la Revelación, sino filosófico, pero Dios, al fin y al cabo) que da una respuesta a la Nada y a cómo debemos actuar en el mundo.



El mundo civil comenzó con las religiones. «Ius» –derecho– derivaría de «Iovs», Jove, y significaría «cumplir el deseo de Júpiter». Lo primero que parece ser ordenaron los dioses a los hombres fue el matrimonio, que los romanos celebraban «aqua et igni», con agua y fuego, ambos necesarios para la vida, y que llevó a los hombres a vivir en sociedad. El matrimonio fue el semillero de las familias y éstas, de las repúblicas. Las familias, con la religión. Más tarde, las repúblicas con las leyes (Vico). Y llegamos al Estado. Una autonomía ilimitada del individuo sería el «homo homini lupus». Para salir de ese caos, sabe que necesita reglas de convivencia: las leyes. El Estado se presenta como un Jano bifronte. Uno de sus rostros trata de abrir camino hacia una sociedad en que todos sean iguales ante la Ley, valora a los «Freigeister» y tiene como virtudes la crítica, el raciocinio, la desconfianza ante la verdad propuesta, etc. Pero el otro presenta lacras propias de sociedades «cerradas, jerárquicas y petrificadas», pide obediencia y fe ciega. Son distinguibles quienes predican lo que los demás han de hacer –intérpretes de la voluntad de la ideología («comisarios políticos»), representantes del sistema, administradores de esa sociedad– y los que obedecen y trabajan.

 

El primer «jaque» al Estado lo ponen los liberales. Marx y Bakunin propondrán la bondad de su desaparición. Marx, mediante la dictadura del proletariado, que degeneró en un Estado más fuerte que el anterior. Bakunin, mucho más directo, era partidario de «hacerlo ya». ¿Utopía para entonces? Pero aún hoy hay quien piensa que el Estado –laico o teocrático– es resto arcaico de un tipo de organización humana que en el futuro desaparecerá. Éste es un gran debate actual, aunque no esté de moda. Y éstas líneas, puntos de arranque, apuntes que no quieren ser agrios, sino una ayuda para que pueda aflorar la verdad.



El ser humano es un ser en constante evolución tanto física como intelectualmente; pero esta evolución no se manifiesta de igual manera en todos, ya que la evolución física se halla condicionada por factores genéticos, y en la intelectual concurren también factores socioculturales. La frase de Ortega «yo soy yo y mi circunstancia» expresa muy bien los procesos evolutivos que afectan al hombre. El «yo», la conciencia de ser, permanece inmutable desde que el hombre, como ser racional, apareció sobre la Tierra. En cambio, las circunstancias, circum-stare, cambian e influyen siempre, de una u otra manera, en el «yo».



La conducta y código genético avalan el parentesco del hombre con la fiera, «el hombre es un puente entre el simio y el Súper hombre» (Nietzsche) y que la persona no es buena por naturaleza como afirmó Rousseau; lo es haciendo un gran esfuerzo. Sin freno, es la ruina de la sociedad. Por eso la primera función que exigimos a nuestros gobernantes es educación y salvaguardia del orden público.



Acorde con los tiempos, la mística que nutre a la izquierda abertzale reconoce que la ley ha de imponerse desde la «auctoritas» (autoridad moral) no confundir con poder, y como expresión de un orden moral también puede hacerse como filósofo, con sabiduría y dialéctica, y como artista con sensibilidad e ingenio, serenando conductas, diseñando armonía, sembrando concordia, propiciando la felicidad. Para Euskal Herria, predican valores, levantan altares al esfuerzo, y ponen cetro a la virtud. Esta es como un ánfora de dos asas, se puede tomar por la izquierda o por la derecha. No es patrimonio de nadie. De esta manera pacifica y de concordia, nueva Sortu y GARA siguen ampliando su base social, amen del sindicato LAB. Todos ellos formarían la trinidad o trimurti (término sánscrito) euskalduna.






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