Joan Llopis Torres

Fascista el PP, fascistas por cómplices el PSOE, los pesebristas y los tontos útiles

El Gobierno del Partido Popular, con la complicidad del PSOE en políticas represivas antidemocráticas, no tiene en esta triste situación otras alternancias más que el utópico deseo de la gente decente de que desaparezcan esas políticas y, algún día, una sociedad trabajadora y honrada pueda vivir gobernada por partidos que no sean organizaciones de usurpación social con el único objetivo de mantenerse alternativamente en el poder.

No es serio decir que se ha resquebrajado la sociedad catalana. Otra cosa es que ahora algunos lo hayan advertido (como si no hubieran tenido tiempo con siglos de reivindicaciones sociales catalanas y quedar claro que algunos piensan que la sociedad está formada o debe estar formada por robots con pensamiento único colectivo). Lo único que ha ocurrido en ese sentido es que, otra vez –tras los relevantes acontecimientos que protagoniza Cataluña–, se han hecho manifiestas esas divisiones y se han polarizado inequívocamente en dos únicas direcciones: la soberanista catalana y la de los que, viviendo en Cataluña –sin agradecimiento ninguno de su propia condición–, han ignorado y despreciado los sentimientos y las voluntades catalanas de identidad y sus derechos.

Todas las sociedades están divididas por ideologías y distintas voluntades que encauzan sus políticas, de ahí la grandeza de la democracia cuando son demócratas los que deciden convivir a su amparo y con sus reglas (lo que se obvia es la falta de asunción y voluntad democrática de los españoles para entender su propio recorrido en los últimos cuarenta años, por estar esa asunción democrática –cuando no ausente– muchas veces sólo usada como coartada de un fascismo subyacente arrostrado como un triste legado transmitido desde la dictadura franquista –sabido y sin posible disimulo– para conseguir sus fines inmediatos de clase, económicos y de permanencia. Véase con perspectiva necesaria para dibujar el perfil político de esa larga historia que nos conduce hasta hoy, y, recientemente, desde 2010, lo ocurrido en Cataluña y cuales sus reivindicaciones y cuales las respuestas del Estado (acallando los años y las voces del Pamano) Una voluntad democrática que no alcanza más allá de convocar elecciones para mantener un sistema que –bautizado de democrático (ése es todo el sacramento)– persiste en propagandas y autoritarismos, utilizando, para perpetuarse en la ocultación de su condición, los recursos e instituciones del Estado y persistir en ese gobierno –dicho en sentido amplio–, y con esas bases. Teniendo la Democracia en España –sufriéndolo Cataluña especialmente por el alejamiento y rechazo de los catalanes a toda imposición ilegítima aunque sea legal– un defecto original en la Constitución del 78, en los consensos que finalmente la definieron y en las estrechas maneras y circunstancias sociales que la condicionaron, desde el franquismo, entonces y ahora, que no pudo soslayar y ha devenido tara insuperable después de años de transitar a ninguna parte para ver hoy al –por definición–, antidemocrático fascismo sociológico que se incorporó a la Constitución del 78, perpetuarse usándola como instrumento y medio de represión (incluido los superiores atributos de las fuerzas armadas reflejados en la Constitución por encima de la soberanía de los ciudadanos) contra la democracia en general y contra Cataluña en particular, que dicen defender. Ésta es la terrorífica mentira que vivimos hoy: –Si bien mediatizada y corregida por la misma Constitución –por ese fingimiento, por la coartada que representa la Constitución– con la complicidad de Europa, también sobradamente conocida su verdadera imagen –con desprecio a las necesidades sociales y a las personas de toda condición y origen–.

El Gobierno del Partido Popular, con la complicidad del PSOE en políticas represivas antidemocráticas –aun aparentando rebajar el tono de las medidas, partícipe de las mismas (ni el mismo PSOE podrá perdonarse la incongruente lectura de sus siglas si algún día quiere reconocerse a sí mismo en una sincera democracia: el que fue y el que debiera haber sido)–, no tiene en esta triste situación otras alternancias más que el utópico deseo de la gente decente (el poder desconocido de la sociedad civil frente a esa ficción democrática de partidos corruptos) de que desaparezcan esas políticas y, algún día, una sociedad trabajadora y honrada pueda vivir gobernada por partidos que no sean organizaciones de usurpación social con el único objetivo de mantenerse alternativamente en el poder, cuando no manteniendo vergonzosos privilegios, siendo corruptas esas estructuras de gobierno, por mucho que cambien algunas veces las caras incorporando a ingenuos con buenas intenciones. Y –citado como ejemplo de vergonzosa complicidad de España y Europa– no tengamos que ver entonces –aun en el supuesto de que el presidente de la Comisión Europea tuviera méritos para que se le otorgue un doctorado honoris causa por Salamanca o en cualquier otra universidad, si fuera otra vez el vergonzoso caso– cómo el señor Juncker acepta el premio y no entiende él y toda persona decente que lo que se le otorga es el pago en esa moneda por secundar una posición política de represión contra la democracia y el pueblo catalán –y así, extensible a toda democracia europea de minorías–, a la que, en la misma dualidad e invirtiendo la mentira en verdad –marginando a la democracia catalana como extraña a Europa–, se permite llamar veneno a las voluntades nacionalistas. Sin duda veremos utilizadas sus manifestaciones hasta la náusea como consignas y verdades incuestionables, y ello, sabiendo de su trayectoria y de donde le vienen los méritos, para poder concluir que –¡pobre libertad de cátedra!– «Lo que natura non da, Salamanca sin vergüenza te lo presta» a cambio de las coartadas -como mínimo- sobreentendidas. «Decíamos ayer» en "Se vende el ‘Xornal de Galicia’" que el "Xornal" podría dar voz y hacerse eco no sólo de corrupciones económicas sino de lo que origina todas las corrupciones y su verdadera fuente: la corrupción ideológica (la corrupción política, no sólo la de los políticos); denunciar los criterios interesados, la tergiversación de las ideologías, las lógicas forzadas con falsas conclusiones y las propagandas revestidas de información y, en definitiva, la mentira. Unas voces que en el "Xornal" y dado su galleguismo de cabecera –teniendo espacio y voluntad– no se perciben con claridad, no tiene el "Xornal" marcados nítidamente los límites de su galleguismo (o si es nacionalista).

En democracia, las distintas voluntades políticas que incorpora una sociedad se manifiestan en los parlamentos electos y en sus gobiernos resultantes. Sin embargo, en esta democracia española, tenemos en Cataluña –a causa de ese fascismo que explicaremos según su propia definición (Fascismo: movimiento político y social de carácter totalitario y nacionalista –aquí entendido el español con pretensiones de único, excluyente y subyugante) opuesto al liberalismo (Liberalismo: cualidad y actitud de la persona que es tolerante y abierta; y, políticamente: doctrina política, económica y social que defiende la libertad del individuo y una intervención mínima del estado en la vida social y económica) y opuesto a la democracia parlamentaria (de la que participa si no contraviene sus presupuestos totalitarios en un parlamentarismo latente, consentido y tutelado, a la vista del uso de la Constitución contra Cataluña, así como el uso de la fuerza –aun siendo patrimonio del Estado–, cuestionable por haber sido usada contra gente pacífica –mintiendo después sobre su uso–, culpando de ella a ciudadanos que hacían pacíficamente práctica de derechos fundamentales, para mayor perplejidad al ser acusada la población de Cataluña de «rebelión» y «odio» contra aquellos que –contrariamente– con violencia y odio quieren someter a todo un pueblo encarcelando a sus dirigentes políticos y sociales, exigiendo para rebajar sus penas acatamiento a la Constitución, con un paternalismo propio de una dictadura de manual, con el presidente del país y consejeros (ministros) en el exilio, a la presidenta del Parlamento y a miembros de la Mesa encausados y en libertad con medidas cautelares (al no poder pagar la fianza en el acto, no pudo el juez darle siquiera tiempo para hacerla efectiva y evitara la cárcel aun siendo por plazo de veinticuatro horas. Qué criterios son ésos más que pretender humillación), al vicepresidente del Gobierno y otros consejeros en la cárcel. A los dos líderes sociales más importantes de Cataluña (Òmnium Cultural y ANC) también encarcelados; el jefe de la Policía Catalana, destituido y encausado, y –lo más inverosímil por encima de lo inverosímil– las instituciones catalanas intervenidas y gobernadas por el Partido Popular. Bien que –a los ojos ciegos de la justicia española son entendidos y tratados como delincuentes– no sabemos, pues, si por la ceguera democrática, de oídas y por gusto, y en qué división de poderes.

Tampoco, cuando te argumentan que no podrías decir lo que dices y escribirlo si este fuera un régimen autoritario, es sino excusa y concesión y no argumento, pues no es democracia aquella que lo es si es tutelada y sin tener los poderes del Estado entendido que en una democracia el único depositante de la soberanía es el ciudadano, y si no es plena, no es democracia sino suplantación y fingimiento. No tienen asumido en España las instituciones del Estado dónde reside la soberanía y cuales son sus atribuciones, aun la Constitución vigente y los tribunales con la obligación de juzgar según su contenido. Un círculo vicioso interminable. Para concluir que «la culpa» –no con criterios morales sino políticos y sociales– la tiene el origen fundacional del 78 y la ceguera de los sucesivos gobiernos –mediatizando su corrupción y poca legitimidad democrática por depender de ese Estado su supervivencia– no habiendo sabido, otra vez, transitar a ninguna democracia plena y de los ciudadanos, preservando su centralismo con leyes tuteladoras y totalitarias, sin más liberalismo que el fingido e interesado, sin más parlamentarismo que aquel que pueden interrumpir volviendo el bucle, en otra vuelta antidemocrática, a la constitución y sus efectos. Esa es la cortedad y el nivel de los políticos que han gobernado España hasta el inoperante y pusilánime Mariano Rajoy, hoy titular de esa tragedia, sin más mérito que estar de presidente del Gobierno como un Tancredo cualquiera y sin relieve, pero con todos los recursos del Estado a su alcance y en uso.

Todas estas personas que han siso elegidas democráticamente como representantes del pueblo catalán, han actuado según su ideario político y –siendo que unos han tenido que huir del territorio nacional al extranjero (siendo Europa)–, no pueden ser catalogados de otra forma que exilados políticos, pues esa es la definición de exilado (exiliado es aquél que es expulsado de un territorio o se expatria voluntariamente por motivos políticos. Y claro está que es y siempre ha sido para evitar a la justicia, para qué otra cosa iba a ser, a qué viene esta nueva definición española del exilio y del exiliado, más que para con total falta de fair play político y con esa pobreza de los políticos españoles, negarles esa condición), aunque se quiera revestir de otra manera desde el poder institucional español y el Gobierno del Partido Popular y esa otra derecha ideológica autoritaria y cómplice, cual sean sus siglas, sean el PSOE (el del «no es no» para en ese baile de posiciones, sumarse al 155 y mudarse al «a por ellos» junto al rey –¡el republicano PSOE!– recordando el hipócrita «¡De entrada no!» para abrirse de brazos y abrazar toda vergüenza, después), citar sólo al subsidiario PSC, pesebrista de esas políticas y radical anticatalanista hoy, por partidario del 155, en virtud de bondades sociales que ya le conocemos en la estela de ese PSOE y desde Felipe González de nefasto recuerdo; y Ciudadanos (con el manifiesto beneplácito de Aznar, un hombre que se cree predestinado para mayores redenciones: Rivera y Arrimadas), nacida Ciudadanos en Cataluña sólo como coartada de ese fascismo –a veces ese partido ignorante de sí mismo, como tonto útil en la tragedia y sólo en busca de compartir el poder como falderos a los pies de su dueño, a veces también entre disimulos y enfrentamientos mutuos (con el PP)  para salir juntos de caza y para la misma pieza–. Y, de otro lado –no hay tampoco otra definición–, más que la de presos políticos, para aquellos que han sido encarcelados por sus ideas y actos políticos (no se puede encarcelar por las ideas políticas, a menos que los jueces tuvieran poderes adivinatorios, sino por actos políticos, que aquí manifestamos como democráticos y de ahí la contraposición al fascismo y el motivo de este escrito. Siendo así –y para mayor vergüenza de la justicia española– reprimiendo aun legalmente a los representantes sociales electos democráticamente del pueblo de Cataluña, ésa es la incongruencia. Justicia española que –para serlo– siempre ciega, ha resultado no ser sorda a las instrucciones públicas (el oído absoluto se refiere a la habilidad de identificar una nota por su nombre sin la ayuda de una nota referencial, o ser capaz de producir exactamente una nota solicitada sin ninguna referencia. Esta capacidad está relacionada con la memoria auditiva, la capacidad de recordar «ciertos» sonidos) Aquí no sabemos nada de mentideros, pero sí de presiones mediáticas y de lo manifestado por el Ministro del Interior, magistrado de oficio y beneficio (nombrado ministro) auspiciando al Tribunal Supremo que entienda del entorno para dictar sentencias de cárcel, o no lo haga, a conveniencia política. Sólo los que no quieran ver, serán los que lleven una venda en los ojos para aparentar inocencia, pero no serán justos. Y todos a la espera «legal» de 21-D, sin saber qué ocurrirá si por mayoría de votos y escaños gana las elecciones el independentismo catalán. O pretendiendo hacer ver que no lo sabemos sin otra opción que seguir en el mismo escenario actual o buscar –obligados y como mal menor– un encaje con España –que ya se frustró– para repetir la historia, siempre frustradora cuando se repite y con esos mimbres.

Para ser el portavoz del Gobierno quien salga por televisión para explicar las sentencias judiciales y sus motivos y –para mayor despropósito–, los efectos económicos que –culpando al proceso independentista, y aun siendo cierto– ellos han auspiciando entrebarreras, en el ruedo y a la vista del público, a pleno sol de la tarde unos, mientras otros –para contento español– están a la sombra y entre rejas (mientras esté entre rejas un representante político, todos los demócratas estamos entre rejas). Y podemos decir, en este punto, que la división catalana –motivo de este escrito– es también la división española (dos sociedades en una sola, pero ahora definidas) es fácil de entender: Los que se alegran de ver a demócratas en la cárcel y los que la sufrimos. Los fascistas conjuntamente con los que no han sabido o querido sustraerse al larvado fascismo que entre coartadas legales a través de la Constitución del 78 y por seguir el cumplimiento de la ley –que todos queremos– permanecen de ese lado, y los demócratas. Los demócratas (catalanes y españoles) que, por serlo, no podemos someternos ni participar de esa Ley que no es la nuestra y no queremos que lo sea, a pesar de su vigencia. La encrucijada es difícil, pues queriendo seguir la ley, nos encontramos con un Gobierno que a su amparo nos somete y nos reprime, y ello, sin querer desde el 2010, otro encaje de Cataluña en España más que el sometimiento, ahora conducido a través del artículo 155, de esa Constitución que no queremos, esa Constitución que lleva –sin que los tribunales, por esa misma ley puedan hacer otra cosa– a los catalanes a la cárcel, a todos (en las personas de nuestros representantes, pues representándonos en la cárcel, somos presos). Los catalanes que a nadie pedimos cuando se encuentra ante un juez sea Miguel Núñez, nadie puede pedir eso (Ver: Antoni Batista "La Carta: Historia de un comisario franquista". Editorial Debate).

La fórmula que usa el fascismo español es –desde su impunidad–, acusar a los demócratas ante los tribunales para que –por ser esa la lógica, si no se aceptara la tesis de este escrito– parezcan culpables y, por ese fingimiento –no dada ninguna separación entre poderes (las consecuencias son explicativas, así como las evidencias y testimonios, entre ellos, la de magistrados expulsados de la carrera)–, encausar judicialmente y resolver los conflictos sociales y políticos por la vía penal, para así, pretender (otra vez la pretensión) aparentar justicia. Y ello, humillando que es la forma de venganza que usan los miserables. Incluyendo dosis de paternalismo y concordia –alternativamente– para mostrar una mejor cara –según el acto que se represente en la comedia– frente a Europa y delante de buena parte de la sociedad española que todavía ignora –o eso queremos creer– a quien sostiene con su voto.

Dios quiera que el 21-D gane el independentismo en votos y en escaños, de lo contrario, viviremos una situación terrible que habrá que aceptar, o aun peor, sufriremos el paternalismo benevolente de esas gentes que como persona no comprendo, con la tierra de nuestros padres en manos que sólo saben de despachos y nada de nuestros pueblos y su gente, en manos extrañas.

Buscar