Markel Ormazabal Gaztañaga
Miembro de Donostia Sutan

Indeseables de mala fama

No voy a mentir. La mala fama, si es que la hay, no me viene de esta confesión. Siendo niño me gustaban las historietas guerreras y, sin ánimo de equivocarme, es una afición que compartía con los vecinos de mi edad. De verdad que no es para extrañarse, pues las celebraciones más importantes de la ciudad le ponen a uno en ese trance.

Los niños y las niñas que hemos tomado parte en las tamborradas infantiles desfilábamos con paso militar, imitando las marchas militares. Personas que están disfrazadas de militares son las que dan inicio a las fiestas de Agosto. En setiembre, sin tiempo de guardar los uniformes, continúan por las calles de la Parte Vieja, calle arriba, calle abajo, jugando a hacer guerras, en las celebraciones del Gaztelu Eguna.

Fiestas con dichas características difícilmente promoverán la convivencia a no ser que la convivencia tenga de base la sumisión. Es difícil que un rito que se basa en la guerra y la sumisión transmita los valores de la amistad.

El rito y la fiesta van de la mano, y conocer las bases jurídicas, políticas, culturales y sociales que sustentan esos ritos nos ayuda a comprenderlos. Para entender los ritos y la forma de ser del poder, antes es fundamental entender los ritos y la forma de ser sociopolítica de la sociedad.

Los ritos están llenos de significado. Por ejemplo, muestran episodios del pasado y nos ayudan a comprender el presente a través de los símbolos que encontramos en ellos. Es la forma más importante para el relato histórico. Así mismo, sirven para condensar y comprender los conceptos, la lógica y las esencias de los sucesos históricos y así se convierten en elemento fundamental para los que pretenden continuar en el poder de forma placentera. Por lo tanto, el objetivo de los ritos será fortalecer el orden de la sociedad.

La dimensión simbólica de la fiesta y el poder, se alimentan mutuamente de lo mismo que las ideas, la forma de los ritos y las fiestas. El rito es un comportamiento estandarizado y repetitivo, y como consecuencia de su dimensión simbólica, los ritos hacen trabajo de puente entre el ámbito simbólico y el social. Las relaciones sociales, en el tiempo que aparecen con mayor fuerza, se convierten en nuestro espacio y significado simbólico.

Si el entorno en que se desarrolla la fiesta enaltece lo militar y el militarismo, y además en ese entorno la fiesta y la imaginación militar van de la mano, ¿qué joven no soñará con historietas de la guerra? Gracias a que los sueños cambian y las situaciones varían.

Desde que el músico francés Georges Brassens (1921-1981) mejoró la canción “La mauvaise réputation”, que pude escuchar en la voz de Paco Ibañez, cosa que debo a la familia, cada vez que escucho las primeras notas de una marcha militar me viene a la mente la primera estrofa de la mencionada canción: «Cuando la fiesta nacional/ Yo me quedo en la cama igual/Que la música militar/ Nunca me supo levantar».

Decimos que, cuando al oído un acorde es disonante, impulsa las ganas de cambiar. Pues, a medida que pasan los años y escucho una marcha militar, siento más ganas de cambiar de música. Las disonancias y las ganas de cambiar de música me empujan de los oídos a los ojos, y al cuerpo entero después, las ganas de cambiar, de no escuchar, y siento vergüenza ajena.

Así como la tradición y las nociones esencialistas de la identidad son con frecuencia contrarios a los cambios, la defensa a ultranza e inmovilista suele ser hecha por los que detentan el poder; al contrario, las propuestas innovadoras vendrán de los sectores que más marginales son.
Continúa Paco Ibañez: «En el mundo pues, no hay mayor pecado/ Que el de no seguir al abanderado/ No, a la gente no gusta que/ Uno tenga su propia fe».

Los eventos que hemos mencionado, si bien son cosas de un pasado no tan lejano, pareciera que fueran eternos, pues tan rápido se han asimilado en el imaginario de las fiestas de la ciudad. Los mandatarios de turno los han introducido tan cómodamente y tan dulcemente en los programas festivos que hasta parece casi pecado toda crítica. Y el crítico es parte de esos indecentes de mala fama, pues al poder no le agrada que alguien tenga sus propios criterios.

Para entender la fiesta, así como la cultura, será necesario tener una visión dinámica, pues las culturas se transforman sin cesar. Tanto reflejando la estructura de la sociedad como poniendo en duda y cuestionando, nacen y renacen las culturas, ya que lejos de ser inamovibles, las tradiciones también nacen, tal y como el investigador Eric Hobsbawn (1986) nos demuestra. Las tradiciones nacen y se inventan transformando la relación que existía con el pasado, con la intención de responder a las situaciones actuales. Porque las costumbres de las sociedades se transforman en la medida en que éstas se desarrollan, o al menos así debería ser. En este nuestro tiempo, ya bien entrado el siglo XXI, si el sentido del cambio vuelve a ser el militarismo, con doble placer celebraré que los mandamases nos digan que somos gente de mala fama. Topa dagigun.

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