Mikel Arizaleta
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La tortura como reliquia, su denuncia como extorsión

Decía Xabier Makazaga, un estudioso de las detenciones y la tortura, en su libro “La red. El tormento en la España constitucional” que treinta años después de la nueva era «democrática», y no por unos cuantos agentes que hacen la guerra por su cuenta sino como estrategia de estado, se practica la tortura entre nosotros por funcionarios y gobiernos.

Las autoridades niegan la evidencia, como en el franquismo, pero permiten la práctica de la tortura y otorgan total impunidad a quienes lo practican. Más de 7.000 ciudadanos/as vascos torturados en detenciones relacionadas con el conflicto político.

Y nunca hasta el día de hoy han reconocido los gobiernos que sus policías torturaban, ni la española ni tampoco la vasca. Tampoco la mayoría de medios sumisos, ni El País la tortura de las fuerzas españolas ni Deia la tortura de la ertzaintza, sino al contrario, la han ninguneado. La protesta de Sortu se tilda en el 2017 de venganza, de reliquia y pasado a juicio del burukide peneuvero Koldo Mediavilla, de exorcismo de Sortu en editorial de Deia. Pero ahí están los numerosos informes de torturas y malos tratos redactados y recogidos desde años, porque en nuestro pueblo no han faltado voces que han clamado y denunciado contra la lacra tapada mendazmente, manifestaciones y revueltas clamando contra los verdugos, contra los torturadores y cómplices. Ahí están las fotos, los informes, los documentos, las huellas, los gritos de muchos torturados envueltos en el silencio institucional y en la impunidad forense y judicial. Denunciar la tortura se convirtió en delito, tal fue su amparo. Tortura soportada, masticada en la soledad de cada uno o, a lo mucho, entre el estrecho grupo de amigos. Recogidos están sus testimonios, sus angustias y padecimientos. Es cuestión de preguntarles, interesarse por ellos, escucharles.

Y ante la denuncia de Sortu ante los centros de tortura, ante verdugos y comisarías, todavía hoy se alza la indignación farisaica del gobierno vasco, de su lehendakari Urkullu, del PNV, PSOE… y algunos medios, que han ignorado la vejación y maltrato de su ertzaintza durante años, cuando no la han amparado. El 19 de mayo próximo hará 10 años del fallecimiento de la gran Eva Forest, de su gran labor, de su gran ayuda, de su gran denuncia, de su gran trabajo contra este acto de inhumanidad institucional, la tortura, para vergüenza de muchos sumisos y contemporizadores, que hoy se escandalizan por su denuncia para así ocultar su silencio y cooperación de ayer.

Una extraña aventura son 133 páginas de DGS y comisaría, de antros de horror, de descuartizamiento humano y de teatro de la crueldad, redactadas, diseñadas y servidas por la gran escritora Eva Forest. Aventura que estremece y da miedo la gran inhumanidad encerrada en ella. «Es una historia de personas humanas y no de héroes. El hombre lloraba suplicando, que no quería ser llevado a la bañera... Un amor infinito me llevó a odiar por primera vez a los responsables de tanta vejación... Como si hubiera visto claro al enemigo, llegado a su fondo, comprendido muchas cosas de la lucha que no había entendido antes… Hay una huella que se me ha quedado... Es un momento, no sé cuándo, en que alguien a quien estaban torturando gritó: ¡Socorro! Fue un solo grito que atronó en la carpintería, una concentración titánica de fuerza, un intento final previo a la muerte. Un instante terrible, desde luego. La soledad del que pide auxilio sin un amigo que le oiga. Y ellos se reían a carcajadas. «Pide, pide socorro. Que vengan los de ETA ahora a salvarte». Aquel socorro tan inútil, sin eco, en el vacío... ¿También Pertur gritaría así, con esa desolación? Socorro, gritaba también el cura de Zaldibia. Yo estaba en el pasillo, esposada, viendo la rendija de luz debajo de la puerta, siguiendo el calvario del hombre en la carpintería…»

Eva Forest, nacida en 1928 en Barcelona, murió el 19 de mayo de 2007 en Hondarribia junto a su editorial Hiru, las de tres mujeres, que hoy nos ha legado por unos euros esta Extraña aventura, obra de vida y arte, pellizco de humanidad y esperanza, denuncia ácida: «Yo creo que había que contar todo esto... Es el relato de diez días que conmovieron un mundo... Es lo peor que te puede pasar en la vida: volverte lo contrario de lo que eres. Yo no era yo. ¿O era que con el miedo me salía la otra parte de mí, la que llevo oculta y menos enseño? Llegó un momento en el que estaba dispuesta a firmar lo que me trajeran, no tenía escrúpulos en decir que había matado a dos, a tres, si eso era lo que querían…»

Son muchos los torturados y torturadas del mundo que en su vida de oprobio y desánimo conocieron a Eva, a Eva Forest. Y aquel día encontraron la salvación y el ánimo. Eva les relató una historia de vida, de su vida, esta Extraña aventura, y en ellos surgió y prendió de nuevo la esperanza. En 1982, como apoyo y denuncia ante la práctica de la tortura, ante el silencio institucional en el país vasco y ante la profunda huella de gangrena y desesperación, que produce la tortura, Eva y otros crean el «Grupo contra la tortura», Torturaren Aurkako Taldea, conocido como el TAT. «...Y un día, compañera, volveremos triunfantes al espacio habitado que jamás era nuestro». Hay testimonios que verdaderamente estremecen por la crueldad, como los recogidos por el TAT, o en aquel gran trabajo de Eva Forest de 1987 “Diez años de tortura y democracia”, o “El silencio del infierno” de Fernando Alonso…

Ya en el informe de 2002 «Tortura en Euskal Herria» se dice en la pág. 163: «En lo que respeta al trato que han sufrido los detenidos por la Ertzantza (contamos con 26 relatos de malos tratos), nos encontramos con que ha habido un salto cualitativo como cuantitativo en el número de detenidos, incomunicados y torturados, así como con la brutalidad del trato del que han sido objeto. Hasta ahora prevalecía el mal trato psicológico sobre el maltrato físico (aunque se utilizaban en todos los casos técnicas de extenuación física), pero no malos tratos mediante agresión directa, pero en el 2002 nos encontramos que han combinado las torturas psicológicas y las físicas. Y se relatan las torturas practicadas: Gorka Fraile, Juan Mari Toquero, Urko Labeaga, Balentín Lasarte, Iñaki Lorenzo, Andoni Murelaga… pueden dar testimonio de ello. Y siguió el silencio institucional. Lean «El informe sobre la tortura en el estado español» 1996/1997/1998 de la Asociación contra la tortura y lean las denuncias por tortura y malos tratos de la policía autonómica Ertzaintza y Mossos d´Escuadra recogidos en él.

Narra Xabier Makazaga en “La red” que con los pactos del PNV-PSOE de 1985 y sobre todo con los pactos por la paz y la normalización de Madrid, Ajuria Enea y Nafarroa, firmados a finales de 1987 y principios de 1988, la evolución del PNV respecto al sangriento problema de la tortura fue vertiginosa: en poco tiempo la Ertzaintza recibió luz verde para proceder a los «interrogatorios» más efectivos. Y de aquellos polvos surgieron los posteriores lodos. Un verdadero barrizal, que todavía hoy unos tildan de reliquias y otros de exorcismo, muy en la línea del comportamiento del gobierno y su policía ante la muerte de Iñaki Cabacas por la ertzantza. Todavía recuerdo los relatos, no tan lejanos, de Alejandro Ugalde, entonces 70 años, y Rosa Hierro, de 60 y pico, describiendo su total obligada desnudez ante los ertzainas en la comisaría de Deusto y sus risas y comentarios.

La tortura practicada entre nosotros exige un serio cambio en el comportamiento de la ertzaintza y, sobre todo, en el gobierno y fiscalía, y sobra el aspaviento y escándalo por su denuncia.

Hay pruebas, muchas y hay torturados, muchísimos. Si la denuncia de la tortura llegó a ser delito hoy su denuncia no puede ni debe ser tildada ni de reliquia, venganza o exorcismo. Su erradicación es nuestra tarea, la de todos.

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