Iulen Lizaso

Miedo y libertad

Torpes como quien más, a pesar de tenerlo todo a su favor con esa Europa mercader, tibia desprendida de humanismo. Torpes al demostrarnos una vez más que su poco sentido del civismo democrático les mantiene en ese agujero negro donde predominan los mismos principios patrióticos del alzamiento.

El miedo es paralizante. Aún no siendo especialista en tetraplejías de consecuencia psicomotriz, el profesor Aranguren acierta con buen tino y mejor intención cuando nos pone en guardia sobre el miedo inducido como «tetraplejía» social que inocula el poder político-mediático, al utilizarlo como antídoto contra la desobediencia y movilización social y así poder mantener sin oposición sus fines perversos en lo económico y político en general y en lo político-patriótico... en el caso que ocupa esta.

Encumbra al miedo inducido, como la inmoralidad política (y religiosa) más eficaz para someter, alinear y alienar las mentes, al asegurar que es una emoción mas fuerte que valores como el altruismo, amor, empatía, generosidad, solidaridad...

Aquí y ahora, gobernar, legislar, promulgar decretos express, leyes bajo amenazas o rebajas de valores democráticos, devenidas de una Constitución de contenido cívico-militar «justificada» por coyunturas de un posibilismo único de aquel tiempo, y que aún marca el paso de aquel Régimen del 78, nos ha llevado a lo que hoy venimos viviendo-sufriendo en España en general y Catalunya en particular: agresión política.

Tras el referéndum 1-O, el presidente Rajoy con apoyo explícito de Sánchez, amenaza con el artículo 155 y condiciona su aplicación o no, a que el gobierno catalán derogue la proclamación del resultado del referéndum, es decir, que devuelva las papeletas a los ciudadanos y entregue las urnas. ¿A costa de qué semejante agravio y humillación institucional para no prometer mas que un automaquillaje constitucional?

No había necesidad de llegar a tanto por esa insumisión legítima como único y mayor delito de desobediencia premeditada a la ley. Pongamos en el otro platillo: no enajenación de bienes públicos por interés personal o sectario, no saqueo de las arcas para rescate de empresas con ánimo de lucro desmedido, no atentar contra la integridad de las personas ni menoscabar su bienestar, no valerse del cargo, medios de prensa pública y privada, decretos a medida, información privilegiada... de manera abusiva para comprar voluntades y dictámenes sobre resoluciones que legalmente y en justicia les perjudicaban y penaban ante la opinión pública nacional e internacional etc. ¿Qué legitimidad tiene este Gobierno central, su partido y su presidente para exigir el cumplimiento de la ley, al son de todos sus antecedentes y coro de ese «ejército» de imputados por corrupción, desobediencia y desprecio a la ley desde toda la vida y que van saliendo hoy a la luz... por casualidad?

Ni el presidente catalán es Ghandi ni el presidente español Stalin, pero si el primero legitimó la desobediencia sin violencia ante cualquier situación de injusticia: «Cuando la ley es injusta lo correcto es desobedecer», el segundo la persiguió al legalizar la violencia política y armada contra la insumisión a esa legalidad acomodada a interés.

Con ese alarde de poder de humillación, el presidente y líder de la oposición, quieren recordarnos que los escalones institucionales y nacionales que se dan entre el Gobierno central y resto de gobiernos «autónomos» son inamovibles.

Si hace 150 años fue el canciller Bismark quien radiografió una decadente España, hace 75 años el escritor Orwell la fotografió a los tiempos en que hoy como entonces solo ocurre lo que dicen los medios de comunicación y «eso es mentira porque no lo ha dicho la tele»... la fotografía de la España mediocre: «En España vi por primera vez informaciones periodísticas que no guardaban ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que suele existir en una mentira normal. Pude comprobar, que las noticias no se redactaban para explicar lo que en realidad estaba sucediendo sino en términos de lo que debería suceder según la línea del partido político gobernante».

Así hoy, medios de opinión de la voz de su amo y mercenarios mediáticos en labores de tertulianos como voceros de este Gobierno, tratan de marcar el paso al Gobierno catalán, cuando son incapaces de reparar que precisamente en esos escalones está el problema histórico de las nacionalidades del territorio español, y que con esta nueva amenaza los han incrementado y con ello la distancia, como mínimo con el Gobierno catalán, ya que el vasco ni está ni se le espera, pues situado en su zona de confort y complicidad política con este gobierno y «oposición»... aún no desespera.

Este es el quid político-intelectual, para entender que el derecho a decidir en este país no se contempla como tal derecho democrático sino como una concesión graciosa por parte de quien dispone de carta legal, batuta única y armas, justicia de vía única y prensa unida. Bien atado para que el globo no se eleve, sin reparar en que si no lo dejan volar a voluntad, seguirá comprimido e hinchándose a la vez, siendo ese quid político mencionado, el mejor cultivador de separatismos, pues lo comprime en la misma medida que él mismo lo hincha... y a verlas venir con esta legalidad tan legal.

Torpes como quien más, a pesar de tenerlo todo a su favor con esa Europa mercader, tibia desprendida de humanismo. Torpes al demostrarnos una vez más que su poco sentido del civismo democrático les mantiene en ese agujero negro donde predominan los mismos principios patrióticos del alzamiento, hoy puestos en valor y enaltecidos en simbologías y valores-fetiche con una bandera, un himno, una patria, una tradición, una unidad, una historia, una raza, una fiesta nacional... y demás nutrientes de un nacionalismo nocivo y «cultura» erosiva de valores humanos natos en la España plural.

Qué diferente a los valores identitarios desde el sentir a favor de una sensibilización con lo sociocultural, folclorico, etnolingüístico, arte autóctono y a la vez universal. También en el buen saber hacer y respeto animal que se vive en la Catalunya social, pues en la político institucional nada nuevo bajo el sol, dándose el mismo afán de poder político y económico nacionalista separatista que sus competidores del nacionalismo unionista español.

Entretanto, ese desafecto mutuo creciente, pudiéndose agravar cuando el sentir cívico de pertenencia e identidad, por impotencia se convirtiera en fervor y comunión patriótica... también en Catalunya. Ahí perderían su memoria identitaria y condición de pueblo y país, pues la alquimia patriótica es corrosiva como el odio, ya que convierte peligrosamente las sensibilidades en símbolos y las emociones en pasiones.

Siendo la libertad hija de una justicia social en igualdad, la brecha social catalana nos habla de un déficit en libertades y democracia económica agudas, derivada de ese señuelo nacionalista: «Primero país y luego...». Primero las personas, luego también.

Una única ley inequívoca: «Acción y reacción» y siendo este el país de la gran mentira, con la misma intensidad y en sentido contrario... también tenemos la única Verdad.

«Vencer y perdonar, es vencer dos veces» nos aleccionaba Pedro Calderón de la Barca. El nacionalismo unionista sigue venciendo y hoy se ha apuntado una «victoria» más, pero desconoce y desprecia la grandeza de la tierra que pisa y la nobleza de las gentes que dice gobernar. Ignorante del tiempo que vivimos, pues si no un imperio, si un tiempo en el que no se pone el Sol, pues la larga noche terminó y el nuevo espacio para la Luz ya se va creando como... «unidad de destino en lo universal».

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