Juan Mari Arregi

D. Pedro, «el santo»

Cuando me destinaron de sacerdote a Ortuella en la Zona Minera, en 1966, una de las primeras cosas que oí era que muy cerca, en Triano (La Arboleda), había un cura, D. Pedro, a quien en toda la zona le consideraban como un santo. Y si por santo es que era un hombre desprendido, generoso, entregado a los demás, austero, luchador, D. Pedro, más tarde Periko, lo ha sido durante toda su vida. El, primer cura obrero en Bizkaia, nos enseñó el camino a los primeros y muy pocos curas obreros de este herrialde.

Durante el franquismo, su casa, primero en Triano y luego en Villa Pakita de Barakaldo (un sótano húmedo, sombrío y frio), fue testigo de nuestros trabajos de multicopista y reuniones clandestinas. Villa Paquita fue además la casa de todos, sin exclusión política o sindical, por donde pasaron e incluso se escondieron lo mismo militantes clandestinos del PCE, PCE-R, PSOE, UGT, CCOO, como de ETA, LAB, etc. Felipe Gonzalez, Redondo, Tueros, Rubial, Etxebarrieta, etc. podrían haber dado o dar su testimonio personal al respecto.

Posteriomente, Periko se encuadraría dentro de la izquierda abertzale donde ha seguido dando lo mejor de su vida, dando ejemplo hasta el último momento en la calle junto a los más pobres y excluidos sociales. Hasta su muerte, Periko ha sido de los imprescindibles de los que hablaba Bertolt Brecht, de aquellos que lucharon toda su vida. Eskerrik asko, Periko, eta ohore.

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