Javier Orcajada del Castillo

El civilizado origen de la democracia española

Se dice que la historia la escriben los triunfadores. Un excéntrico profesor de historia de la economía en la universidad opinaba que no había que creerse los textos que estudiábamos. Explicaba que la batalla de Roncesvalles la ganaron los vascos, pero que su historia la relataron los españoles declarándose ganadores. Fue Don Pelayo el que «expulsó» a los árabes de nuestra tierra. También la prosperidad y orgullo del imperio británico se basó en declarar legal la piratería de sus corsarios que apresaban las naves españolas cargadas de oro, para crear su imperio en «el que no se ponía el sol». Invadimos los Países Bajos, Italia, Marruecos, Guinea Española, Filipinas y antes, los Reyes Católicos, con la ayuda impagable y tramposa de la Iglesia Católica, ocupamos el Estado de Navarra. La gloria imperial española llegó al paroxismo con el descubrimiento de América. Con la cruz y los arcabuces «civilizaron» la población autóctona del Nuevo Mundo, les arrebataron sus riquezas para financiar las guerras en las que estuvieron involucrados desde siempre los prudentes y justos Austrias y Borbones. Los Tercios Españoles fueron ganando batalla tras batalla hasta perder el Imperio completo, teniendo que soportar el aguijón que les clavó Inglaterra en Gibraltar y baldón de tener a su dorso la humillación de Portugal que no cedió porque nunca se fió de los «amigos españoles». La Pérfida Albión, por envidia y con malas artes abordaba nuestros barcos cargados de oro que esquilmábamos a nuestras colonias al tiempo que convertimos a la fe a los feroces indios quienes, con arcos y flechas, se rebelaban contra los arcabuces y cañones de nuestros valerosos conquistadores, rechazando los beneficios espirituales y morales de nuestra civilización cristiana, convenciéndoles con paciencia y amor fraterno para que abandonaran su idolatría. De esta forma admirable hicimos desparecer las razas con sus costumbres autóctonas dando ejemplo de integración interracial violando a sus mujeres, generando proles de mestizos. La Hispanidad constituye la efeméride en la que se conmemora nuestra gesta civilizadora de razas infieles a las que desinteresadamente supimos transmitirles la fe y costumbres, educándoles en el progreso. Así es cómo ahora han alcanzado el progreso que disfrutan después de apoyarles lealmente para convertirse en naciones libres, transmitiéndoles nuestros valores democráticos. Con la guerra de la Independencia derrotamos a Napoleón. Fuimos los fundadores de la Santa Inquisición para mantener las esencias espirituales eternas. Triunfamos en el Rif huyendo nuestras tropas con honor. También escapamos valientemente del Sahara amedrentados por La Marcha Verde. La Cruzada del 36 contra el comunismo y la masonería ha supuesto la admiración del mundo con la prestigiosa Transición y la Constitución, gracias a la cual hemos entrado con honores como socios de la UE. Con la disimulada satisfacción de catalanes y vascos.

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