Aitor Argintxona Delgado

Es solo futbol, o... ¿no?

Fiestas de San Fausto, Durango. 06.00 de la mañana. Vuelvo de haber disfrutado de la noche con mi cuadrilla de siempre, y camino de casa, ruta que concuerda con la entrada de la estación de tren de Ezkurdi, avanzo al par de una cuadrilla de chicos que hablan en voz alta y publica, de la «chaparra» que supone que los «bilborratas» hayan ganado la Supercopa de España. Siendo que es un evento que, teniendo en cuenta la velocidad de mutación de la actualidad, es ya muy antiguo, interactúo con ellos intentando averiguar sus motivaciones. No averiguo mucho más allá que su procedencia «gipuzkoarra», y un arraigado y belicoso sentimiento anti vizcaino / «Athleticzale». Ni lo disimulan, ni lo silencian, insisto, mientras despotrican a voz en cuello en plena plaza de Ezkurdi.

Después de despedirme de ellos deseándoles buen viaje de vuelta a casa, reflexiono sobre la vertebración de la nación vasco, concluyendo en una pesimista reflexión sobre su imposibilidad material en la actualidad. Del PNV, o de Bildu; del Athletic, Real u Osasuna; oñacinos o gamboinos; alaveses, navarros, vizcaínos o guipuzcoanos; de Hegoalde, o de Iparralde… Concluyo que actualmente el enemigo no está en Ferraz, ni en Genova. Es evidente que nuestra principal batalla está en casa, en cultivar el sentimiento de nación que tenemos en nombre propio, pero nos cuesta globalizar a nivel nacional. ¿O es que estos chicos hubieran deseado que ganaran los catalanes con tal de no ver contentos a los que enarbolan su misma ikurriña?

Puede ser una cuestión de madurez, que todavía no hemos alcanzado, pero construir con estos cimientos la Euskal Herria que todos queremos, esta tan condenada a fracasar como la España forzosa y alienadora que todas las nacionalidades que constitucionalmente la integran criticamos.

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