Javier Orcajada del Castillo

Los delegados del gobierno central en la CAPV

Analizando la galería de ilustres, parecería que Madrid envía a Euskal Herria lo más inteligente e imaginativo de la selecta reserva que dispone, dado que su compleja misión consiste en recurrir todas la leyes que se aprueban en el Parlamento Vasco, reprimir el euskara y meter el dedo en el ojo al independentismo. He aquí una relación de los más simbólicos. El inteligente general Ibáñez Freire. El dicharachero y ligón general, Saenz de Santamaría. Ramón Jáuregui, quien a pesar de ser el responsable de las fuerzas policiales, ignoró las hazañas de los GAL y no fue ni juzgado. Otra joya fue Mikel Cabieces: al ser destituido como delegado y quedar en paro, la BBK urdió un montaje para pagarle 6000 € al mes simulando ser asesor. Por fin accede a este puesto de tan alta responsabilidad Carlos Urquijo, el agudo y leal intermediario facilitador de las fluidas relaciones entre ambos gobiernos. Merece destacarse su preocupación por la difusión del euskara, su flexibilidad para negociar con las instituciones autonómicas vascas, a quien tanto se echa de menos desde que tuvo que abandonar el cargo por ser descubierto comprando artículos de contrabando en los «top manta». Los vascos están a expectantes por conocer a través de qué puerta giratoria pasará para ocupar un cargo adecuado a sus merecimientos y descansar del esfuerzo realizado durante su eficaz misión como Delegado. En todos los nombramientos resalta la especial atención de las autoridades responsables por designar personas altamente capacitadas en aspecto tan delicado como la prudencia en la gestión de las relaciones con esta comunidad rebelde que nunca se sacia en sus desmesuradas exigencias. Pretenden eliminar la rojigualda de los edificios públicos y sustituirla por la ridícula ikurriña. Redactan los documentos oficiales exclusivamente en euskara, sabiendo que el idioma nacional es el español y que el País Vasco es parte indivisible de la patria, según la sacrosanta Constitución. El actual, don Javier de Andrés, es un hábil negociador en quien los vascos tienen puestas sus esperanzas.

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