Patxi Abasolo - Iruñea

SARE también es rochapeana

Hace unos días, en la plaza Margarita de Navarra, algo más de cien vecinas y vecinos nos dimos cita en la presentación de la red ciudadana SARE. Jóvenes y no tan jóvenes. Vecinas recién llegadas, y otros dispuestos a sonreír a la vida rondando ya los ochenta. Todas ellas gentes preocupadas por su barrio y sus gentes, conocidas en mil y una peleas por un barrio más justo y hermoso; la mayoría, protagonistas anónimos de un rico tejido asociativo que ha caracterizado a nuestro barrio durante todas estas últimas décadas. En esta ocasión, el motivo de reunirse ha sido pensar en unos pocos vecinos, cinco personas, todas ellas encarceladas a cientos de kilómetros de amigos y familiares, abocados todos ellos a realizar hasta 1.800 kilómetros para disfrutar de cuarenta minutos de visita. Más allá de cómo percibamos la realidad que nos rodea y las propias causas que llevaron a Jesús Mari, Juan Mari, Iñaki, Zigor y Jon a terminar recluidos, queremos manifestar nuestro compromiso por trabajar contra la dispersión, un castigo añadido que no hace sino generar más sufrimiento a presas y familiares, una constante infracción de los derechos fundamentales de las personas, denunciada una y otra vez por distintas instancias europeas. Unas lo haremos cantando un rap o haciendo nuestras esas canciones de toda la vida que siguen diciéndonos tantas cosas. Otros, escribiendo estas líneas y contando historias que no siempre son ni serán bien recibidas. Habrá quienes nos atrevamos a sacar el tema en el tajo a la hora del almuerzo, o durante ese café rápido junto a una máquina repleta de mil y una historias y confidencias. Con naturalidad, con la satisfacción de estar hablando de algo fundamental, pero también muy humano. Con la seguridad de saber que, tras unas rejas, pueden arrancarte mucho más que tu libertad, y eso no está bien. Con el convencimiento de que hay medidas que, por mucho que sean legales, no dejan de ser injustas. Con la esperanza de que cese, de una vez por todas, una dispersión que no genera sino dolor y sufrimiento. Y, sobre todo, con la urgencia de que tiene que ser ya. Porque siempre va a ser demasiado tarde.

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