Silbya B. Benito

¡Y soy árabe!

4 de la madrugada. Llegó a por mi moto después de una larga noche de necesaria terapia con una amiga. Una vez más, no encuentro las llaves. A lo lejos veo a un chico acercarse con ellas en la mano. Lleva una hora esperándome. Son 4 amigos de no más de 20 años. Al ver las llaves puestas algunos piensan que lo mejor es llevarlas a los municipales, otros creen que a esas horas no es una buena idea (por alguna razón creen que el dueño será joven y hombre) y otro les convence para esperarme.

No puedo creérmelo, tengo pocas horas para dormir, vivo en un alto y mañana necesito la moto para ir a trabajar.

El favor que me han hecho no tiene precio.

Le doy las gracias, 20€ y un sincero abrazo.

Le pido que le de a su madre la tarjeta de mi tienda para poder decirle personalmente lo agradecida que estoy por haber conocido al hijo que ha tenido y educado.

Al despedirme vuelvo a darle las gracias y otro abrazo.

Su frase de despedida me lleva a casa con una amplia sonrisa en la boca y lágrimas corriendo por mi rostro. «Y soy árabe» Orgullo, injusticia y dolor es lo que me transmite.

Su madre no ha pasado por la tienda, el tampoco.

Con esta carta quiero pedirle perdón por todas las veces que le hemos hecho sentir que ser árabe es algo malo.

¡Ojala vuelva a verle!

Buscar