La Unión Europea celebra hoy en la capital de Italia el 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma, considerado el embrión del actual proceso de integración. Desde aquel refrendo inicial se ha recorrido un largo camino. No solo ha aumentado el número de miembros, de los seis iniciales hasta los 28 actuales, sino también las materias objeto de cooperación: del naciente mercado común del carbón y el acero se ha pasado al actual mercado único y la cooperación en ámbitos tan dispares como el judicial o la política exterior y de seguridad.

De la cumbre posiblemente salga una declaración lo suficientemente genérica para contentar a todos. Sin embargo, la crisis que atraviesa el actual proceso de integración es cada vez más palpable. Dentro de cuatro días Gran Bretaña invocará el artículo 50 del Tratado y pondrá en marcha, por primera vez, la salida de la Unión de un Estado miembro. La crisis económica y la posterior gestión de la misma ha terminando con el llamado modelo social europeo. Testigo de ello es Grecia que exige, por ejemplo, que se permita restablecer algo tan elemental como los convenios colectivos. En el otro extremo, Alemania continúa exigiendo más reformas al resto de países en una Europa que ha creado una moneda única pero no los instrumentos políticos y económicos para poder gestionarla. La crisis humanitaria de los refugiados estará presente en las movilizaciones convocadas para hoy en la ciudad del Tiber y recuerda otra de las cuestiones sin resolver. El creciente malestar por la falta de democracia y los problemas que se acumulan sin solución se refleja ya en el ámbito político, donde las fuerzas reaccionarias y contrarias a la integración europea se fortalecen en cada proceso electoral.

En un intento por recuperar la iniciativa la cumbre informal de Paris de principios de marzo dio carta de naturaleza a la construcción europea a varias velocidades, idea que no ha gustado nada a los países del este. La Unión Europea celebra su aniversario en plena crisis y sin rumbo.