Dos incineradoras, un despropósito multiplicado

La incineración de los residuos es rechazable de entrada por muchos motivos: son inquietantes las afecciones al medio ambiente y alarmantes las amenazas sobre la salud humana, a lo que se suman las dudas sobre su eficiencia real y su rentabilidad económica; y el encaje de todo ello en el sistema de economía circular (reducir, reutilizar, reciclar) que promueve Europa. Sentado esto, en Euskal Herria el asunto tiene una derivada aún más absurda sobre la que hoy pone el foco GARA. En una época histórica en que la quema de residuos es cada vez más cuestionada y tiende a desaparecer, en apenas quince años y cien kilómetros de distancia no solo se ha implantado una incineradora (Zabalgarbi, en Bilbo) sino que acaba de adjudicarse una segunda (Zubieta, en Donostia) cuyas obras pueden comenzar en semanas. La segunda se ha impulsado de espaldas a la primera, sin analizar seriamente si los residuos no reciclables de Gipuzkoa se podrían tratar en Zabalgarbi (todos o parte) y ocultando una proyección de futuro que a buen seguro haría prescindible una de las incineradoras, si no las dos.

Atendiendo la batalla política subyacente entre dos formas de entender la sociedad (representadas institucionalmente por PNV-PSE y EH Bildu), la operación podría resumirse así: «Si no quieres incineradora, incineradora y media». Pero en términos de país, encierra además otra preocupante lectura: dos administraciones vecinas y del mismo signo político como Bizkaia y Gipuzkoa han optado por no buscar una solución conjunta a un mismo problema. Es la misma insensatez que hace que en un país de menos de tres millones de habitantes existan hoy cinco aeropuertos, tres de ellos casi inertes, o que Nafarroa vaya a pagar muchos años la cara obsesión del anterior régimen gobernante por competir con sus vecinos en todos los ámbitos en vez de colaborar con ellos. Una falta de miras que lastra a todo el país, salvo a los aprobetxagis que siempre sobrevuelan sobre los despropósitos políticos.

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