El pilar social de la UE nace carcomido

La Comisión Europea hizo público ayer un conjunto de documentos con el pomposo nombre de Pilar de los Derechos Sociales de la Unión Europea. En ellos se enuncian desde los principios generales para la convergencia en condiciones de trabajo y de vida de la ciudadanía, hasta medidas concretas para reforzar los sistemas de bienestar como, por ejemplo, algunas dirigidas a conciliar la vida laboral y familiar. La Comisión incluye, asimismo, diferentes opciones para profundizar en la dimensión social de la nueva Europa a varias velocidades. De momento, se trata de un conjunto de recomendaciones que tendrán fuerza legal una vez sean aprobadas.

Resulta complicado valorar en sus justos términos las propuestas lanzadas ayer, más aun en el actual contexto de recorte del gasto social. Sin embargo, el comunicado de la Comisión da muestras del verdadero alcance del plan cuando reconoce que deberá servir para reiniciar el proceso de convergencia dentro de la Unión Económica y Monetaria. No se trata, pues, de impulsar la construcción social de Europa, sino más bien de proporcionar un barniz más social al actual proceso. La élite europea reconoce de esta manera el golpe del Brexit e implícitamente identifica alguna de las causas del espectacular aumento de los ánimos antieuropeístas en el resto de países de la Unión. En cualquier caso, los verdaderos culpables del malestar, los principios duros del proceso de construcción europea –los criterios monetarios y fiscales–, no van a cambiar. Ya lo dejo claro la semana pasada la ministra de Economía alemana, Brigitte Zypries, cuando defendió el superávit comercial de su país. Alemania seguirá condicionando sin cortapisas todos los flujos financieros dentro de la Unión.

Sin una revisión de los aspectos económicos –centrales de la construcción europea–, la dimensión social continuará en entredicho. Por mucha solidez que se quiera aparentar calificando a los derechos sociales de pilar, este aparece carcomido en sus fundamentos.

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