Ingresos estancados como síntoma de desigualdad

El Gobierno de Lakua presentó ayer las primeras pinceladas sobre el proyecto de presupuestos que mañana llegará al Parlamento de Gasteiz. La presentación vino con la habitual pompa, anunciando por ejemplo, que un 76% de las cuentas están destinadas a gasto social. Una impactante cifra que obvia que en ese supuesto cómputo global no se incluye la deuda pública –un 9,4% del presupuesto real–, o que como gasto social se incluyen los sueldos de los propios consejeros. Habrá que esperar a conocer los detalles para desgranar el grano de la paja; la propaganda de la realidad.

Pero de las cifras expuestas ayer se pueden extraer ya algunas conclusiones sobre el papel de la administración pública en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Lo más destacable es que los ingresos en las arcas públicas dan síntomas de notorio estancamiento. Pese a que se prevé que el Producto Interior Bruto (PIB) –el valor de todo aquello producido en el territorio– crezca un 2,3%, Lakua solo espera ingresar 0,3 millones de euros más que el año anterior. Es decir, el aumento de 126 millones de euros de los presupuestos respecto a 2016 se realiza a través de nuevo endeudamiento, no a través de un aumento de los ingresos.

Es evidente que algo no funciona cuando la producción económica crece pero los ingresos se estancan. Los impuestos son, al fin y al cabo, la herramienta más eficaz que una administración pública tiene para redistribuir la riqueza generada en un territorio. Si la riqueza crece pero la recaudación fiscal se detiene, significa simplemente que la función redistributiva de la administración no funciona, que la riqueza generada se queda en manos de unos pocos y que, por ende, la desigualdad crece. La caída del impuesto de sociedades –196 millones de euros menos de recaudación que en 2013, en plena crisis– es la señal más evidente de las carencias de un modelo fiscal que PNV y PSE se niegan a tocar, cómodos aparentemente con un modelo que no hace sino aumentar la desigualdad.

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