Juegan con elecciones y niegan referendos

Convocar elecciones suele ser generalmente competencia del poder ejecutivo, sujeto en algunos casos a ciertas restricciones. La primera ministra británica, Theresa May, aprovechó ayer esa prerrogativa para anunciar la celebración de elecciones anticipadas cuando todavía no se ha cumplido ni la mitad de una legislatura que comenzó en 2015 con mayoría absoluta conservadora y que ha estado marcada por el referéndum sobre el Brexit promovida por ella.

Como suele ser norma, justificó la decisión en el interés nacional y en concreto en la necesidad de estabilidad y certidumbre para negociar la salida de Gran Bretaña de la UE. Sin embargo, resulta llamativo que se anuncie una vez iniciado el proceso de salida en vez de haberlo hecho previamente si las cosas no estaban claras. Más que el interés general, probablemente el cálculo político haya sido decisivo para este adelanto. Todo parece indicar que se trata de un movimiento para aprovechar la debilidad del laborismo y para reforzar todavía más la mayoría conservadora a fin de afrontar desde una posición de fuerza tanto la negociación del Brexit como el plan escocés de volver a votar sobre la independencia. De la misma manera, por puro cálculo, Mariano Rajoy alargó más allá de los cuatro años preceptivos la décima legislatura hasta hacer coincidir las elecciones de 2015 con el periodo navideño. El cálculo político estira o acorta las legislaturas, aunque ciertamente tanta previsión no siempre resulte acertada.

En cualquier caso, resulta paradójico que la capacidad para convocar elecciones la utilicen los gobiernos sin ningún rubor de manera partidista y, sin embargo, esos mismos gobiernos impidan –como en Catalunya– u obstaculicen –como en Escocia– llamamientos a las urnas más que necesarios y profundamente democráticos, para que sus ciudadanías expresen su deseo y se resuelvan así enquistados conflictos políticos. O, como dijo Theresa May ayer, «para lograr estabilidad y certidumbre para el futuro».

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