Poderosa expresión de la voluntad popular kurda

A pesar de una fuerte oposición con amenazas que llegaban desde dentro y fuera de Irak, ayer se celebró el referéndum de independencia en la región autónoma del Kurdistán iraquí y otros territorios disputados. La de los kurdos ha sido una nación demasiado importante para dejar que fuera gestionada por ellos mismos y en la que toda expresión de libre autodeterminación fue aplastada. Considerados como los «perdedores de la historia», los kurdos no consiguieron su propio estado tras el colapso del Imperio Otomano, ni cuando las potencias coloniales europeas se retiraron tras la II Guerra Mundial. No obstante, los tiempos y el contexto han cambiado, y este pueblo, que en su cultura venera al zorro, ha decidido jugar sus cartas como lo hace esa criatura: con audacia.

«Y si no es ahora, ¿cuándo?». Los kurdos están determinados a aprovechar su oportunidad porque quizá no aparezca otra igual en un futuro próximo. En un Oriente Medio paralizado entre guerras entrelazadas, con estados vecinos con crisis existenciales o a las puertas de la desintegración, los kurdos, como otras tantas naciones lo han hecho antes, no dejan escapar una ocasión en la que otros están muy ocupados en menesteres de otro tipo.

La comunidad internacional no reconoce el referéndum, es ilegítimo, amenaza la paz y provoca desestabilización. Cierto es también que la política en Kurdistán Sur tiene bien ganada su fama de ser parroquiana y estar básicamente dominada por dos familias. Hay quienes ven el referéndum como una vía para que el presidente Barzani, que ha declarado que no es un fin en sí mismo y que no traerá una declaración de independencia, gane legitimidad a las puertas del fin de su mandato. Nadie sabe cómo se gestionará el seguro triunfo del «sí», que será una poderosa expresión de la voluntad popular de un pueblo decidido a transformar su ancestral sueño de independencia en una nueva realidad: la República del Kurdistán.

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