Sensatez e insensatez ante la tragedia común

Mientras el dolor lo ocupa todo y la Policía, con los Mossos d’Esquadra a la cabeza, intenta desentrañar la complejísima maraña de lo ocurrido en tres provincias distintas de Catalunya, miles de ciudadanos se concentraron ayer en la Plaza Catalunya y ocuparon Las Ramblas –masacradas apenas 20 horas antes– dando una respuesta cívica sensata, serena, apabullante. Quizás no sea una reacción especialmente sorprendente vista desde Euskal Herria, donde el pueblo catalán suscita simpatía y admiración hace mucho tiempo, pero sí resulta ejemplar para todo el planeta, incluidos mandatarios que ante una misma matanza responden de un modo tremendamente irresponsable y totalmente insensato.

Así, el abominable fanatismo religioso que alimenta matanzas indiscriminadas como esta tiene hoy su alter ego en la figura de Donald Trump, el supremacista en toda regla acampado en la Casa Blanca de cuya verborrea no cabe esperar ninguna solución, ni siquiera un afán sincero de conseguirla. Mensajes como la inefable serie de tuis en que evoca como inspiración al general Pershing solo vienen a echar leña al fuego en el que siempre acaban quemándose inocentes y civiles, aquí y allí. No caben simplismos ni engaños en esto: aunque Barcelona, París, Londres o Berlín susciten por cercanía geográfica un eco y un espanto mayor, más del 80% de las víctimas del yihadismo a lo largo del mundo son creyentes musulmanes.

A escala menor y acercando el foco, tampoco cabe esperar nada sensato ni responsable de un Gobierno Rajoy y unos medios estatales que ya muestran, con mayor o menor recato, su deseo de utilizar este drama colectivo para apuntarla su posición ante las legítimas demandas soberanistas catalanas. Y su patético reflejo en Euskal Herria son las declaraciones de la nueva líder del PP en Bizkaia cargando contra EH Bildu por sumarse al duelo de ayer.

Frente a todos ellos, la ciudadanía catalana seguro es y será un faro de luz y de esperanza.

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