Turquía, Erdogan y «el regalo de Alá»

Las autoridades turcas emitieron ayer órdenes de detención contra 42 periodistas acusados de vínculos con el Ceemat, la cofradía encabezada por el clérigo Fethullah Gülen, autoexiliado en EEUU y enemigo público número uno del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien acusa a los gulenistas de estar detrás de la intentona golpista del pasado 15 de julio.

Cierto o no, el llamado Estado paralelo encabezado por Gülen ha sido el imprescindible enemigo interno capaz de justificar una purga que, más allá de los 42 periodistas, produce escalofríos: más de 10.000 detenidos (más de la mitad militares), casi 3.000 jueces destituidos y 626 instituciones educativas cerradas con sus 21.683 profesores con la licencia educativa retirada, además de otros 21.738 profesores del ministerio de Educación suspendidos. La impresionante purga desencadenada tras el fracaso del golpe de estado llega hasta el último rincón del país y ha supuesto ya la detención o destitución de unas 60.000 personas en todo el Estado. El discurso de Erdogan calificando la asonada militar de «regalo de Alá» adquiere todo su significado visto el desarrollo de los acontecimientos.

Sin aventurar indemostrables teorías sobre la autoría del golpe, se puede afirmar ya sin empacho que Erdogan ha sido su principal beneficiario, pues le ha servido para limpiar el Estado y apuntalar un régimen autoritario (que tiene el 49% del apoyo en las urnas, conviene no olvidarlo). De esta manera, Erdogan culmina el giro respecto a sus primeros años de Gobierno, en los que reforzó la débil democracia turca, abrió esperanzas de paz en el Kurdistan Norte y se acercó a la UE (aboliendo, por ejemplo, una pena de muerte que ahora podría ser restituida). Nada queda de aquello en un país que ha suspendido la Convención Europea de Derechos Humanos, que reprime a los kurdos con el segundo ejército más grande de la OTAN y al que, desvergonzadamente, la UE califica de país seguro para miles de personas en busca de refugio.

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