Un debate serio no apto para irresponsables

Si las circunstancias no fuesen tan graves, sonaría a chiste la recomendación que ayer el ministro español de Interior, José Ignacio Zoido, trasladó a las fuerzas de seguridad tras la masacre de Manchester para que mantengan la vigilancia en actos considerados de riesgo «hasta el final». ¿Acaso no lo hacían hasta ahora? ¿Y acaso es esa una garantía de seguridad? Igualmente irresponsable parece que EEUU haya filtrado detalles sobre lo ocurrido en contra del criterio del Reino Unido, lo que marcó ayer la cumbre de la OTAN.

En un contexto más distendido y más cercano, llama la atención el llamamiento a la calma que realizan las autoridades –también las vascas– sobre cualquier espectáculo de masas próximo mientras medios afines no paran de incrementar la alarma y la psicosis social, en contra de las recomendaciones hechas por los servicios de inteligencia de toda Europa. Por cierto, una labor de inteligencia que, bien enfocada –abandonando la función de control social y político a la que sigue abonada en gran medida en el Estado español–, tiene un papel crucial. Así lo advierten los especialistas: la respuesta militarizada a los ataques indiscriminados en ciudades europeas no sirve para detener nuevos ataques. Sirva de ejemplo el caso francés.

El de la seguridad es un debate que suele dar vértigo a la izquierda, pero que ciertamente no puede quedar en manos de irresponsables que se limitan a organizar reuniones y ruedas de prensa apresuradas cada vez que ocurre una desgracia así. El ámbito de la seguridad necesita un discurso que vaya un poco más allá de la simple contraposición a la libertad. No hay que caer en la trampa de obligar a elegir entre una u otra, sino aspirar a ambas. Algo que pasa por una labor de inteligencia eficiente y por actuar sobre las causas del profundo malestar y la sangrante desigualdad que en Manchester o en Libia, en Siria o en París, nutren un caldo de cultivo envenenado.

No es buenismo, es la mejor receta posible.

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