Una vez más: negro, desarmado y muerto

El joven afroamericano de 18 años, Michael Brown, murió desarmado, con los brazos alzados. Fue tiroteado en Ferguson, suburbio de Saint Louis, en el estado de Missouri por un policía blanco que le disparó seis veces, con dos balazos directos a la cabeza. Según publica “USA Today”, cada semana se producen dos muertes de este tipo aunque no todas han generado las protestas y los enfrentamientos que tienen colapsada aquella periferia de Saint Louis. De hecho, cuando la propia comunidad dio un paso al frente para mostrar su indignación y agitó el avispero, la respuesta oficial fue la de militarizar el conflicto: al  toque de queda del primer día le ha seguido el despliegue anunciado ayer de la Guardia Nacional. De nada han servido las palabras de Obama: «no hay excusas para el uso excesivo de la fuerza». Ferguson es ya una zona de guerra, con el ejército y sus blindados en las calles, con una policía que usa tácticas militares.

Pero no se sofoca así la sed de justicia. Nadie puede apagar por decreto una rabia tan justificada. Porque los disturbios y saqueos que ahora se generalizan son el lenguaje de la gente que no es escuchada, son actos  por definición caóticos que tienen una motivación política, de clase. Son un instrumento de la gente que, a diferencia de los ricos, no tiene otra forma de influencia. Ciertos medios de comunicación inciden en el supuesto «carácter criminal» de las protestas y presentan la muerte de Michael Brown como un accidente o una anomalía. Pero difícilmente pueden ocultar que, una vez más, ahora en Ferguson, es la violencia del Estado la que genera la violencia en las calles.

¿Por qué mataron a Michael Brown cuando caminaba desarmado? ¿Porqué mató un autonombrado vigilante de barrio blanco al adolescente afroamericano Tyron Martin en Florida? Amadou Diallo en el Bronx, Victor Steen en Pensacola... ¿Por qué apalearon así a Rodney King en Los Angeles? Son preguntas que flotan en el ambiente. Y las respuestas, también.

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