Uso recreativo legal y regulado de la marihuana

El Tribunal Constitucional ya tiene sobre su mesa los recursos interpuestos por tres clubes cannábicos, dos de ellos de Euskal Herria. Lo que dictaminará ha generado expectación y cierto desasosiego entre los usuarios de la marihuana. No es para menos su preocupación, conocida la adscripción conservadora y obediente respecto al PP de los miembros del tribunal. Conocidos los antecedentes, que la última palabra sobre el funcionamiento de esos clubes esté en sus manos, como bien resalta el interesante artículo que hoy publica GARA, suena a José María Escrivá de Balaguer redactando la ley de matrimonio homosexual. No se trata de una batalla legal.

Se trata de cambiar la mirada, de legislar en otra dirección y de evitar pesadillas regulatorias innecesarias. La legalización de la marihuana no es en sí misma una mala idea. Al contrario, que la marihuana sea un producto legal para los adultos, regulado, controlado y tasado, es mejor. Sus supuestos riesgos son mucho menores que los muy reales costos de la prohibición. Esto no es un acto de fe. Aunque cierto es también que los efectos en la salud de un uso continuado no se conocen del todo y hay informes científicos que advierten del consumo regular de productos cannábicos de cada vez mayor potencia en adolescentes, con cerebros aún en formación, algo que aumentaría los riesgos de adicción y desordenes mentales. Y resulta inquietante también que la industria emergente de la marihuana pudiera convertirse en un futuro lo que hoy son los gigantes del tabaco.

Más allá del fallo concreto del TC, hay que cambiar de política, legislar en otra dirección más liberal, en el buen sentido de esa palabra: reformando y protegiendo los derechos civiles. Se debe regular el uso recreativo de la marihuana hasta conseguir su total legitimación. Por muchas razones, entre otras por una idea de autodeterminación, de respeto a la voluntad de cada uno, de su derecho a decidir cómo vivir, sin que nadie lo imponga desde fuera.

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