Pablo Cabeza
Bilbo
Elkarrizketa
Benito Lertxundi
Cantante

«La solución pasa por saber que uno no tiene solución»

Después de tres años de silencio, Benito Lertxundi regresa con un disco cauto y sereno. Sus diez canciones son balsámicas, un camino hacia la templanza que tiene como referencia a Leonard Cohen, pero con matices, ‘Oroimenaren oraina’ (Elkar) es tan suyo como cualquier otro disco previo.

(Juan Carlos RUIZ/ARGAZKI PRESS)
(Juan Carlos RUIZ/ARGAZKI PRESS)

En la historia de Benito Lertxundi Cohen y Pessoa llevan tiempo presente, cada uno con su porqué. En el delicado y esponjoso, en el sobrio y amigable ‘Oroimenaren oraina’ ambos están presentes. Pero también el excelente trabajo de Olatz Zugasti, así como sus compañeros de grabación, músicos de gran perfil. Lertxundi une en su nuevo disco las sonoridades del Atlántico y las del Mediterráneo. Se siente más congratulado que nunca y ofrece al oyente diez canciones espléndidamente sensoriales, con la voz de Lertxundi encajada en timbre y tono en su debido lugar.

¿‘Oroimenaren oraina’ es su álbum más sereno, delicadamente cautivo de su quietud?
Probablemente sí. Estas canciones creo que tienen esa característica natural. He estado durante casi tres años prácticamente sin hacer nada: Digo «sin hacer nada», pero nunca sabemos cuando estamos haciendo. De pronto me senté, tenía ahí los textos en un cuaderno preparados con cierta pereza y no sé si con un cierto miedo también. Al cortar una actividad, el arranque cuesta un poco. Cuando empecé, para mi sorpresa, la primera canción salió muy fácil. De hecho, me extrañó que fuera así y, además, el resultado me gustaba y me satisfacía la tendencia que marqué. La siguiente canción salió más o menos igual y luego una tercera. Y a medida que iba preparando, primero una, dos, tres... inmediatamente lo llevaba al directo, que es lo que me gusta para, de alguna manera, enfrentar la canción con la realidad del directo, y me entusiasmaba lo que generaban en directo, la respuesta. Iba comprobando que las canciones me estaban funcionando. He seguido ese esquema una tras otra canción y estimo que han salido de una manera muy natural. Normalmente mi punto de partida suele ser eliminar lo que no quiero, limpio un poco el entorno y entonces ya empiezo a vislumbrar un poco el camino.

¿Usted hace la limpieza solo?
Sí, sí, naturalmente por mi instinto, voy viendo lo que no me va, lo que no me saldría nunca y por lo tanto voy descartando. Cada vez creo que tiendo más a la narración, casi a un tipo de canción hablada. Ya sé que me vas a decir que se parece mucho a Leonard Cohen... Yo, de antemano, lo sé. Leonard Cohen es un artista que siempre lo he tenido en estima, es una referencia muy clara, pero, además, digo que antes de conocerle, antes de oír su primera canción, que fue un día que estaba desayunando, hace muchos años, y que en la radio sonaba una canción que para mí era nueva, pero, a la par, se me hizo muy cercana, ¿por qué? porque previamente yo ya había compuesto alguna canción con parte de esas claves y me dije que eso era algo que yo también poseía. Si por naturaleza poseo un registro que se parece a una referencia muy clara como Cohen, no se me cae ningún anillo.

Pero creo que es en este álbum donde más se le nota...
Sí, porque además he recurrido a coros, inmediatamente cuando me estaban saliendo las canciones yo veía claro una segunda voz, una vez de trazar una segunda voz me daba pie a una tercera y me dije que, en este disco, con estas canciones el protagonismo tenían que ser las voces, y todo lo demás después son poner puntillitas aquí y allá.

Desde mi punto de vista esto lo he asociado, además del hecho natural del timbre y tono (que viene de lejos), a que ha tenido, en ocasiones, problemas para identificarse con su voz. He escuchado álbumes donde ha forzado, ha arrastrado un blues, y daba la impresión de que se estaba buscando, como que se había cansado de su voz y que necesitaba oxígeno, que estaba buscando una salida... Y en ‘Oroimenaren oraina’ es como si Cohen le hubiese susurrado al oído: «Sé natural, sé tú». Y como coinciden características vocales y sintonía pues... serenidad y sosiego
Cierto, ha dado en el clavo, yo he tenido duras peleas. Yo antes de iniciarme en Ez Dok Amairu, cuando me presenté a cantar a los concursos que se hacían cantaba de una manera. Luego surgió el evento Ez Dok Amairu y allí empezamos a escuchar discos que para mí eran totalmente desconocidos, era la época de la canción protesta y en nuestro grupo iban aterrizando discos donde la gente gritaba mucho, protestaban en tesituras muy altas, y uno de los estandartes de aquella época era Raimon. Fueron pecados de juventud, el sarampión, a mí me pareció que para resultar interesante había que gritar y protestar, Posteriormente, de alguna manera, yo desaprendí y entré en un mundo en el que hacía lo que sabía hacer por naturaleza, para no caer en un terreno que me era un poco antinatural.

El camino de transformación ha sido largo, ¿no se pudo cortar con una reflexión audaz?
Cuando yo cantaba en tesituras altas, forzando mi voz, me daba la impresión de que sí estaba en lo cierto: «Ahí estoy, esto puedo hacerlo», pero cuando escuchaba no tenía esa impresión, cuando cantaba sí me parecía lo adecuado, pero cuando me escuchaba, no me gustaba... Y así han transcurrido años. Poco a poco vas madurando y te vas haciendo más sabio. Te liberas de un montón de tonterías y das rienda suelta a lo tuyo. He hablado mucho con Olatz [su compañera] de esto y estamos de acuerdo los dos, iban saliendo canciones una tras otra de una manera natural, sin preocuparme de tonos y además me estaba gustando el resultado. Yo hago bicicleta en casa, le pongo un rodillo y a pedalear, mientras tanto escuchaba las grabaciones que estábamos haciendo con la ayuda del Pro Tools [una multiplataforma de grabación multipista de audio y midi] y veía que nunca había disfrutado como estaba ocurriendo en esos momentos. Al final, todo el proceso de estudio ha sido diferente, hemos grabado más rápido que nunca, en trece días. Además nunca me gustó la experiencia de estudio, que siempre me ha resultado odioso, y esta vez he tenido mono al terminar.

Quizá ‘Nintzenaz oroitzean’, sea la canción con mayor desparpajo musical, no sé si por el poema de Pessoa o por ese curioso hecho de permitir entrever una querencia hacia los sonidos mediterráneos.
Sí, posee un cierto sabor Mediterráneo. En este disco hay bastante Mediterráneo, y en mí también. Siempre me han solido decir que tengo influencias irlandesas, atlánticas, pero para mí, por lo bajinis, siempre he dicho que también las tengo mediterráneas.

‘Nor da erromesa’ posee una excelente letra, hay una sugerente idea dentro, con este nivel me pregunto por qué recurre a otros autores.
Porque soy vago, no tengo disciplina de escritor. Muchas veces estoy horas hablando con alguien y me dice por qué no escribo todo eso... Porque yo no soy capaz de trasladar todo eso a un papel o a un ordenador. No tengo esa disciplina. Yo puedo explayarme con gente en una tertulia, con gente tomando un café y fumando un cigarrillo... Todo eso me resulta muy vivo y creativo, pero encerrarme en una cosa y ponerme a escribirla, no. Yo diría las mismas cosas que dice Pessoa pero él ya las dijo, y muy bien.

¿Realmente es usted reservado...?
No hay que perder de vista el ego, aunque sea de reojo. Cuando se pregunta a la gente qué es el ego, te dice que egoísta, egocéntrico. El ego es el pensamiento que hemos construido de nosotros mismos y de las impresiones que tenemos en ese pensamiento del mundo que nos rodea. El ego necesita estar en el trono, es un fantasma que hemos creado nosotros. Y como es pura ilusión, te quiere entretener creando estímulos. A veces voy paseando y me digo que voy a observar lo que estoy pensando, qué movimientos hace mi pensamiento y siempre le pillo invitándome a estímulos: y si hicieras esto, y si compraras aquello... para de alguna manera crearme un placer superfluo. Siempre le he pillado a mi ego creando estímulos. Siquiatras y sicólogos han escrito cantidad de libros sobre la felicidad, y no valen para nada porque, en el fondo, a lo que te están invitando es a que busques, sin percatarse da que la propia búsqueda es la cárcel. La solución pasa por comprender que uno no tiene solución. Mientras sepas que tienes solución siempre recurres a un método y estos son cárceles donde te pierdes y las capas de la oscuridad te llevan al abismo a la infelicidad. La solución pasa por saber que uno no tiene solución, en cuanto se comprende esto ya no se empeña en la búsqueda, ya se ha liberado de la cárcel, ya no necesita nada.

«La libertad es la conciencia para comprender lo que se debe, pero con una mente libre». ¿Recuerda cómo se introdujo en la poesía de Pessoa y su curioso mundo de heterónimos?

Justo, el capítulo que más me interesa a mí es el de los heterónimos, los autores que crea él mismo para iniciar una especie de coloquio o debate entre ellos. Pessoa hacía viajes iniciáticos y siempre se escapaba del mundo conceptual y codificado. Era un tipo que se dio cuenta -esto lo digo de memoria porque me encuentro tan cercano a Pessoa que lo entiendo perfectamente-, que la mente es mente si es libre. Una mente libre es libre, una mente libre es mente... Solo una mente libre puede ser mente y cuando deja de ser libre se convierte en mentalidad, en una mente entrenada o especializada en algo y no hace otra cosa que cumplir órdenes. Me acuerdo ahora de un aforismo de Leonardo de Vinci que decía que salvaje es quien se salva, es verdad y estoy convencido: tanta moral, tanta ética, tanta doctrina, tanto código... En el fondo, cuando hay un salvaje sensible, porque salvaje y sensible es una misma cosa, sólo un salvaje puede ser sensible, y ese está salvado.

A lo largo de lo que va de charla (incluidos los muchos diálogos que no caben en estas páginas, ajenos por tanto al lector), sugiere que quizá conozca a Krishnamurti.
¡Cómo no! Krishnamurti es mi gran inspirador. Antes de empezar Ez dok amairu, cuando yo era un creyente de récord mundial, en la iglesia tuve una explosión interna, tendría 22 años, un poco antes de empezar Ez dok amairu, y salí muy rebotado, estaba convencido que se había acabado la iglesia para mí. De pronto un astrólogo me preguntó si conocía a Krishnamurti y le dije que no me interesaba, que sería algún tipo de gurú. Me dijo que no, que este era algo muy especial. Al salir del coche cogió el libro y lo tiró al asiento de atrás, estuvo durante meses allí, hasta que un día subí el libro a casa, lo puse sobre la mesilla y estuvo allí durante meses. En algún insomnio se me ocurrió mirarlo, y estuve como quince días sin poder pasar de la primera página, algo me lo impedía. Volvía a releer y releer, más que contarme me estaba haciendo preguntas, y de alguna manera llegué a entender que me estaba dejando solo. Luego empecé a dar vueltas a lo que era estar solo en el mundo. «Estás solo, tú eres la única salvación», esto fue un cohete, un grandísimo espejo donde me vi a mí mismo.

¿Un astrólogo?
Era un astrólogo vasco nacido en Buenos Aires, un tal Urrestarazu, que aterrizó por aquí y no sé por qué quería conocerme. Fue a primeros de los 80. Este era muy esotérico y me hablaba de autores como Krishnamurti. Ahora tengo aquí libros de Krishnamurti a punta pala y he prestado cantidad, algunos hasta me ha despreciado mi buena intención. Krishnamurti es el buda del siglo XX. Él dice: «Usted realmente se condiciona, si usted quiere tener siempre un referente que le esté ofreciendo futuro se está engañando a sí mismo». Krishnamurti no es que fuera ateo o no, él pasaba de estos términos, él es libre. Lo más sagrado que tenemos es la libertad. La libertad es la conciencia para poder comprender lo que se debe comprender, y este estadio solo se puede entender desde una mente libre.

¿Desaprender es despojarse de los prejuicios...?
Es quitar todo aquello que crees... Tenemos que saber que el ejercicio de creer y de comprender nunca viven juntos, o está uno o está el otro. El ejercicio de creer, siempre viene a cubrir, a ocupar, el vacío que deja la comprensión.