La explosión que mató ayer en Siria a 80 personas, según las últimas estimaciones, se produjo en medio de un funeral, lo que concede al suceso un componente más dramático.

Como ya es habitual en la crisis siria, donde la propaganda está jugando un papel capital, no hay claridad ni sobre cómo se produjo el ataque ni sobre sus autores.

Algunas fuentes indicaron que la masacre se produjo como consecuencia de la explosión de un coche-bomba, mientras otras aseguraban que fue un proyectil de mortero lo que impactó contra la comitiva fúnebre. En la guerra de versiones, también se ha dicho que el proyectil fue lanzado desde un helicóptero y que impactó en un vehículo.

Además de las víctimas mortales, la explosión registrada en la localidad de Zamlaka, en las afueras de Damasco, causó 150 heridos.

Según los comunicados hechos públicos por las fuerzas opositoras, el funeral se celebraba por la muerte de un ciudadano muerto en las protestas antigubernamentales.

Estos sucesos coincidieron con una reunión en Ginebra del llamado Grupo de Accción para Siria que acordó proponer la creación de un «órgano de transición gubernamental», con participación del Gobierno de Bachar al Asad y los grupos de la oposición, como elemento clave para pacificar el país. En el Grupo de Acción participan China, Rusia, EEUU, Francia, el Reino Unido, Turquía, la Liga Árabe, la ONU y la Unión Europea.

Entre hoy y mañana se espera que las organizaciones de la oposición se reúnan en El Cairo, bajo los auspicios de la Liga Árabe, para aunar posturas.