Beñat Zaldua
Iruñea

Tensión entre la izquierda opositora y la gubernamental

El recelo de Rafael Correa a dialogar con las organizaciones de izquierda que están fuera del Gobierno, así como las posturas maximalistas y la cultura de oposición que arrastran buena parte de estas organizaciones, han condenando a la izquierda ecuatoriana a dividirse entre el Gobierno y la oposición, si bien el apoyo a Correa sigue siendo mucho más mayoritario.

Alberto Acosta, en su día colaborador de Correa, es hoy en día el líder de la izquierda en la oposición. (ACOSTA2013)
Alberto Acosta, en su día colaborador de Correa, es hoy en día el líder de la izquierda en la oposición. (ACOSTA2013)

Para acercarse a la compleja relación del Gobierno de Rafael Correa con los partidos políticos tradicionales, organizaciones y movimientos sociales –incluidos los de izquierda– resulta imprescindible entender que la plataforma sobre la que se catapulta, la Alianza País, no es un partido político convencional, sino un movimiento ciudadano surgido, en buena parte, como reacción al desgaste y la crisis de legitimidad con la que las organizaciones tradicionales salieron de la grave crisis económica y social de finales de los noventa y principios de siglo.

Pese a que existen espacios de colaboración y la mayoría de objetivos son compartidos, esta dinámica ha generado constantes tensiones entre Correa y diferentes colectivos en lucha. El paradigma podría ser el movimiento indígena, una parte del cual se agrupa en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y su partido político: Pachakutik.

En 2006, todavía resentidos por la traición del expresidente Lucio Gutiérrez –al que le habían dado apoyo–, rechazaron unir esfuerzos y plantear una candidatura conjunta con Correa, aunque en la segunda vuelta no dudaron en apoyarle. A partir de entonces comenzó una relación de amor y odio todavía vigente al día de hoy. Tras eliminar algunas de las dádivas con las que anteriores gobiernos intentaban contentar a algunos dirigentes indígenas, el Gobierno de Correa –con presencia indígena en su gabinete– hizo suyas la mayor parte de las demandas de la CONAIE y, de hecho, el estatus de la población indígena ha mejorado notablemente en los últimos años. Como punto de inflexión, basta recordar el carácter plurinacional que otorga a Ecuador la nueva Constitución –con mucho potencial todavía por desarrollar–.

Esto no ha impedido, sin embargo, que la dinámica de oposición arrastrada por parte de la dirigencia indígena y las subidas de tono en algunos discursos de Correa hayan condenado la relación entre ambos sectores a una tensión constante, pese a compartir la mayoría de objetivos.

Críticas desde la izquierda

También existen otros sectores de izquierda en la oposición, como el encabezado por Alberto Acosta, que en su día presidió la Asamblea Constituyente y que hoy encabeza una candidatura alternativa junto a Pachakutik y el MPD maoísta. Las críticas de Acosta a su antiguo compañero son, básicamente, dos: la poca comunicación de Correa con la izquierda fuera del Gobierno –con la que comparte objetivos– y lo que en Ecuador se ha dado en llamar el ‘extractivismo’, es decir, el modelo económico basado en la explotación del petróleo y otros recursos mineros, que contradicen, según Acosta, los derechos de la naturaleza recogidos en la Constitución de Montecristi.

La profesora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Valeria Coronel no le quita validez a la crítica de Acosta y apunta que «la transicición de un modelo de economía exportadora de materias primas a un modelo de economía del conocimiento» es uno de los grandes retos pendientes de la Revolución Ciudadana. Pero en un necesario ejercicio de realismo, también advierte de que «sin los ingresos del petróleo no se podrían estar haciendo muchas de las cosas que se hacen». Es más, añade Coronel, «sin el petróleo no se podría invertir en los fundamentos de esta nueva economía del conocimiento que necesitamos», por lo que considera que la posición de Acosta se sitúa en la utopía.

En el mismo sentido, la politóloga residente en Ecuador Gemma Ubasart cree que algunas de las críticas de sectores de izquierda son «pertinentes», pero en su opinión se han «precipitado» a la hora de dar el salto a la oposición, ya que «a la Revolución Ciudadana todavía le queda camino para recorrer y por lo tanto contradicciones a gestionar». Añade pragmáticamente que «las grandes transformaciones políticas y sociales requieren de su tiempo y necesitan de la acción del Gobierno y mayorías legislativas». Ubasart también afirma que «los grandes logros conseguidos durante seis años son un primer peldaño para poder ir más lejos y hacer frente a nuevos retos», pero cree que «la negativa al diálogo de una parte del oficialismo limita el debate y la radicalización del proceso».