@GARA_iiriondo
Gasteiz

El regreso a «las complicidades políticas» anteriores a Lizarra e Ibarretxe

El pacto de hace un año no fue solo una tabla de salvación para un gobierno en apuros y un partido sin rumbo, sino que para el lehendakari fue el regreso a los buenos tiempos anteriores al Acuerdo de Lizarra-Garazi.

Fue el lehendakari quien sin ningún tipo de disimulos pidió que el acuerdo suscrito minutos antes en otra sala de Lehendakaritza se analizara «desde una perspectiva histórica». Urkullu dividió el pasado en dos bloques de unos quince años diametralmente opuestos. Los que fueron desde mediados de los 80 hasta 1998 y desde entonces hasta setiembre de 2013.

En el primer periodo, marcado por los gobiernos de José Antonio Ardanza en coaliciones con el PSE, lo definió el lehendakari como el tiempo en el que «se tejieron unas complicidades políticas para construir Euskadi desde la democracia y en base a valores compartidos: el autogobierno y la recuperación económica. Vivimos quince años -enfatizó- de determinados entendimientos y acuerdos, de compromiso con un proyecto compartido».

En contraposición a este periodo, Iñigo Urkullu afirmó que en «los últimos quince años, en Euskadi ha primado más el enfrentamiento y la confrontación, y más la política de bloques y de división que la [política] del diálogo y el debate en la búsqueda de los consensos sólidos». Cabe señalar que ese tiempo arranca con el Acuerdo de Lizarra-Garazi y los gobiernos de Juan José Ibarretxe. El hoy lehendakari ya había dejado constancia ante la fallecida María Antonia Iglesias de que cree «sinceramente que hubo un ejercicio nefasto de la política del PNV en 1998-1999, acogiéndose a que tenía que hacer una política de suma de fuerzas nacionalistas y romper todos los puentes con el PP que gobernaba en el Estado español en aquel momento y, sobre todo, con el PSOE».

Con estos pilares, además de las necesidades de la gestión diaria y el fracaso del primer proyecto presupuestario, afrontaron el lehendakari y el EBB el reencuentro con el PSE que, siempre en palabras de Urkullu, «quiere y puede abrir un nuevo tiempo. El tiempo de tener complicidades, de una Euskadi que quiere crecer desde la pluralidad, el trabajo común y el acuerdo. Este acuerdo abre un nuevo periodo de posibilidad de encuentro y de concertación. El país lo necesita y nos lo reclama».

Para el lehendakari los tiempos de la normalidad son los de los pactos con el PSE, donde pluralidad supone acuerdos con el unionismo y no, por ejemplo, con la izquierda representada en EH Bildu.

Pero hay otro elemento que caracterizó también los quinquenios de Ardanza: el traslado de los gobiernos PNV-PSE a todas las instituciones en las que unos y otros se necesitaron. Y cuando hizo falta incluso se echó mano del Pacto de Ajuria Enea y en nombre de la democracia se asaltaron en cuadrilla alcaldías gobernadas por la izquierda abertzale, dejando para otros momentos la idea de que gobierne el partido más votado y se le garantice además cierta estabilidad.

La situación en Euskal Herria ha cambiado desde aquellos años, pero la estrategia del PNV sigue marcada por la búsqueda de acuerdos con el unionismo y no por la acumulación de fuerzas abertzales. Lo volvió a dejar claro la presidenta del BBB, Itxaso Atutxa, en sus declaraciones a Radio Euskadi del 1 de setiembre. Dos fueron los ejes de su discurso: abogar por la bilateralidad con el Gobierno español a la hora de afrontar la búsqueda de un nuevo estatus para la CAV, y pedir al PSE que mantenga el acuerdo firmado hace un año apelando a la buena relación entre partidos y a la responsabilidad.

Hoy por hoy, apostar por la bilateralidad con el Gobierno de Rajoy o pretender contraponer la vía escocesa con la catalana, es un ejercicio inútil para avanzar en el camino de la soberanía. Madrid no quiere ni hablar del tema. Ni siquiera afrontará una negociación de transferencias. Por tanto, con esa base, la Ponencia de Autogobierno no es más que una pérdida de tiempo a la espera de algún nuevo señuelo electoral para 2016.

En cuanto al acuerdo con el PSE, ya dejó claro Joseba Egibar que la visión del EBB es que la política vasca va a pivotar entre el eje jeltzale y el de EH Bildu, y el PNV no apuesta por la colaboración entre ambos, sino por buscar aliados que le garanticen el acopio de poder. Como en aquellos buenos tiempos de «los valores compartidos» con Txiki Benegas y Ramón Jáuregui.