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¿Qué pasa con los empresarios?

Las organizaciones patronales no siempre defienden los intereses de sus asociados, según resaltan los autores de este análisis, que consideran que los intereses de las pequeñas y medianas empresas suelen quedar apartados en beneficio de otro tipo de entidades. Los ejecutivos de las patronales se mueven en un «entorno institucional» que incluye a entidades financieras, organizaciones políticas y grandes empresas con incidencia en las instituciones.

Uno de los elementos que más llama la atención del proceso de «transformación» de las cajas de ahorros vascas desarrollado durante estos últimos cuatro años es el sorprendente silencio mantenido al respecto no por los empresarios, sino por las organizaciones que, en principio, están destinadas a representarles. Los empresarios se han quejado, de forma repetida, de la negativa actitud de Kutxabank frente a la necesidad de crédito de las empresas vascas a lo largo de la crisis. Esto ha sido, sin duda, algo gravísimo y esencial en el fracaso de nuestras políticas anticrisis.

Sin embargo, a las organizaciones empresariales les correspondía haber ido mucho más allá. Deberían haber identificado con claridad lo que estaba sucediendo, las razones del más que evidente alejamiento de Kutxabank con respecto a nuestro tejido empresarial. Y deberían haberse enfrentado frontalmente a un proceso de transformación de las cajas de ahorros cuyas principales perjudicadas son, sin duda, nuestras empresas pequeñas y medianas.

No se trata de una cuestión más. No es uno más de los retos o problemas a los que nuestros empresarios se enfrentan. La operación de sustracción/apropiación de nuestras cajas por la cúpula de los partidos políticos es la mayor amenaza para nuestro tejido empresarial que quizás se ha planteado, digamos, desde la Guerra Civil.

No es un reto ante el que las organizaciones empresariales puedan permitirse el lujo de mirar hacia otro lado. Es un reto ante el cual se juegan su propia credibilidad.

Las organizaciones empresariales vascas deben oponerse pública y frontalmente a esta operación. Porque, si no se enfrentan de forma directa a este reto, están perdiendo toda autoridad para postularse como representantes de unos empresarios cuyos intereses objetivos están amenazados de forma tan directa.

Como es sabido, las organizaciones patronales, aunque formalmente representan a los empresarios asociados, tienden a oscilar en sus objetivos y en su gestión entre los intereses de estos empresarios y los de los círculos institucionales en los que habitualmente se mueven los ejecutivos de las propias organizaciones.

Si es inevitable que este entorno institucional condicione en cierta medida la actuación de cualquier organización empresarial, el que este condicionante no se convierta en una radical distorsión de la verdadera finalidad de estas organizaciones es imprescindible para que estas estructuras sean realmente representativas de quien dicen serlo.

Ello presupone situar como sus objetivos fundamentales a los retos básicos de las empresas y evitar sustituirlos por otro tipo de retos inducidos desde partidos políticos, entidades financieras o, en general, desde el indicado «entorno institucional» de los gestores de estas organizaciones.

Esta es la razón de que el reto histórico que la «transformación» de nuestras cajas de ahorros plantea a nuestros empresarios que sea también un reto histórico para las propias organizaciones empresariales. Porque, en la medida en que continúen mirando hacia otro lado, están descubriendo qué intereses están dejando de representar y qué intereses están realmente representando. Y no en una cuestión accidental sino, como decimos, en la mayor amenaza estratégica planteada a nuestro tejido empresarial desde la Guerra Civil.

El silencio ante esta operación tiene una trascendencia tan escandalosa que probablemente va a constituir un punto de inflexión que, de continuar, va a obligar a nuestros pequeños y medianos empresarios a impulsar organizaciones alternativas que sean realmente capaces de defenderlas.

Todo ello parece que va a ser mucho más importante a partir de ahora, si se confirma que ese mismo «entorno institucional» se apodera finalmente de nuestras cajas y las convierte, como ya están haciendo, en su propio negocio y no en la base fundamental de nuestra política industrial, del avance de nuestro equipamiento tecnológico y de la defensa e impulso de las pymes, que es el papel que les corresponde. Este proceso va a suponer un alejamiento creciente de nuestro sistema financiero con respecto a las necesidades de autónomos y de pequeñas y medianas empresas, y un creciente sometimiento del conjunto de nuestro país a esa nueva élite oligárquica. Alguien tendrá que defender a nuestros empresarios. Y todo parece indicar que las actuales organizaciones patronales vascas han elegido ya qué intereses representar. Y no son precisamente éstos.