@albertopradilla
MADRID
Elkarrizketa
Jesús González Pazos
Coordinador del libro ‘Solidaridad en tiempos de crisis’

«La solidaridad fortalece lo colectivo de nuestra sociedad»

‘Solidaridad en tiempos de crisis’ es el título de un libro colectivo editado por Mugarik Gabe y coordinado por Jesús González Pazos en el que 14 periodistas de diversos medios de Euskal Herria abordan la respuesta social ante un contexto de retroceso de los derechos sociales y aumento de la desigualdad. Antonio Álvarez Solis y el autor de esta entrevista, firmas de GARA, son algunos de los participantes en una obra que, a través de reportajes y crónicas, muestra ejemplos de acción colectiva en lugares como Gasteiz, Palestina o Nicaragua.

Jesús González Pazos, coordinador del libro. (NAIZ)
Jesús González Pazos, coordinador del libro. (NAIZ)

Un contexto como el actual, de ofensiva neoliberal y recortes sociales, ¿incrementa la necesidad de hablar de solidaridad?
En estos tiempos también hay que hablar de solidaridad. De una solidaridad no caritativa, no compasiva, sino entendida como compromiso ético, humano, entre las personas, los pueblos y organizaciones. En este momento en el que nos bombardean con distintas crisis, no solo la economica sino otras, lo que tiene que ver con la solidaridad va quedando en un segundo o tercer plano. Pretendemos que no sea así y recuperar ese espacio perdido.

En demasiadas ocasiones la solidaridad se entiende en términos de caridad. ¿Comparte esa visión?
En la sociedad en la que estamos, estos términos se hacen sinónimos. Nosotros creemos que la caridad, la compasión, en un sentido más puro, tienen connotaciones positivas. En otro no tan puro apuntan a la verticalidad. La caridad la ejerce quien tiene con quien no tiene y eso coloca tanto a uno como a otro en una situación de verticalidad. Sin embargo, la solidaridad, tal y como la entendemos nosotros, se tiene que entender entre las personas. Eso ejerce una retroalimentación continua, un caminar conjunto hacia términos como justicia, igualdad de derechos y sobre todo ejercicio de derechos.

El sur de Europa se encuentra en un proceso de pérdida de derechos y rebaja de las condiciones de vida. ¿Cómo se asimila y cómo afecta a la solidaridad?
Por mucho que se quiera ocultar hay muchas estadísticas que reflejan la situación del Estado español. En estos momentos tiene el mayor índice de desigualdad, solo superado por Rumanía y Letonia. Eso habla de una sociedad tremendamente desigual y que camina hacia porcentajes todavía mayores. El 20% de la población más rica tiene siete veces más renta que el 20% más pobre Y así podríamos seguir dando índices que demuestran que esta sociedad se descompone poco a poco. Se pasa de una tremenda injusticia social a una pérdida de derechos de todo tipo: sociales, económicos, laborales... De ahí la importancia de que la solidaridad no sea algo que practicamos con los más pobres de nuestra sociedad, en un sentido caritativo o con terceros países. La solidaridad no debe ser solo un término para tiempos de bonanza económica sino un compromiso para estos tiempos de crisis. Y no solo con terceros sino con quien tenemos al lado, con nosotros mismos. Esto fortalece nuestra sociedad. En Euskal Herria tenemos instrumentos como el auzolan, que se recupera y se hace contemporáneo. La solidaridad fortalece lo colectivo de nuestra sociedad.

Dentro de los modelos de solidaridad se incremetan las fórmulas de desobediencia civil, como la paralización de los desahucios.
Los pueblos siempre demuestran mayor inteligencia que los sistemas dominantes. Y en esto la sociedad del Estado, la catalana, la vasca, la portuguesa o la italiana rearticulan mecanismos de solidaridad para fortalecerse y protegerse ante un sistema impositivo. De ahí las redes que van creándose. En Euskal Herria el movimiento social siempre ha sido muy fuerte, aunque en los últimos años se estaba debilitando. En el Estado español, por el contrario, casi estaba desaparecido como redes sociales y colectivas. Esta crisis ha refortalecido la necesidad de esas redes. De algún modo la sociedad es la que da lecciones a quien hace política tradicional de que hay que articularse ante las situaciones que están ocurriendo, que son muy duras. 

En otros momentos el concepto se llegó a relacionar con un modelo más o menos dependiende del dinerio de las administraciones y reducido a las ONG. ¿La falta de fondos públicos y la crisis ha terminado por quebrarlo?
Se rompe y no se rompe. Ese cierre del grifo y esos recortes marcan un debilitamiento. Pero hay que señalar que ese grifo es de todos. Al fin y al cabo, el dinero público que manejan las instituciones es dinero que los ciudadanos y ciudadanas entregamos a las instituciones, luego ellas no pueden decidir ese cierre o no cierre. Es una obligación de administración que tienen las instituciones. Sí que es cierto que se están replanteando los modelos de cooperación, desde las propias ONG y organizaciones de solidaridad. Quizás cada vez se oiga más hablar de organizaciones de cooperación y solidaridad internacional, porque se está replanteando la cooperación más hacia movimientos sociales, conscientes de que ellos tienen que ser los protagonistas de las transformaciones. 

Entonces, de lo que hablamos es de organización.
Con la disculpa de la crisis se nos han impuesto todas estas medidas económicas. Ante eso, la sociedad se organiza y reacciona. Y ante esa reacción, los poderes económicos y los políticos, reaccionan con leyes más impositivas y menos democráticas, que tratan de recortar los derechos de los ciudadanos. Ahí está la Ley Mordaza u otra serie de medidas no tan visibles pero que tratan de imponer una ideología, no solo un modelo económico. Ante ello, creo que la sociedad tiene que organizarse. La solidaridad no se puede entender solo como un sentimiento de identificarse con el otro. Si te identificas tienes que colocarte en su lugar y actuar. La sociedad no se puede quedar solo en el sentimiento, debe generar acción y esto es lo que fortalece la acción social. No es solo el sentimiento de enfado.

¿Qué tipo de historias se encuentran en el libro?
Pusimos solo una condición: hablar de la solidaridad como un compromiso humano, ético y político. De ahí cada cual tenía libertad absoluta para enfocar su relato: podía ser una crónica periodística, un ensayo, una narración o un cuento. Desde ese punto creo que se han conseguido 14 relatos muy diversos. Hay textos que hablan de la solidaridad en Gasteiz y otros que hablan de Nicaragua, Bolivia o Bangladesh. Tampoco queríamos centrarnos en la solidaridad que ejercen los países del norte con los del sur, sino que también había que hablar de una necesaria solidaridad en nuestra propia sociedad. Por eso la diversidad de textos que se han encontrado.