El president de la Generalitat, Artur Mas, ha querido zanjar esta mañana la polémica iniciada por él mismo el miércoles, cuando sembró dudas sobre la convocatoria de las elecciones plebiscitarias del 27 de setiembre al asegurar que están supeditadas al apoyo parlamentario que ERC brinde al Govern durante estos meses. «Claro que habrá elecciones», ha señalado a la salida de un acto en Barcelona, aunque la portavoz del partido, Mercé Conesa, ha insistido en pedir lealtad a los republicanos.
Por parte de ERC, que no ha querido entrar al trapo en las últimas horas (Junqueras se limitó a señalar que su partido ha cumplido sus compromisos), hoy ha sido la secretaria general, Marta Rovira, la encargada de ahuyentar fantasmas y asegurar que el pacto con CDC sigue «vivo y vigente pese a aquellas discrepancias que son de sentido común».
Los dos principales partidos soberanistas catalanes han escenificado de esta manera algo parecido a una tregua, horas antes de que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural llenen el Palau Sant Jordi (el aforo de 16.000 personas está completo desde hace semanas) y parte de sus aledaños con el acto «Tornen les urnes, tornem al carrer» (Vuelven las urnas, volvemos a la calle)».
Un acto con el que las entidades soberanistas pretenden, en primer lugar, remarcar la importancia de las elecciones municipales del 24 de mayo como primera vuelta de las plebiscitarias y, en segundo lugar, dar inicio a una campaña de movilizaciones de cinco meses que culminará, precisamente, con las elecciones del 27S. Y como objetivo de fondo, trabajar y escenificar una unidad de acción imprescindible antes de las plebiscitarias pero sobre todo después, en caso de victoria independentista. Una unidad de acción sobre cuya complejidad han vuelto a ser buena muestra las tiranteces de las últimas horas entre convergentes y republicanos.