@zalduariz

Tras el plebiscito, la batalla por el resultado

Aparentemente consolidado el referéndum del domingo, la batalla se centra ahora en cómo se interpretarán los resultados, sean los que sean.

Beñat Zaldua
Beñat Zaldua

Consciente de que la montaña rusa en que se ha convertido la actualidad griega puede hacer que este comentario carezca de sentido en el mismo momento en el que este periódico salga de la imprenta, la principal noticia durante la tarde de ayer, camuflada tras los dimes y diretes de última hora entre el Gobierno de Syriza y la troika, fue la consolidación de la cita de los griegos con las urnas prevista para el próximo domingo.

Las declaraciones de algunas piezas clave del puzzle griego como el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, o la canciller alemana, Angela Merkel, durante el día de ayer así lo dieron a entender, ya que, remarcando la importancia de la victoria del «sí», dieron por hecho el referéndum. Algo de lo que cabe deducir que la troika no dejará caer Grecia antes del domingo, es decir, que el Fondo Monetario Internacional (FMI) hará la vista gorda al impago de ayer y que el Banco Central Europeo (BCE) mantendrá la banca griega con respiración asistida. Otra cosa es que el discurso del miedo abanderado por las instituciones acreedoras y por la derecha griega requiera de nuevos sustos en su campaña a favor del «sí», lo que implicará que la retórica belicosa se mantenga. No deja de ser, en cierto modo, algo tristemente normal; al fin al cabo, es una campaña. Sea como sea, se puede decir que el referéndum del domingo es un hecho, una victoria nada despreciable, sobre todo si recordamos la airada reacción del Eurogrupo cuando Tsipras anunció el referéndum la semana pasada.

Sin duda, un triunfo de Syriza al que se llega, evidentemente, gracias a la determinación del Gobierno encabezado por Tsipras. Pero quizá también, en un segundo plano, porque las cancillerías europeas han podido llegar a la conclusión de que, en el borde del precipicio, el mal menor es el referéndum. También para ellos. De hecho, la situación ofrece interpretaciones aparentemente contradictorias, ya que todas las partes pueden creer que tienen algo a ganar sea cual sea el resultado del referéndum. Vamos, un «win-win» al cuadrado.

El órdago de Tsipras no es de difícil comprensión. Ganó las elecciones con el mandato de poner fin a los recortes y a las políticas de austeridad, pero dentro del euro. El ultimátum propuesto por la troika convertía en inviable dicho mandato, ya que supeditaba la continuidad en el euro a un nuevo programa de ajustes. Visto el panorama, la convocatoria del referéndum no es sino la opción más sensata que tenía Tsipras para obtener un nuevo mandato democrático.
Si gana el «no», Syriza se apunta un tanto de primer orden, sale reforzada y en una buena posición para volver a negociar un mejor acuerdo. Porque cabe subrayarlo bien, el Gobierno griego no plantea el referéndum como un plebiscito sobre el euro, sino sobre la última propuesta de la troika. En caso de que gane el «sí», la consecuencia lógica sería la convocatoria de elecciones, dado que el Gobierno en bloque defiende la opción contraria en el referéndum. No es una hipótesis nada descartable que en dichas elecciones Syriza vuelva a ganar y con mayor margen, repitiendo así el fenómeno escocés, donde el SNP, después de perder el referéndum por la independencia, arrasó en las siguientes elecciones.

Por el lado de la troika, la lectura puede pasar también por pensar que un «no» supone la salida automática del Euro (así se podrían escudar en que ha sido decisión de los griegos), mientras que un «sí» supondría la derrota y caída de Syriza.

Consolidado el referéndum, por lo tanto, la batalla se centra ahora en el significado de su resultado, sea el que sea. Por un lado, Europa tendrá que explicar por qué, tal y como defiende, una victoria del «no» a una propuesta concreta supone una salida automática del euro. Al mismo tiempo, Syriza deberá aclarar si convocará elecciones en caso de victoria del «sí». Caso en el que, entonces sí, las elecciones se convertirían, probablemente, en el referéndum sobre la permanencia en el euro.