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BILBO
Elkarrizketa
Yehuda Shaul
Cofundador de Breaking The Silence

«La cifra de muertos es el resultado directo de cómo decidimos luchar en Gaza»

El servicio obligatorio en el Ejército israelí de Yehuda Shaul coincidió con la Segunda Intifada. Nada más abandonar las filas de las Fuerzas Armadas decidió romper el silencio y poner voz a la brutalidad cotidiana de la ocupación palestina, lo que le ha llevado a ser el rostro más visible del colectivo Breaking The Silence, del que es cofundador.

Yehuda Shaul, cofundador de Breking The Silence. (Luis JAUREGIALTZO/ARGAZKI PRESS)
Yehuda Shaul, cofundador de Breking The Silence. (Luis JAUREGIALTZO/ARGAZKI PRESS)

A sus 32 años, Yehuda Shaul lleva un tercio de su vida dedicado al activismo por el fin de la ocupación de Palestina. Ha recalado en Bilbo para presentar ‘El libro negro de la ocupación’, en el que Breaking The Silence recoge los testimonios de 145 soldados israelíes que han servido en los Territorios Ocupados.

En su último informe, Breaking The Silence hizo públicos numerosos testimonios de soldados que sirvieron durante la ofensiva contra Gaza del verano pasado. ¿Cuál era el mensaje que estos militares quisieron transmitir?
Desde que finalizó la operación Margen Protector, comenzamos a contactar con soldados y oficiales que participaron en ella, y logramos convencer a 74 de ellos para que brindaran su testimonio. Personalmente, que serví durante la Segunda Intifada en Cisjordania y que durante mis años en Breaking The Silence he conocido a muchos integrantes de la Fuerza Armada, nunca había oído que las reglas del enfrentamiento fueran tan permisivas como nos relataron quienes estuvieron en Gaza.

Antes de entrar en otro tipo de detalles, no podemos olvidar la gran cantidad de víctimas: las fuentes más conservadoras hablan de 2.200 palestinos muertos, de los cuales el 45% eran civiles. La destrucción de propiedades también fue masiva y se calcula que unas 18.000 viviendas fueron destrozadas.

Durante las últimas operaciones militares contra Gaza, las cifras de víctimas mortales han crecido exponencialmente. ¿Qué ha pasado?
No se trata de ninguna casualidad o coincidencia. Estos datos son el resultado directo de cómo decidimos luchar en Gaza. La actuación del Ejército israelí se basó principalmente en dos doctrinas.

La primera es la que llaman «Riesgo Cero para nuestras tropas», algo que parece obvio en la labor de todos los ejércitos, pero el problema llega con la segunda parte de la afirmación: «Riesgo Cero para nuestras tropas, a cualquier precio», incluso a pesar de la ingente cantidad de víctimas civiles en el otro lado. Sé que se trata de un concepto muy abstracto, pero para entendernos, utilizaré una frase con la que todos los soldados somos entrenados: «Si ha duda, no tienes duda». Yo mismo fui entrenado bajo ese principio: si no tienes claro el objetivo, no hay dudas y no aprietas el gatillo, porque cuando disparas sobre alguien, no hay vuelta atrás.

El pasado verano, se actuó invirtiendo el sentido de esta frase: si tienes dudas, aprieta el gatillo porque preferimos los errores a estar a expensas de los palestinos. No me malinterprete: no soy de los que piensa que el cometido de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) sea proteger a los palestinos, pero entre ambas posiciones debe haber un punto intermedio. Nosotros hemos optado deliberadamente por el extremo.

La segunda doctrina es relativa a la destrucción desproporcionada de infraestructuras. La mentalidad que la sustenta es que esa destrucción masiva y deliberada dejará una cicatriz que la gente no olvidará y que, por tanto, Hamas se lo pensará dos veces antes volver a actuar.

¿De qué manera concreta influyeron estas doctrinas?
No se emplearon técnicas y métodos operativos, sino de guerra. El problema es que Gaza no es un campo de batalla abierto, al uso, sino que se trata de una de las zonas con mayor densidad poblacional del mundo: 1,7 millones de personas viven en una franja de 32 kilómetros de largo por doce de ancho, en su zona más ancha.

Lo que hizo el Ejército fue arrojar panfletos advirtiendo de que se iba a bombardear una zona, marcando una hora límite para abandonarla. Una vez pasado ese tiempo, convertían barrios enteros en campos de batalla tradicionales que se bombardeaban antes de la irrupción de las tropas terrestres. Les llamamos barrios, pero, por ejemplo, el distrito de Shejaiya tiene 100.000 habitantes, más que muchas ciudades.

Durante los 50 días de operación se lanzaron sobre Gaza unos 19.000 proyectiles de artillería (un solo artefacto mata en un radio de 50 metros y tiene capacidad de herir a personas en 150 metros). Los testimonios de los soldados de infantería cuentan que, según las órdenes, cualquier persona debía ser considerada una amenaza y, por tanto, podían disparar. «Nos decían que todo lo que había en la zona era una amenaza y que, salvo que viéramos a alguien ondeando una bandera blanca o clamando clemencia, debíamos disparar», nos contó uno de los soldados.

Todos los testimonios son anónimos. ¿Cómo es el proceso para recabarlos?
Normalmente somos nosotros quienes nos acercamos a los soldados, porque resulta difícil que ellos den ese paso. Cada vez que alguien se nos acerca, se nos enciende una luz roja de alerta. Debemos ser extremadamente cautos con este asunto.

Recientemente, un tipo se nos acercó diciendo que había servido en Gaza. Quedamos con él para entrevistarle y tardamos cinco minutos en darnos cuenta de que se trataba de un «fake». Poco después, le reconocimos en la televisión, era un diputado del Likud, del partido de Bibi Netanyahu. Filtramos la noticia y admitió que trató de engañarnos y que formaba parte de un plan que trataba de probar que publicamos mentiras. En resumen, vino a destruir nuestra credibilidad y acabó demostrando que nuestro sistema funciona y que agarramos a los mentirosos muy rápido.

¿Los soldados que brindaron su testimonio para este informe sobre el ataque a Gaza siguen en activo?
Muchos de ellos sí. El 30% de los soldados que entrevistamos sobre la operación Margen Protector estaban todavía prestando el servicio militar obligatorio. Pueden ser encarcelados por hablar con nosotros, pero aún así deciden hacerlo.

De los más de 70 que prestaron testimonio, no todos tienen la misma ideología. Algunos estaban en contra de la ofensiva desde su inicio, otros no eran contrarios a la operación en sí, sino que no estaban de acuerdo con las formas y con que, además, no se estuviera diciendo la verdad a la gente. Y en el fondo, de esto habla el libro y en esto consiste la labor que realizamos desde Breaking The Silence: informar a la opinión pública de lo que realmente significa la ocupación.

El colectivo del que es cofundador inició su andadura en 2004. ¿Cómo ha evolucionado la labor de esta organización y qué efectos ha tenido?
Estamos considerados unos enemigos del Estado, pero sobre el terreno hay una mayor demanda para escucharnos, para participar en nuestras actividades.

Esto no quiere decir que la mayoría de la sociedad israelí esté con nosotros o que seamos populares, nada más lejos de la realidad.

Siempre decimos que seremos populares el día en que dejemos de hacer nuestro trabajo. Por definición, nuestra labor consiste en incomodar, en elegir los momentos de mayor placidez, cuando la gente está en la playa, por ejemplo, y recordarles que somos responsables de décadas de ocupación.

¿Cómo vive la sociedad este tipo de operaciones?
Actualmente tenemos el Gobierno más derechista que nunca ha tenido Israel desde 1948. Hay muchas razones que podemos citar para explicar que este Gobierno no representa a la sociedad israelí, pero cuando hablamos de la operación Margen Protector, las autoridades son más moderadas que la opinión pública. Y decir esto no es fácil, me llena de tristeza hacerlo, pero es así.

Esta operación contó con la aprobación del 92% de la sociedad israelí. No son cifras fáciles de encontrar en sociedades democráticas. Creo que es muy díficil encontrar un tema sobre el que puedas preguntar en el País Vasco y que arroje estos resultados. ¡Incluso si preguntaras qué hora es ahora sería difícil que un 92% coincidiera en su respuesta!

Hace escasas semanas, un estudio de la Universidad de Tel Aviv recogía entre un 40 y un 50% de los judíos israelíes creen que no fuimos demasiado lejos al golpear a los palestinos de Gaza el verano pasado.

¿Cómo explica que la sociedad israelí esté cada vez más encerrada en sí misma?
En general, se está viviendo el mismo proceso que atraviesan quienes sirven en los Territorios Ocupados. Cuando eres soldado, atraviesas más líneas rojas de las que nunca hubieras imaginado. Te acostumbras a hacer cosas que nunca pensaste que harías, porque la rutina convierte en normales cosas muy fuertes.

En la sociedad ha ocurrido lo mismo. En 2004, fue asesinado el líder de Hamas Salaj Chejade y 14 mujeres y niños inocentes también murieron en aquella acción. Hubo protestas en las calles, peticiones de dimisión y líderes políticos pidieron la apertura de una investigación para esclarecer lo sucedido. ¿Y el verano pasado? Unos 400 niños, ¡400 niños!, murieron y no valen una mierda.

Hay un refrán judío que dice que si uno comete un crimen y lo hace repetidamente, acabará olvidando que es un crimen y creerá que es algo que tiene derecho a hacer.

Eso es lo que está ocurriendo y, por desgracia, se hace con la connivencia de la comunidad internacional.

Precisamente ese es el mensaje que intentamos transmitir con el ‘Libro negro sobre la ocupación israelí’, que la ocupación no son solo los picos puntuales como el de Gaza, sino que se trata de un sistema compuesto por millones de acciones que son llevadas a cabo a diario por cada soldado, por cada colono en los Territorios Ocupados. Buscamos principalmente recalcar que la ocupación no es un sistema defensivo. No es que haya un terrorismo palestino y que nosotros tengamos que defendernos. No. Nosotros elegimos atacar. No es una necesidad defensiva, sino una decisión de atacar.

¿Cómo interpreta el papel del Ejército?
El Ejército es una institución muy grandes y no hay una opinión concreta, pero en lo que respecta a los portavoces, se dedican más a ofrecer un sesgo positivo sobre la ocupación que a decir a la gente lo que realmente esta significa para que la sociedad pueda decidir.

No me malinterprete, muy en el fondo, en nuestra organización no pensamos que el problema sea el Ejército, sino la misión política que se le ha encomendado.

Todo Ejército en el mundo que recibiera órdenes de oucpar un territorio durante décadas y de limitar los derechos de sus habitantes hubiera hecho lo mismo. Por eso el problema no es el Ejército, sino la misión que le hemos mandado a cumplir.

Mi mayor queja con respecto al Ejército es que mientan. Que rompan el silencio, que se pongan ante la sociedad y le digan: «Mirad, este es el precio de mantener la ocupación sobre los palestinos. Esto es lo que nos habéis mandado a hacer: decídnoslo e iremos, mataremos y destruiremos». ¿Por qué están empeñados en pintarlo todo de color de rosa?

Le sorprendería asimismo el apoyo que tenemos dentro del Ejército, incluso periódicamente se nos invita a ofrecer conferencias ante altos cargos. ¿Por qué lo hacen? No lo sé. Algunos tal vez crean que es necesario hablar sobre estos temas, otros igual pensarán que el Ejército tiene que tener sitio para todas las opiniones... Nosotros no vamos allí pensando que podemos cambiar las cosas. El Ejército no puede cambiar si no cambian las políticas.

Claro que quiero que el Ejército sea más moral. Pero eso no significa esperar cinco minutos en lugar de uno desde que se avisa hasta que se bombardea. Será un Ejército más moral cuando deje de ser una fuerza de ocupación y no se utilice para el ataque y la ocupación.

En este contexto, ¿cuáles son las claves para la paz?
No creo mucho en la paz. Es una palabra que perdió su significado, porque todo aquello de lo que hemos hablado se hizo en nombre de la paz. En mi generación no hablamos de «paz sí» o «paz no», porque ¿quién no quiere la paz? Hamas y Bibi Netanyahu dicen que quieren la paz.

La verdadera cuestión es cuándo acabará la ocupación y aceptaremos que los palestinos también son personas y que hay que respetar sus derechos humanos.

Hay una idea básica que es considerada radical: los palestinos tienen que ser libres. Piense en ello. Muchos, a mi edad, con 32 años, no saben lo que significa vivir en libertad, nunca han visto el mar. ¡Es enfermizo! En este sentido, la respuesta es simple: lo que hace falta para acabar con la ocupación es acabar con la ocupación. ¿Por qué es tan complicado?