Karlos ZURUTUZA

Turquía frente al escorpión

Desde que estalló la guerra siria, Turquía lleva proponiendo la creación de una «zona de seguridad», en un principio pensando en una rápida derrota de Bashar Al-Assad. Con los avances kurdos sobre el terreno, la lucha contra el ISIS se ha convertido en la excusa para mantener a estos como «daños colaterales»

Soldados turcos en un control en Diyarbakir. (Ilyas AKENGIN/AFP)
Soldados turcos en un control en Diyarbakir. (Ilyas AKENGIN/AFP)

Ankara busca una zona de amortiguación en Siria». Podría ser, y lo es, un titular de estos días pero se trata de un encabezamiento que llevamos leyendo de forma intermitente desde setiembre de 2011. Como casi todo el mundo, Ankara también creía entonces que Al-Assad era el siguiente en caer tras Gadafi. «Cuestión de tiempo, meses…», decían incluso los analistas más avezados.

Era el plan perfecto: Erdogan liderando una marcha triunfal hasta Damasco con el respaldo de Occidente y, de paso, noqueando a los kurdos de Siria por el camino sin que nadie repare en ello. En 2011 resultaba pues imperativo establecer una zona de seguridad calcando el modelo libio de Bengasi. Trasladado a Siria, hablamos de Rojava, el espacio geográfico que ocupan los kurdos, en el norte del país.

Pero la guerra se alargaba demasiado, y con efectos indeseados para muchos, que van más allá de la tragedia humanitaria. En julio de 2012 Al-Assad seguía en pie y los kurdos declaraban «oficialmente liberado» su territorio, lanzando un auténtico órdago a las potencias regionales de Oriente Medio.

Combatientes con las barbas cada vez más largas seguían accediendo al territorio desde Turquía mientras los kurdos de Siria intentaban explicar al mundo que las primeras víctimas eran ellos, pero faltaban altavoces. Occidente miraba hacia otro lado repitiendo la cantinela exculpatoria de que «los yihadistas combaten a Assad».

En 2013 pasamos de la psicosis del «bombardeo inminente sobre Damasco» a aceptar que un relevo en el trono sirio podía ser aún más catastrófico, más que nada porque no había relevo. 2014 sería el año de la puesta de largo de los kurdos a nivel internacional con el asedio de Kobane. En Ankara la proyección y el apoyo recibido por los kurdos de Siria levantaba ampollas mientras estos encadenaban importantes avances sobre el terreno.

La reciente conexión territorial de los cantones de Kobane y Yazira es uno de los más significativos, a pesar de la cobertura turca con la que han contado los yihadistas del ISIS para evitarlo. Ni por esas.

«El de Siria es un caos controlado», decía en estas mismas páginas Salih Muslim, líder de los kurdos de Siria. Probablemente, pero puede que la agenda más nítida de esta guerra haya sido la de Ankara.

La última excusa turca para mantener a los kurdos de Siria como objetivo «colateral» es «la lucha contra el ISIS». El enfrentamiento con la milicia kurda en la ansiada «zona de seguridad» es inevitable por lo que se tensa la cuerda bombardeando las bases del PKK en Qandil, se amordaza a los medios de prensa kurdos y se detiene a centenares.

Ankara necesita la guerra con el PKK para que el mundo recuerde que el maquis kurdo, sea en Siria o en Turquía, sigue siendo una «organización terrorista».

Por el momento la estrategia funciona y la Casa Blanca no ha tardado en condenar de forma oficial la respuesta del PKK a la agresión turca. Ankara ya tiene carta blanca para bombardear a aquellos que están luchando contra el Estado Islámico. Eso sí, la «lucha contra el ISIS» podría convertirse en una tesis válida «a posteriori».

No olvidemos que todos los que han jugado la baza del extremismo wahabita lo han acabado sufriendo en sus propias carnes.

Puede que el caso más paradigmático sea el del 11-S, pero también les ha ocurrido a los paquistaníes con los talibanes, a argelinos y malienses tras utilizar apoyar a Al Qaeda en el Magreb en su lucha contra los tuaregs de Azawad, a los rusos que inundaron el Cáucaso de árabes para dinamitar la resistencia chechena… El escorpión siempre pica a la rana que le ayuda a cruzar el río.

Cuando estalle el primer suicida en Taksim, el abigarrado centro financiero de Estambul, el significado de la «lucha contra el ISIS» cobrará todo su valor. Y ni siquiera habrá que cruzar la frontera para hacerlo