Gotzon ARANBURU
ARRASATE

Selección vasca

Hace justo un siglo que la «Selección vascongada» de fútbol se enfrentó a la «Selección catalana», en un San Mamés que llevaba año y medio inaugurado y tenía un aforo de 7.000 espectadores. Aquel primer encuentro de nuestro combinado nacional se saldó con victoria local por 6-1, pero el resultado es lo de menos. Lo que cuenta es que se inició un camino, tortuoso ciertamente, pero nunca abandonado, de forma que cien años más tarde la reivindicación de oficialidad para la selección vasca de fútbol se escucha más fuerte que nunca, y a buen seguro retumbará a dúo con la catalana las próximas Navidades en Barcelona.

Partido entre la selección vasca y Túnez en San Mamés, en diciembre de 2011. (Monika DEL VALLE/ARGAZKI PRESS)
Partido entre la selección vasca y Túnez en San Mamés, en diciembre de 2011. (Monika DEL VALLE/ARGAZKI PRESS)

Las crónicas de la época destilan el sabor de lo añejo, empezando por la terminología. La revista gráfica ‘Novedades’ informaba en su relato del «sensacional match de foot-ball» que los vascos se apuntaron seis «goals» y que distinguidos «sportmen» bilbainos presenciaron el choque. El diario ‘Euzkadi’ solicitaba un comportamiento ejemplar a los espectadores y mano dura al «referee», al que recomendaba «no dejar pasar nada al principio y luego castigar faltas menores al final del match».

Los llamamientos a la deportividad no debieron de caer en saco roto, a juzgar por el magnífico ambiente que se vivió en la cena posterior al encuentro, disputado el 3 de enero. El menú también resulta añejo, si lo comparamos con los hábitos alimentarios de los actuales deportistas profesionales: jugadores y directivos se metieron entre pecho y espalda entremeses variados, consomé Fermiére, merluza en salsa tártara, pollo salteado a la cazadora, espárragos con salsa holandesa, rosbif a la inglesa, plum pudding al ron, quesos, frutas, café, cigarros y licores.

Pero, para deportividad, la que demostró uno de los jugadores del combinado vasco, el mítico Pichichi, que marró a propósito un penalty a su juicio señalado injustamente a un defensor catalán. De cualquier forma, Rafael Moreno marcó tres goles, a los que se sumaron dos de Patricio y uno de Angoso. El gol catalán lo anotó Armet. A los tres delanteros vascos citados les acompañaron en el once inicial el portero Ibarretxe, los defensas Arrate y Solaun, los centrocampistas Arrate, Belauste y Peña, y los delanteros Acosta y Pagaza. En cuanto a Catalunya, puso en el campo a Armet, Bau, Bru, Castells, López, Masana, Monistrol, Peris, Pomes, Ponsa y Reguera.

El nombre de «Selección de Euskadi» no se adoptó oficialmente hasta que estalló la guerra de 1936, cuando el combinado vasco empezó a disputar partidos con el objeto de recaudar fondos para las tropas que se enfrentaban a Franco. La base del equipo la formaban jugadores del Athletic, pero los había también que habían militado en el Sevilla y el Barcelona, e incluso en el Real Madrid, caso del irundarra Luis Regueiro, capitán y portavoz de la selección. Eran tiempos difíciles y la selección tuvo que autofinanciarse: la recaudación de sus primeros partidos en territorio vasco se destinó a fletar el avión con que viajarían posteriormente a Europa, a disputar encuentros y hacer de altavoces de la causa antifascista vasca.

La selección vasca que se enfrentó al Racing de París en 1937

El primer partido de la gira internacional lo disputó la selección vasca en París, donde Manu de la Sota, delegado del equipo, los presentó ante la prensa como «jugadores que son gudaris, soldados que vienen de las trincheras donde han luchado por la paz y la fraternidad» y donde derrotó por 3-0 al Racing de la capital francesa el 25 de abril de 1937, justo la víspera del bombardeo de Gernika. Con la moral por los suelos, el equipo jugó luego en Toulouse, Marsella, Praga, Polonia y Moscú, donde supo de la caida de Bilbo en manos franquistas. La selección fue recibida por auténticas multitudes a lo largo y ancho de la URSS, igual que en Dinamarca. La gira europea se prolongó hasta noviembre de aquel año, cuando la selección recibió la orden del Gobierno Vasco en el exilio de viajar a América, donde siguió disputando partidos hasta que se disolvió en 1939. Después, el silencio, durante cuarenta años.

1979, la resurrección

Saltamos hasta agosto de 1979. Franco ya ha muerto y la campaña ‘Bai Euskarari’ recorre Euskal Herria. Como colofón de la misma, se organiza el partido que supondrá la resurrección de la selección vasca de fútbol, el Euskadi-Irlanda del 16 de agosto en San Mamés, ante 40.000 espectadores y con saque de honor a cargo de Iraragorri, superviviente del equipo de 1937.

Equipo completo del partido Euskadi-Irlanda en 1979 en San Mamés

El seleccionador Andoni Elizondo convocó a jugadores de toda Euskal Herria, norte y sur. Ataviado de blanco, rojo y verde, el combinado nacional vasco saltó al campo con Iribar en la portería, Zelaieta, Kortabarria, Alesanko, Eskalza, Villar, Alonso, Zamora, Dani, Satrustegi y Rojo I. Arconada sustituiría luego al Chopo. El resultado final fue de 4-1 a favor de la selección vasca, con goles de Dani, Satrustegi y Zamora, y Whelan por parte de los irlandeses.

Posteriormente el equipo nacional vasco siguió disputando partidos (el siguiente contra Bulgaria, en Atotxa), pero ya en aquel primer partido en San Mamés –que presenciaron juntos el lehendakari Carlos Garaikoetxea y Telesforo Monzón– se empezó a reivindicar la oficialidad de la selección, cuestión que se arrastra desde entonces y no ha encontrado solución todavía.

De hecho, el miércoles mismo, con motivo de la presentación en Arrasate de la equipación para los seguidores del combinado vasco, Inaxio Kortabarria, uno de los componentes de la selección de 1979, expuso en toda su crudeza la cuestión.

Kortabarria: «Es hora de que todo el mundo se comprometa»

«Un partido o dos al año no van a ningún sitio. A base de esfuerzo y sacrificios hemos llegado hasta aquí, pero es hora de que todo el mundo se comprometa definitivamente, en especial las instituciones, Gobierno Vasco incluido. La selección debe tener continuidad, ser oficial. Los vascos queremos una selección propia, con la que gozar en los triunfos y sufrir en las derrotas, como los seguidores de todas las selecciones del mundo, ni más ni menos» afirmó el exrealista en el acto de presentación celebrado en la sede de la firma de ropa deportiva Astore.

En la misma línea se pronunció uno de los jugadores habituales de la verdirojiblanca, Mikel González, que tras subrayar que para él es un honor ser convocado a la selección añadió que «está claro que los jugadores queremos jugar con carácter oficial, los aficionados también lo piden… falta que se den los pasos necesarios».

Aitor Lopez Rekarte, exfutbolista que conoce bien la selección, apuntó ante el micrófono un detalle a tener en cuenta, como es que el tradicional partido de Navidades, además de haberse eternizado en su carácter de no oficial, coincide de lleno con el periodo de descanso habitual de los futbolistas, pero a pesar de ello ningún convocado renuncia al mismo, lo que demuestra su compromiso. «Pero ya es hora de que todos, no solo los jugadores, demos pasos decisivos hacia la oficialidad» añadió ‘Bomba’.

Por el lado de los técnicos, el actual seleccionador, Mikel Etxarri, se sumó a la reivindicación generalizada de oficialidad, tras hacer un repaso histórico del devenir del combinado vasco en el que destacó el partido contra Venezuela, disputado en 2007 en vísperas de la Copa América, que consideró uno de los más importantes disputado por la verdirojiblanca, además de ser el primero jugado en el continente americano tras el encuentro frente a Cuba en La Habana en 1938.

Escultura entregada por Astore en el homenaje por el 100º aniversario. (Gotzon ARANBURU)

Sin duda alguna, el partido de las próximas Navidades en Barcelona, simbólico a más no poder por repetirse aquel choque inicial de 1915, y por el actual momento político en Catalunya, significará un nuevo y poderoso impulso para la reivindicación de la oficialidad de ambas selecciones, una llamada al compromiso ante el que las instituciones políticas respectivas difícilmente podrán hacer oídos sordos.