Gotzon ARANBURU

Hipodromoa

Como detrás de todo gran espectáculo, también en la hípica hay un intenso trabajo, oculto a la vista del público, que se desarrolla en cuadras y pistas de entrenamiento. Estamos en verano, la época en que los espectadores del Hipódromo de Donostia disfrutan del galope de estos magníficos caballos y yeguas, que han sido preparados a conciencia en jornadas que empiezan a las seis de la mañana. NAIZ ha sido testigo de este trabajo.

Carrera en el hipódromo este lunes. (Gotzon ARANBURU)
Carrera en el hipódromo este lunes. (Gotzon ARANBURU)

Encontramos a Ana Imaz en el camino que lleva a las cuadras, en un extremo del hipódromo, el más alejado de los graderíos. Ataviada con katiuskas y un impermeable azul, en el que figura su nombre, está impartiendo instrucciones a una docena de jinetes que montan a los caballos que inician su sesión de entrenamiento matutino. No es su primer grupo de trabajo, pues aquí la jornada se inicia muy temprano: se entra a trabajar a las 5.30 y tres cuartos de hora más tarde el primer grupo de caballos –y yeguas– ya está preparado para entrar en la pista de arena.

El hipódromo de Donostia –o de Lasarte, o de Zubieta, pues por todos estos nombres se le conoce– es un espacio de 24 hectáreas de superficie, construido justo ahora hace un siglo, de ahí que estos días celebre con distintos actos su centenario. Naturalmente, su función más conocida es la de escenario de carreras, con la Copa de Oro como cúspide de la temporada hípica, pero cumple otros dos cometidos menos conocidos pero no menos importantes. Se trata de su labor como centro de entrenamiento y como «hotel» para los animales que compiten en Francia, una gran potencia hípica.

Espacio para 300 caballos

Pello Urtasun, gerente de Hipodromoa, nos explica que los caballos comienzan a competir cuando cuentan con año y medio de edad, con debut oficial a los dos años. En las cuadras de Zubieta, con espacio para trescientos caballos, los animales son alojados, alimentados y cuidados con esmero, mientras que en las pistas de entrenamiento trabajan cotidianamente para ir mejorando su rendimiento, de la mano de sus preparadores y la plantilla de jinetes de Hipodromoa. Los resultados del trabajo en la pista de arena se verán después en la pista de hierba, la de competición.



Cuando no hay carreras en Zubieta, los animales aquí alojados no dejan de competir, pero lo hacen en los hipódromos franceses, con mucha mayor actividad, y ocasionalmente en Madrid. No hay que olvidar que la hípica constituye el segundo sector económico del Estado francés por facturación, con más de trescientos hipódromos en actividad y un enorme movimiento de apuestas gestionado por la PMU (Paris Mutuel Urbain), entidad con más de 80 años de actividad en el ámbito de las apuestas hípicas.

Volvamos a la pista. Ana Imaz trabaja ya con otro grupo de caballos. Es responsable de cerca de ochenta y los conoce a todos perfectamente. Exigente y seria, imparte consejos y órdenes sin parar a los jinetes, para que saquen lo mejor de estos «deportistas de alto nivel que no hablan», como define a los caballos. Ana, de padre vasco y madre madrileña, ya montaba con cuatro años de edad, lo cual no es de extrañar conociendo su entorno familiar, con un padre –Angel Imaz– que se convirtió en entrenador de caballos tras dejar el fútbol y un bisabuelo, por parte de madre, que fue entrenador del rey de España. Su segundo apellido, Ceca, equivale a trayectoria de prestigio en el mundo de la hípica.

Sin embargo, los primeros pasos en serio de Ana en el mundo del deporte no los dio sobre la hierba de los hipodrómos, sino de los campos de fútbol, llegando a jugar en la selección femenina vasca y en la española, hasta que finalmente se decantó por los paddock, como parecía predestinada. Lleva once años de profesional y se ha hecho un nombre en el mundo de la hípica, con una nutrida lista de triunfos en su haber, caso de la Copa de Oro de Donostia en 2012, con Pazifiksturm, o el Derby de Madrid en 2008, con Tsarabi, un potro entrenado en Zubieta.

En las cuadras de Hipodromoa se cuida con mimo a los animales. Cada mozo tiene asignados cuatro caballos, a los que alimenta, hidrata, limpia, hace la cama… El capítulo de la alimentación se cuida especialmente y se basa en avena negra francesa, acompañada de piensos ingleses, pero se «personaliza» en función de si el animal compite o está en fase de descanso, así como de su edad. Naturalmente, la atención veterinaria es constante.



¿De quién son estos caballos tan bien cuidados? Los propietarios pueden ser cuadras de prestigio, que luchan por los trofeos más importantes, o particulares que no aspiran a conquistar los grandes premios pero sí a ganar carreras modestas que, al menos, les permitan amortizar en parte el gasto que supone poseer uno de estos hermosos animales. No es raro que una cuadrilla de amigos compre en común un caballo. Su precio parte de los 5.000 euros aproximadamente –animales con unos años ya, o que no hayan acabado de gustar a sus propietarios–, pero hay que añadir los 1.000-1.500 euros mensuales que cuesta el alojamiento en este «hotel». En este momento álgido de la temporada hípica el hipódromo cuenta con 250 huéspedes, que se reducirán a 150 en invierno.

Toda una industria

Como dice Ana, la equitación es más que una afición, es toda una industria, que mueve mucho dinero, que proviene en gran parte de las apuestas. Sin apuestas no hay competición hípica. De ahí que el hipódromo de Zubieta tenga la mirada puesta en Francia durante gran parte del año, pues en territorio galo es donde más se corre y más se apuesta. Es más, el propio hipódromo de Lasarte debe su nacimiento a los propietarios franceses, que junto a los italianos y belgas vieron cómo, al estallar la Primera Guerra Mundial, sus caballos se quedaban sin pistas para competir. Muchos de estos adinerados se habían refugiado en Donostia al iniciarse el conflicto, y en la capital guipuzcoana sí disponían de algunas diversiones, como el Casino, pero no de hipódromo. Hicieron las gestiones necesarias, encontraron eco, por ejemplo en el rey Alfonso XIII, propietario de una cuadra importante, y en 1916 se inauguraba el Hipódromo de Lasarte, que por tanto cumple ahora su centenario.

Las apuestas, decíamos. A cualquiera de este mundillo a quien se pregunte contestará lo mismo: las apuestas son la clave. En el Estado español se juega poco y así es difícil organizar carreras. Por el contrario, en Francia, que cuenta con centenares de hipódromos, y por tanto con muchas carreras, la PMU mueve muchos millones, y su esfera de influencia alcanza, entre otros, al hipódromo guipuzcoano. Las entradas son hoy en día muy baratas, el público acude en masa solo en contadas ocasiones, las apuestas tradicionales in situ se han reducido, los patrocinios han disminuido, y todo ello hace que la apuesta online o en terminales se convierta en columna vertebral del negocio, y por derivada sea muy importante entrar en el radar de la PMU. En la actualidad en Francia se apuesta sobre carreras que se disputan en Zubieta, gracias a las imágenes servidas desde el hipódromo donostiarra, pero el peaje a pagar es que a veces las carreras se tienen que disputar en días «raros», como los lunes.

Un centenar de trabajadores

Depende de la época del año, pues lógicamente en la temporada de carreras el número sube, pero no menos de cien personas trabajan en el hipódromo donostiarra, entre personal fijo, de mantenimiento, ayudantes de los entrenadores… a los que hay que añadir veterinarios, herradores o personal de transporte de caballos. En los días de carrera Hipodromoa contrata a otro centenar, sea para atender las taquillas, entrada en cajones, o envío de la señal de televisión al satélite para que se reciba en Francia, entre otros quehaceres. Desde 2005, Hipodromoa es gestionado por una empresa privada, que tomó el relevo de la gestión pública llevada a cabo hasta la fecha por el Ayuntamiento de Donostia.

Se ha solido reprochar al hipódromo de Lasarte su trazado difícil, en concreto el diseño de las curvas. Pello Urtasun es consciente de ello, pero revierte el argumento e indica que cada pista de carreras, sea de caballos o de Fórmula 1, tiene su propia personalidad, y que es mérito del competidor saber adaptarse a ella y sacar el máximo provecho de sus características. En el caso de este hipódromo, ciertamente su emplazamiento físico obliga a que las curvas sean bastante cerradas, especialmente la más cercana a los boxes, la llamada Bugatti. Por ello, esta curva ha sido rectificada en todo lo posible, dándole más anchura y algo de peralte, modificación que ha sido apreciada por los jockeys.

Jockeys vascos

Y hablando de jockeys, hay que mencionar a los mejores vascos en las monturas. Urtasun menciona a Gloria Madero, jocketa que se inició con Ana Imaz y ahora compite en varios hipódromos europeos, al igual que Oscar Ortiz de Urbina, natural de Gasteiz pero formado como jockey en Inglaterra, pero sobre todos destaca el oiartzuarra Ioritz Mendizabal, varias veces campeón de Francia, que se ha convertido en una fusta de nivel mundial, sin dejar por ello de reivindicar su condición de vasco allí donde vaya.