Fermín MUNARRIZ

Una vida para la Revolución

Pocas veces la vida de un hombre habrá estado tan ligada a un proyecto político como la de Fidel Castro Ruz. Por ello, es muy difícil apuntar una biografía personal al margen de los acontecimientos históricos que generaron y desarrollaron la revolución cubana durante más de medio siglo hasta el día de su muerte e, incluso, más allá. El comandante revolucionario, además, resguardó con celo extremo todo lo referido a su vida privada y familiar por considerar, como confesó en una ocasión, que era «lo único que tengo».

Fidel Castro, durante una entrevista en el Palacio Presidencial de La Habana, en 1985. (Charles TASNADI/AP)
Fidel Castro, durante una entrevista en el Palacio Presidencial de La Habana, en 1985. (Charles TASNADI/AP)

Fidel Castro Ruz vio la luz el 13 de agosto de 1926 en la finca que poseía en Birán (antigua provincia de Oriente) su familia, fruto de la segunda unión de su padre, Angel María Castro, un terrateniente de origen gallego, con Lina Ruz, proveniente de un núcleo campesino de Pinar del Río. Fidel sería uno de los siete vástagos del matrimonio (tres varones y cuatro mujeres).

La escuela pública rural de Birán acogió los primeros estudios de Fidel, que completó su educación primaria en los colegios católicos privados de La Salle y Dolores, en Santiago de Cuba. En el colegio jesuita de Belén, ya en La Habana, se graduó como Bachiller en Letras en junio de 1945. Su afición al deporte, el béisbol y la gimnasia, en particular, le acompañó durante la carrera de Derecho y de Ciencias Sociales y Derecho Diplomático en la Universidad de La Habana.

El joven Castro mostró ya durante su época de estudiante unas inquietudes políticas que le acompañaron hasta el final de sus días. Ocupó diferentes cargos de responsabilidad en la Federación Estudiantil Universitaria, con la que viajó a la Conferencia Interamericana de Bogotá, fue militante destacado de organizaciones antiimperialistas y progresistas, y llegó a participar en el verano de 1947 en la Legión del Caribe, un fallido proyecto expedicionario para derrocar al dictador dominicano Rafael Trujillo.

Los años de universidad le abrieron las puertas a la lectura de los clásicos marxistas y a los estudios sobre la situación económica y social de su país. Castro demostró desde entonces una perfecta conjunción entre su capacidad para la teoría y su determinación para la práctica. Participó en cuanto proyecto tenía lugar para acabar con el colonialismo y las tiranías en el área del Caribe, lo que le costó palizas de la policía y detenciones.

En 1950, ya graduado, comenzó su actividad como abogado en la defensa de las personas y sectores más humildes de la sociedad cubana. Simultáneamente intensificó su actividad en el progresista Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo, que había colaborado a fundar con su principal dirigente, Eduardo R. Chibás. Tras el golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952, Castro fue uno de los primeros en denunciar abiertamente su carácter reaccionario y llamar a su derrocamiento.

Asalto al Moncada

Ante la inercia de los grupos políticos tradicionales, el joven abogado organizó y entrenó un contingente de unos mil estudiantes, obreros y empleados de las filas ortodoxas. Al frente de 160 de ellos, el 26 de julio de 1953 lideró, con su hermano Raúl y Abel Santamaría, el asalto simultáneo de los cuarteles Manuel Céspedes de Bayamo y Moncada de Santiago de Cuba. Su objetivo era desatar la insurrección armada del pueblo contra la dictadura. Pero la operación falló y más de la mitad de los participantes fueron asesinados brutalmente cuando ya habían sido detenidos. Castro logró huir con un reducido número de guerrilleros, pero días más tarde fue apresado.

El 16 de octubre de ese mismo año, durante el juicio por el asalto a los cuarteles, Castro pronunció el alegato de autodefensa que luego sería conocido por su última frase, «La historia me absolverá», en el que exponía el programa político de un proyecto revolucionario.

Condenado a 15 años de cárcel por insurrección, fue recluido en la prisión de la Isla de Pinos (hoy de la Juventud), donde fundó junto a sus compañeros de lucha el Movimiento 26 de julio. Amnistiados el 15 de mayo de 1955 por las presiones internacionales, los hermanos Castro y sus compañeros se exiliaron a México, donde conocieron al viajero y médico argentino Ernesto Guevara.

La personalidad arrolladora y la solidez ideológica de Fidel cautivaron al joven Guevara, que pasó a formar parte del grupo de 86 expedicionarios liderado por el abogado cubano que el 25 de noviembre de 1956 partió del puerto de Tuxán a bordo del yate ‘Granma’ rumbo a Cuba.

El desembarco del contingente subversivo en la costa suroccidental de Cuba fue accidentado y a los pocos días, y tras varios enfrentamientos con las fuerzas de la dictadura, poco más de una docena de insurgentes consiguieron refugiarse y reorganizarse en Sierra Maestra, donde constituyeron el núcleo del Ejército Rebelde. Comenzaba así la guerra de guerrillas en la montaña y la agitación en las ciudades que culminaría con la toma del poder dos años después.

El 1 de marzo de 1958, Fidel Castro, en calidad de comandante en jefe del movimiento guerrillero, anunció la guerra total en el país. Los meses siguientes la guerra se intensificó, alcanzando prácticamente todo el país. En noviembre de ese año, demostrando unas cualidades extraordinarias para la estrategia militar, Fidel consiguió la victoria en la importante batalla de Guisa, en Sierra Maestra, la llave que abría el camino a la toma de Santiago de Cuba.

A finales de año, la dictadura expiraba ante el avance rebelde y el dictador Batista huyó a la República Dominicana el 31 de diciembre. Un día más tarde, 1 de enero de 1959, Fidel Castro entraba triunfante con sus tropas en Santiago de Cuba. Una semana después, y tras atravesar el país, llegaba a La Habana, ciudad tomada previamente por los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

Fidel Castro celebra el triunfo de la revolución en una imagen tomada el 8 de enero de 1959. (EFE)

El magistrado Manuel Urrutia fue nombrado presidente de la República, mientras José Miró Cardona lo era como primer ministro, cargo en el que fue sustituido por el propio Fidel Castro un mes y medio después. A partir de ese momento, la biografía de Castro es prácticamente indisociable de los avatares de Cuba.

Fidel contaba con 32 años cuando comenzaba el camino de la revolución desde los órganos del poder. Apenas cinco meses después del triunfo militar, el gobierno revolucionario promulgó la Ley de Reforma Agraria que expropiaba los latifundios y los cedía al campesinado a través de cooperativas. La reacción de Estados Unidos no se hizo esperar y amenazó con intervenir militarmente en el país.

1960 fue un año clave en la vida de Fidel. En primavera, y pese a los primeros recelos mutuos manifestados por ambas partes, la Unión Soviética y la República de Cuba establecieron relaciones diplomáticas e iniciaron un camino de colaboración militar y económica. Unos meses más tarde, el Gobierno de La Habana emprendió la nacionalización de empresas extranjeras, la mayoría de las cuales eran norteamericanas. Ese mismo año, Castro leyó la I Declaración de La Habana, en la que analizaba la situación social y económica de Latinoamérica y anunciaba su compromiso de ayudar a los pueblos sojuzgados por el imperialismo estadounidense.

El gigante del norte respondió con el bloqueo económico a la isla y el 3 de enero de 1961 rompía las relaciones diplomáticas con Cuba.

Las presiones políticas, económicas y militares no amilanaron a Castro y la isla caribeña siguió profundizando en su revolución y en la vía hacia el socialismo. Por el camino no faltaron las agresiones directas patrocinadas por los sucesivos gobiernos de EEUU: brotes militares contrarrevolucionarios, sabotajes, intentos de asesinato del líder e, incluso, la invasión militar de Bahía Cochinos, en abril de 1961, abortada por las Fuerzas Armadas cubanas, bajo la dirección personal del propio Fidel Castro, quien un día antes había proclamado el carácter socialista de la revolución. El 2 de diciembre de ese mismo año, Fidel se definía abiertamente como marxista-leninista.

1962 estuvo marcado por la tensión extrema de la «crisis de los misiles», pero Fidel y el Gobierno revolucionario habían decidido claramente cuál debía ser el lado de la revolución. En abril de 1963 visitaba Moscú en un elocuente gesto en plena Guerra Fría.

Acorde con la situación de equilibrios mundiales y de alianzas y bloqueos, los años siguientes de la revolución estuvieron marcados por la austeridad, la disciplina y la productividad. Fidel Castro en persona acometió los procesos más difíciles a los que se debía enfrentar la revolución, desde los desafíos de la «zafra de los diez millones» o el envío de tropas a África hasta el Periodo Especial de casi autarquía que la isla hubo de aplicar ante el «orfanato» económico en que quedaba tras la desaparición del bloque socialista.

Teoría y práctica

Dotado de una excepcional capacidad de estudio y análisis, Fidel desempeñó a lo largo de su liderazgo una ingente tarea didáctica sobre los compromisos, las obligaciones y los caminos de la revolución. A través de una brillante e incansable oratoria, el estadista cubano diseccionó en centenares de discursos públicos los fundamentos de un nuevo sistema político e ideológico sin parangón.

Sus proclamas han pasado ya a la historia como sólidas piezas de teoría política. Pero con una particularidad ante otros grandes pensadores: Castro, además, lideró en persona y en la práctica cuanto recogieron sus palabras. Es quizás, por ello, uno de los máximos exponentes de la conjunción de teoría y praxis en la historia de la filosofía política.

La dureza del Periodo Especial y los reajustes que Cuba debió hacer para salir adelante sin renunciar a su sistema económico y político recibió el alivio del triunfo electoral del venezolano Hugo Chávez en 1999. Ambos mandatarios caribeños firmaron un Acuerdo Integral de Cooperación por el que la isla recibía petróleo en condiciones ventajosas a cambio de los servicios cubanos en materia de educación y sanidad. Miles de médicos y maestros cubanos viajaron al continente para desarrollar campañas de salud y de alfabetización y escolarización.

Fidel Castro y Hugo Chávez, en 1994. (AFP PHOTO)

La aprobación de la nueva Constitución en 1976 dio paso a algunos cambios en el organigrama institucional del país. Fidel Castro fue elegido presidente del Consejo de Estado por la totalidad de la Asamblea Nacional, cargo que venía a sustituir al de presidente de la República. En 1980, asumió también la dirección de las Fuerzas Armadas. Desde esas fechas también renovó sucesivamente su escaño de diputado por Santiago de Cuba y su responsabilidad como presidente.

El verano de 2006 se encendió la luz de alarma ante el estado de salud del estadista cubano. El 31 de julio, tras ser sometido a una intervención quirúrgica por una crisis intestinal, Castro delegó de manera provisional en su hermano Raúl los cargos de primer secretario del Partido Comunista, presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Desde entonces no se produjeron apariciones públicas del líder revolucionario, excepto las realizadas mediante fotografías o vídeos de sus encuentros con destacados líderes mundiales o personalidades. En marzo de 2007 irrumpió de nuevo ante la opinión pública con el inicio de la serie de artículos de prensa titulados ‘Reflexiones’, distribuidos a través del periódico ‘Granma’ y otros medios digitales.

El 19 de febrero de 2008, un mes después de ser reelegido diputado por Santiago, Fidel anunciaba que no aceptaría ni aspiraría a un nuevo mandato como presidente y comandante en jefe. Cinco días más tarde, el nuevo Parlamento de Cuba eligió para el desempeño de ambas responsabilidades a Raúl Castro.

634 intentos de magnicidio

Fidel Castro ha sido, probablemente, el jefe de Estado que más intentos de magnicidio ha sufrido en la historia: 634 entre planes e intentonas fallidas, según las indagaciones realizadas por investigadores cubanos y documentos de la CIA desclasificados.

Los métodos empleados para intentar acabar con su vida configuran el catálogo más amplio que pueda imaginarse en el ámbito del crimen y podrían dar lugar, incluso, a algunas de las páginas más enfebrecidas de la literatura fantástica.

En 1961, la CIA creó un departamento denominado ZR/Rifle, cuyo objetivo era la «eliminación de líderes políticos hostiles a Estados Unidos». Fidel fue el elegido para encabezar la macabra lista de la entonces administración de John F. Kennedy. Desde entonces, los sicarios lo han intentado de todas las formas imaginables.

Tal vez por ello, cuando en el año 2000 Castro visitaba la ONU en Nueva York y un poderoso hombre de negocios le preguntó cuál era el mayor mérito de su vida, el legendario comandante contestó con ironía: «Estar vivo».