Ramón SOLA

Multitud en Baiona para cerrar el ayer, celebrar el hoy y lanzar el mañana

La muralla de Baiona ya es otro lugar emblemático en la historia de este proceso de resolución, como el palacio de Aiete o el Arenal de Bilbo. Una multitud multicolor abarrotó esa plaza Paul Bert para contarse a sí misma y al mundo en euskara, francés, castellano e inglés que se cierra la página del enfrentamiento armado y empieza otra en que, como ha pasado con el desarme de ETA, «lo necesario debe ser posible». Empezando por la solución para las personas presas, demandada de principio a fin. Todo ello en un ambiente de fiesta porque «es nuestro día».

Plaza Paul Bert, abarrotada durante el acto principal de la jornada. (@Artisans_Paix)
Plaza Paul Bert, abarrotada durante el acto principal de la jornada. (@Artisans_Paix)

En un país acostumbrado a movilizaciones políticas de tono triste, cuando no amargo, la de ayer en Baiona estuvo cargada de alegría y hasta se vieron lágrimas de satisfacción, tanto en el estrado como entre el público. Era «nuestro día», explicaron los «artesanos», ya auténtico ejército desarmado e incontable, en un mensaje final rotundo: «Decidimos que este sería nuestro día. Puede parecer algo extraño, una osadía, pero no una ocurrencia ni algo improvisado». Se celebraba el desarme, pero se festejaba además que se haya logrado desde Euskal Herria, contra todo y contra muchos, en un ejercicio de imaginación, compromiso, unidad... al fin y al cabo, artesanía.

En esa tropa multicolor militan las varios miles de personas que llenaron la plaza, pero también el jurista francés Louis Joinet (que leyó el mensaje final en esa lengua sin poder evitar el llanto al final); la filosofa y analista Susan George, que lo hizo en inglés; Estitxu Eizagirre y Fernando Arméndariz, en euskara y castellano; políticos de ideologías tan diferentes como Max Brisson, Pili Zabala o Arnaldo Otegi, que estuvieron tras ellos en el escenario; sindicalistas como José Bové, Txiki Muñoz o Garbiñe Aranburu; amigos de este pueblo como David Fernández; veteranos expresos y exrefugiados como Garratz Zabarte y Jokin Aranalde; referencias del periodismo como Martxelo Otamendi e Iñaki Soto; de la televisión como Andoni Aizpuru y Xabier Euzkitze... Una lista que llevó a los artífices de este desarme a proclamar que hay pueblo, hay instituciones, hay colectivos, y también hay comunidad internacional suficiente como para seguir avanzando.

Desde ella llegó a Baiona un icono del proceso irlandés, el reverendo Harold Good, en su día fedatario del desarme en su país junto al ya fallecido Alec Reid. «Hoy estará levantando también los pulgares, como hacía en Bilbo el día de la decisión de ETA, cuando los coches paraban para saludarle», evocó. Sabe mucho Good de todo esto por experiencia propia, así que se dirigió a «quienes han comprometido toda su vida en la lucha e igual hoy no están seguros de esto: confiad en vuestros líderes y dad una oportunidad a la paz», les pidió. También tenía consejos para esos mandatarios: «No escuchéis mi voz, pero escuchad la vuestra. Y hacérsela oír a Madrid y París, para que traigan a los presos a casa, con sus familias».

El lema ‘‘Euskal presoak etxera’’ sonó con fuerza entonces, como lo había hecho ya al principio del acto. También se coreó un par de veces ‘‘Independentzia’’. Y mientras se esperaba al inicio del acto –bajo un sol poco compasivo que hizo más duros los 28º C del termómetro– sonaron irrintzis, se bailó con la canción de Korrika... Los «artesanos» habían prometido un acto comedido, pero las ganas de celebrar este día histórico eran patentes y el aperitif lo atestiguó. El ambiente previo fue de gran fiesta, si bien luego la obligación de combinar cuatro idiomas (los tres del país y el inglés por la necesaria proyección internacional) ralentizó un tanto el acto.

«Hacer la paz es más difícil»

Lágrimas asomaron a muchos ojos, sobre todo de quienes han compartido toda su vida con una confrontación armada muy dolorosa, especialmente cuando Anaiz Funosas dio las gracias a todos: «Si no hubiérais creído que esto estaba en nuestras manos, no hubiera sido posible. Eskerrik asko!». «Zuei, zuei!», replicó más de una voz desde el público. Las imágenes de los 172 voluntarios custodiando los depósitos de armas y explosivos a la espera de la Policía fueron recibidas con expresiones de asombro primero y luego con una ovación muy sentida.

Dos de los pioneros, Mixel Behrokoirigoin y Michel Tubiana, tomaron la palabra a continuación para revelar algunas conclusiones interesantes: «Hacer la paz es más difícil que hacer la guerra, no hubiéramos imaginado nunca encontrarnos con tal oposición de los estados». Pusieron en valor que con esta novedosa culminación del desarme de ETA, la paz vence a la guerra, pero además «la inteligencia se coloca sobre la fuerza».

Las intervenciones miraron al pasado que se va cerrando, con múltiples referencias cargadas de respeto a todas las víctimas: «Esto no volverá a pasar, no volverá a pasar», enfatizó el mensaje final. Pero apuntaron además mucho a un futuro para el que el acto fue palanca de lanzamiento. «Esto no es todavía la paz completa, pero crea condiciones para ello», afirmaron Behrokoirigoin y Tubiana. Los cuatro oradores finales apostillaron, mirando a la multitud que sorprendía a «foráneos» como Tubiana y Good, que desde ayer «será imposible seguir apelando al pueblo para no conseguir la paz». Como ha ocurrido con este desarme desbloqueado con esfuerzo y creatividad, «lo necesario debe ser posible», dijeron en alusión clara a los presos.

Los enviados especiales de la prensa de Madrid asistieron a este acto y los de la mañana con un estupor que delataban sus preguntas, que parecían proceder de un planeta diferente a este de Baiona. Resultaba obvio que Madrid y París estaban fuera de juego en esta fiesta tras haber despreciado durante años la opción de implicarse en el desarme. Apenas hubo una mención para ellos: «De Aiete queda pendiente que acepten hablar y ser hablados». Euskal Herria ganó por partida doble: tiene desarme y lo ha hecho ella.