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Javier Valdez: «Nosotros ponemos los muertos. Y los gobiernos de México y EEUU, las armas»

Discurso que pronunció Javier Valdez, periodista de ‘La Jornada’ y escritor mexicano, cuando recibió el Premio Internacional de Libertad de Prensa otorgado por el Comité para la Protección de Periodistas en Nueva York, en setiembre de 2011. Valdez falleció ayer tras ser tiroteado en Culiacán, en el estado de Sinaloa.

Buenas noches,

Muchas gracias al comité para la protección de periodistas por esta distinción que para mi no tiene parangón.

He alimentado mi alma enjuta con las expresiones de la calle, abrazos y apretones de mano, y palabras en las que me he guarecido. Este premio es la suma añejada y nutritiva de todos esos abrazos. Cuando Carlos Lauría me lo anunció pensé que era una broma cruel, y ahora no quiero que me despierten.

He sido periodista estos 21 años y nunca antes lo he sufrido y gozado con tanta intensidad ni con tantos peligros.

En Culiacán, Sinaloa, México, es un peligro estar vivo, y hacer periodismo es caminar sobre una invisible línea marcada por los malos, que están en el narcotráfico y en el gobierno. Un piso filoso y lleno de explosivos. Esto se vive en casi todo el país. Uno debe cuidarse de todo y de todos. Y no parece haber opciones ni salvación. Y muchas veces no hay a quién acudir.

Por eso es importante contar con familia y amigos, periodistas y medios como La Jornada, diario del que soy corresponsal, y el semanario Ríodoce, del que soy fundador. En mis libros “Miss narco” y “Los morros del narco”, de editorial Aguilar, he contado la tragedia que vive México y que debe avergonzarnos. La niñez recordará esto como un tiempo de guerra. Tiene su ADN tatuado de balas y fusiles, y sangre. Y esta es una forma de asesinar el mañana. Somos homicidas de nuestro propio futuro.

Esta es una guerra, sí. Pero por el control del narco. Pero nosotros, los ciudadanos, ponemos los muertos. Y los gobiernos de México y EEUU, las armas. Y ellos, los encumbrados, invisibles y agazapados, dentro y fuera de los gobiernos, se llevan las ganancias.

Dedico este premio a los periodistas valientes, a niños y jóvenes que viven una muerte lenta. He preferido darle nombre y rostro a las víctimas, retratar este panorama triste y desolador, estos pasos agigantados de tomar atajos hacia el apocalipsis, en lugar de contar los muertos y reducirlos a números.

Este premio es como un faro de luz del otro lado de la tormenta, un puerto seguro más allá de la tempestad. En Ríodoce hemos experimentado una soledad macabra, porque nada de lo que publicamos tiene eco ni seguimiento, y esa desolación nos hace más vulnerables.

Y a pesar de esto, con ustedes, con este premio, puedo decir que tengo dónde guarecerme y sentirme menos solo.

Muchas gracias.