Ramon Sola

Irrikitaldia, Donostia aún tiene quien la salve

El chófer del tren turístico confiesa que recibe terapia sicológica. La obispa clama contra el «aquí te pillo, aquí te mato». Y una pancarta lo deja bien claro: «Tourist, remember, this is Spain». Tras ocho días de piratería, Donostia vuelve a ser la Bella Easo, la de los años 20. Es Irrikitaldia.

Pancarta en defensa de las buenas costumbres. (Jagoba MANTEROLA/ARGAZKI PRESS)
Pancarta en defensa de las buenas costumbres. (Jagoba MANTEROLA/ARGAZKI PRESS)

Las fuerzas vivas se han movilizado para que Donostia vuelva a ser la que siempre fue, antes de que gentes sin escrúpulos la sacudieran durante ocho días de desbarajuste. El acto de desagravio se celebra, ¿dónde si no?, bajo la sacrosanta basílica de Santa María. Allí se recuerdan las palabras del bien amado obispo Munilla contra la homosexualidad; es más, contra todo vicio: «Se acabó el ‘aquí te pillo, aquí te mato’», predica su enviada entre salmos y avemarías.

Y no ha sido solo sexo, ojo. El turismo, la gallina de los huevos de oro, ha sido vapuleado. Impresiona al populacho el testimonio del conductor del tren txu-txu, zaherido en su dignidad y hoy en tratamiento sicológico según explica. ‘‘Tourist, come home’’, pide el aclamado teniente de alcalde Ernesto Gasco, en un inglés macarrónico pero mejor sin duda que su euskara. ‘‘Tourist, remember, this is Spain’’, proclama una pancarta llevada por el pueblo sabio.

Y luego la igualdad, ¡hasta ahí podíamos llegar! El desfile, bien surtido de vestidos decentes y joyas, evoca con nostalgia aquella Bella Easo de la belle epoque, aunque entre medio cuatro cantamañanas con falditas exijan participar en las Olimpiadas de 1928. ‘‘Que no te engañen, los hombres trabajan, las mujeres complacen’’, dice otro lema en defensa de las buenas costumbres. En esta procesión de aristócratas, casheros, surfistas y demás gentes –no todas de bien, ciertamente– ni siquiera falta el minibús de Hazte Oír. Ni un grupo de señoronas que corean a voz en grito ‘‘Mujer sin marido, no está permitido’’.

«Toros sí, piratas no»

En alegre biribilketa se llega a Santa María, con los mandamases de la ciudad coreados como si aquello fueran las gradas de Anoeta y no un sitio noble y santo. El ilustre alcalde, siempre en su sitio, no ha olvidado portar el peto de la Korrika, no vaya a ser que el testigo que se le pasó en abril vuelva a escapársele. A todo esto, la multitud, desatada, manifiesta sus preferencias: ‘‘¡Toros sí, piratas no!’’.

Tal es la algarabía que cuesta que se haga el silencio para proceder a la rifa. Qué digo rifa, al Gran Bingo Mundial Donostiarra. «San Sebastián no se vende, ¡se regala!’’, proclama On Eneko Goia, exultante. Y allí salen, disfrazados de niños de San Ildefonso, los «huerfanitos de Summa-Aldapeta».

Se sortea primero un impagable permiso para construir un gran hotel, y además ahí mismo, ante la basílica. ‘‘¡Tongo, tongo!’’, entona el populacho al ver al ganador. Parece que aquello tiene que ser el premio gordo, pero qué va. El señor Gasco sube el listón rifando plaza de aparcamiento aparta en el nuevo puerto deportivo. Y, el no va más, el alcalde acaba sorteando la licitación de la pasarela de Monpas ¡con la gestión del último kilómetro del Metro en el mismo lote! «¡Ooooh!», se escucha un suspiro de admiración.

Y con esto el orden vuelve a la ciudad... y los piratas a echar la espuela.