Koldo LANDALUZE

Google, el gran hermano virtual que nos observa

¿Hasta qué punto tiene Google información sobre nosotros? Lo cierto es que todo lo que podamos imaginar parece poco. Google nos conoce mucho, y lo hace por una razón comercial: ofrecer una publicidad segmentada y vender espacios publicitarios a los anunciantes con gran precisión. Ese es en realidad su negocio.

Google
Google

Las dos ‘o’ intercaladas en la palabra ‘Google’ podrían remitirnos al doble cero que incluía en sus misiva secretas el espía británico John Dee. Aquellos dobles ceros simulaban dos ojos que advertían al curioso que dichas notas únicamente podían ser leídas por la monarca Isabel II. Con el paso del tiempo, la firma de Dee ha evolucionado de tal forma que buena parte del caudal informativo pasa a través de la atenta mirada del gran gigante tecnológico Google y de esta forma lo que una vez se instaló en nuestras mecánicas profesionales e íntimas como una vía rápida, cómoda y más o menos eficaz para compartir todo tipo de información, ha pasado a ser para muchos la totémica mirada de un nuevo Gran Hermano orwelliano, una especie de voraz criatura virtual que no solo sigue al detalle cada uno de nuestros movimientos, sino que se esfuerza en recabar el mayor número de información posible relativa a cómo nos sentimos y qué es lo que supuestamente necesitamos.

Cada vez que recurrimos a la gran ‘G’, esta accede a una gran cantidad de datos sobre nosotros y a una escala mucho mayor de lo que puede parecer a simple vista. Son datos que el usuario cede generosamente con tan un solo clic que certifica que ha aceptado su política de privacidad.

La empresa de Mountain View afirma en todo momento que esta masiva recopilación de información está orientada a mejorar sus servicios para los usuarios. No obstante, la principal fuente de ingresos de Google es la venta de publicidad. Cuanto mayor sea el grado de definición de sus clientes potenciales, más estará dispuesto a pagar un anunciante. El gigante californiano es consciente de ello y lo convierte en fuente de negocio a costa de gestionar de manera poco ética la privacidad de sus usuarios, para lo cual se apoya en una política ambigua en muchos casos.

Datos personales

Google es consciente de que aún existen «ideas equivocadas» acerca de qué hace con los datos personales, pero más que esa confusión, lo que considera «frustrante» es que los usuarios no utilicen los controles existentes para gestionar su privacidad y su seguridad en la red. El responsable del centro de ingeniería de Google en Munich, Wieland Holfelder, afirma que «la gente dudaba, se preguntaba ‘¿qué datos guarda Google sobre mí?’ y construimos herramientas para mostrarlo, para ofrecer transparencia y dar al usuario control. Es muy frustrante que no se usen».

Panel de seguridad

Holfelder lidera al equipo de 400 ingenieros que creó ‘Mi cuenta’, el panel de gestión centralizada desde el que se pueden establecer «de forma muy sencilla » las preferencias de seguridad y privacidad de todos los servicios de Google, incluidos Gmail y Google Maps. Según Google, desde este apartado se puede gestionar el nivel de protección de cada cuenta –con opciones como la verificación de la identidad en dos pasos, la recuperación mediante número móvil o la encriptación mediante llaves físicas– y determinar qué datos se comparten con la tecnológica. En palabras de Holfelder «la gente no es consciente de que estas herramientas existen. Es un desafío aumentar la consciencia del usuario y evitar la confusión. Hay mucha idea equivocada acerca de qué pasa con los datos que Google almacena».

No obstante, y a tenor del masivo caudal de información que atesora el gigante tecnológico, resulta inevitable una cuestión ¿por qué sigue habiendo desconfianza en torno a cómo gestiona la tecnológica los datos personales? La respuesta de Holfelder no hace más que alimentar las sospechas. «No vendemos datos a nadie. Creo que la mayor parte de la gente confía en nosotros, los que no lo hacen son una minoría que simplemente habla muy fuerte». Ni siquiera Wieland Holfelder y la propia Google pueden negar una evidencia, cada vez es mayor el nivel de desconfianza hacia los de Mountain View y cada vez es más alto el tono de estas voces que «hablan muy fuerte».

Los datos que ofrecemos

Cabría recordar que la multinacional tiene acceso a dos tipos de datos. En primer lugar, a los que el usuario proporciona voluntariamente a la hora de crear una cuenta en alguno de sus servicios, como el nombre, número de teléfono, edad o sexo. A su vez, recoge los datos generados por el usuario mediante el uso de sus distintas plataformas y recopila la información sobre la localización del usuario, su historial de búsqueda, cookies, la agenda de contactos de un dispositivo Android, número de la persona que realiza una llamada, hora y duración de las llamadas, o correos enviados a través de Gmail, entre otros muchos ejemplos.

Todo ello genera una bolsa de información muy suculenta que en palabras de Hernán Corral Talciani –profesor de Derecho Civil de la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes– se traduce en el miedo que ello genera en el usuario y la dificultad que conlleva intentar escapar de este férreo control.

Según Corral, «nadie puede negar que estas nuevas tecnologías para buscar información y comunicarse son avances que prestan múltiples beneficios» pero, al mismo tiempo, hay que reconocer que también hacen posible nuevas formas de vulneración de los derechos de las personas.

Eliminación de noticias

Una de las cuestiones más controvertidas, sobre todo después de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea acogiera en 2014 la reclamación de Mario Costeja contra Google, consiste en la facultad de pedir que se eliminen noticias que en su momento fueron reales y correctamente difundidas por ser de interés público pero respecto de las cuales ha pasado el tiempo y el aludido se siente perjudicado porque, a pesar de los años transcurridos, cualquier persona poniendo su nombre en el buscador se entera de algo que ya fue superado.

En relación a este espinoso tema y consultados varios expertos, estos son coincidentes en subrayar que «Google simboliza como nadie el Big Data porque tiene una gran capacidad de sacar el mayor rédito comercial posible a toda la información que maneja».

Pedro Anguita –profesor de las universidades Alberto Hurtado y Finis Terrae de Chile y autor de estudios como ‘La protección de datos personales y el derecho a la vida privada’ y ‘Acciones de protección contra Google. Análisis del llamado derecho al olvido en buscadores, redes sociales y medios de comunicación’– puntualiza estos extremos afirmando que «Google se escuda en una máxima: ‘nosotros solamente somos un índice, nosotros solamente les mostramos a las personas lo que buscan de acuerdo a este criterio de búsqueda’.

«Se supone que eso es parcialmente cierto. Ellos dicen que no editan, que ellos no ponen información y que no son responsables de la información porque su rol se limita al de ser un buscador. Yo parto de la base de que esto forma parte de la libertad de expresión y por lo tanto creo que Google no es responsable de lo que se mueve a través de su buscador –señala Anguita–. Incluso afirmaría que la búsqueda es parte consustancial del derecho a la información. No obstante, Google sí debe responder y sí debe eliminar información a petición de las personas. Hay circunstancias en las cuales se justifica una intervención judicial en favor de la persona que reclama la eliminación de ciertos contenidos. Lamentablemente, Google no dispone de un sistema muy eficaz de respuesta a las solicitudes de retiro de información. No ponen plazos, no acusan recibo, se toman el tiempo que les da la gana y responden lo que se les ocurre en función de sus principios».

Facebook

Todo ello acontece en un entorno virtual que no es ajeno a este tipo de prácticas en las que el usuario se ha convertido en la principal fuente de riqueza delos grandes emporios tecnológicos.

A modo de ejemplo topamos con la red social Facebook cuya mecánica en este sentido es muy similar a la de Google. Tal y como revela a GARA Vicente Serrano Marín –licenciado en Derecho y doctor en Filosofía y autor del ensayo ‘Fraudebook, lo que la red social hace con nuestras vidas’– «el cruce entre lo afectivo y lo publicitario es lo que distingue a Facebook de las otras redes. Esa es la clave de su éxito. La publicidad ha accedido a una dimensión que hasta ahora había quedado a salvo. Ya no hablamos ni siquiera del ocio y de su apropiación por el capitalismo, que venía siendo denunciada durante la segunda mitad del siglo XX, sino de lo más íntimo de las personas, de sus relaciones de amistad y familiares, de cualquier momento de la vida del usuario».

«Al igual que ocurre con Google –añade–, es una mina para el anunciante, la última frontera que quedaba por atravesar. Solo gracias a ese cruce y al potencial publicitario que ofrece se ha producido el crecimiento espectacular que ha tenido Facebook en apenas algo más de una década y que la ha convertido en la primera red social».

A juicio de Serrano Martín, la novedad que incorpora Facebook es la producción de la subjetividad, la homogeneización de la vida de cerca dos mil millones de usuarios, independientemente de sus diferencias de cualquier clase. «El dispositivo articula la identidad y los afectos mediante su estructura, bastante banal por cierto –explica–, y en todo caso acorde con el orden neoliberal. Lo esencial es que no se trata de un totalitarismo represivo, sino más bien productor de libertad, o para ser más precisos, productor de esa aparente libertad que sin embargo uniforma las conductas como no lo había hecho antes ninguna ideología, ni siquiera ninguna religión».