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BARCELONA

El censo universal, o la titánica tarea de sortear el bloqueo del aparato del Estado

Una de las piezas clave en la celebración del referéndum del pasado domingo fue la implantación del censo electrónico universal como herramienta para burlar el bloqueo del Estado y permitir que los ciudadanos pudieran votar pese a que su colegio hubiera sido asaltado y clausurado por la Policía española y la Guardia Civil. Un equipo de hackers trabajó a destajo para habilitar este sistema. Vilaweb ha entrevistado a uno de estos expertos informáticos.

El censo electrónico universal fue clave para poder llevar a cabo el referéndum. (Josep LAGO/AFP)
El censo electrónico universal fue clave para poder llevar a cabo el referéndum. (Josep LAGO/AFP)

Faltaba menos de una hora para la apertura de los colegios electorales el pasado 1 de octubre cuando Jordi Turull, consejero de Presidencia y portavoz del Govern, sacó el as que la Generalitat guardaba en la manga para poder llevar a cabo el referéndum: la implementación de un sistema de censo electrónico universal, con el que las autoridades catalanas hicieron un regate a las innumerables trabas que el aparato del Estado había dispuesto.

 

Este sistema de votación permitió a los ciudadanos votar en cualquier colegio electoral, eliminando así una doble traba: por un lado, el precinto de los centros de votación decretado por los tribunales y ejecutado por las FSE, y, por otro, que se pudiera ejercer el derecho al voto pese a no saber cuál era el colegio y la mesa que correspondía a cada cual, teniendo en cuenta que no había sido posible entregar todas las tarjetas censales.

Los grandes medios de comunicación del Estado, en la tónica habitual para referirse al 1-O, no tardaron en hablar de improvisación. Pero, ¿de verdad alguien cree que fue un paso improvisado y que puede hacerse algo así de un momento para otro? Nada más lejos de la realidad.

Precisamente, Vicent Partal, director del medio digital catalán ‘Vilaweb’, publica este jueves una entrevista con uno de los hackers que trabajó a destajo, a contrarreloj y bajo una enorme presión para que todo estuviera a punto.

Por motivos obvios, no se aporta la identidad del informático ni se entra en excesivos detalles, ya que podría comprometer a otras personas, pero el medio explica haber contrastado de manera «fehaciente» que esta persona trabajó en ese operativo que resulto vital.

La idea de poner en marcha el censo electoral surgió cuando la Generalitat supo que los planes del Ejecutivo español consistían en intentar impedir el voto en unos determinados colegios.

El informático entrevistado, que se incorporó al equipo tras las detenciones del día 20 –para entonces, «la gran mayoría del trabajo» estaba hecho, según reconoce–, señala que desarrollar un programa para votar es una tarea relativamente sencilla en condiciones normales. Sin embargo, el contexto en el que se llegó al 1-O fue de todo menos normal.

Por supuesto, el sistema era complejo, ya que la información que se manejaba –nada menos que el censo– era muy sensible y había que asegurarse de que nadie podía votar dos veces.

Enfrente tuvieron a un «transatlántico», toda la maquinaria técnica y de inteligencia del Estado, que fue «desarticulada» gracias a herramientas como la red Tor, teléfonos comprados en el extranjero, Linux y los programas libres e incluso Bitcoin. Todo ello aderezado con horas de intenso trabajo y, cómo no, grandes dosis de imaginación.

Un hora antes de la apertura de los colegios, decenas de servidores repartidos «por medio mundo» recibieron el software. El hacker recuerda incluso cómo le temblaban las manos a la persona encargada de poner a punto el programa.

El Estado reaccionó de inmediato y en apenas unos minutos cerró «todas las IP de un conocido proveedor europeo, lo cual afectó a miles de servicios que nada tenían que ver con el referéndum, censura indiscriminada en estado puro», señala el hacker. Por cada IP que el Estado tumbaba, el equipo de informáticos abría dos más, porque era algo que tenían previsto.

Revela, además, que tenían preparado un código que hacía transparente y automático el cambio de IP, «pero no tuvimos tiempo de integrarlo».

Una vez pasado el 1-O, recuerda la presión, pero también el orgullo de haber formado parte de ese equipo. «No me habría imaginado nunca que alguna gente que pasó por aquella sala nos vendría a saludar y a decirnos ‘estamos en vuestras manos’ o ‘el referéndum y los 5,3 millones de catalanes con derecho a voto dependemos de vosotros’. Vino gente que para mí son mitos desde hace años».

«Lo hicimos y no pudo estar más orgulloso», señala.