Ramon Sola

Movilización unionista en Barcelona: silenciosa no, mayoría tampoco

El grito más repetido ha sonado a «excusatio non petita»: «No somos fachas, somos españoles». Y el segundo, «Puigdemont a prisión», denota las ganas de gresca, a las que ha hecho oídos sordos el independentismo, que ha vaciado las calles de Barcelona para dedicar el domingo al asueto. Ahí ha querido probar el unionismo que es la «mayoría silenciosa», pero con resultado solo a medias.

El abandono de los manifestantes ha tenido ambiente futbolero. (Jorge GUERRERO/AFP)
El abandono de los manifestantes ha tenido ambiente futbolero. (Jorge GUERRERO/AFP)

El recuento de NAIZ por el procedimiento habitual ha deparado cerca de 170.000 manifestantes esta mañana en Barcelona a llamada de Societat Civil Catalana, en una convocatoria que contraponía independencia y sensatez («seny»). En tiempos de inflamación política y de inflación aritmética, los organizadores han elevado la cifra de asistencia por encima de los 900.000 y la Guardia Urbana la ha cuantificado en 350.000. Son muchos más de los que moviliza habitualmente el unionismo en Catalunya (a 48 horas de una posible declaración de independencia, tampoco cabía duda alguna de que batiría su marca histórica), pero bastantes menos de los que congrega la Diada independentista; el pasado 11 de setiembre la misma Guardia Urbana contó un millón, tres veces más.

«Mayoría silenciosa» y «minoría silenciada» habían sido los dos conceptos manejados complementariamente por la SCC para alentar esta marcha. Lo que su desarrollo ha mostrado es un híbrido: se trata de una minoría exsilenciosa. Minoría no solo en comparación con la Diada, sino más aún si se recuerda que una semana atrás dos millones de personas acudieron a las urnas a votar «Sí» a la República catalana. Y ni silenciosa ni silenciada; esto sí ha cambiado hoy, porque el españolismo se ha mostrado vociferante como nunca y satisfecho de reconocerse así. «No estamos solos, no estamos solos», gritaban unos. «No nos mires, únete», animaban otros a quienes estaban en la acera, que en realidad eran también manifestantes.

En tiempos de zozobra para sus intereses, el uníonismo sí ha conseguido al menos elevar su autoestima en el recorrido por la Vía Laietana, una calle impropiamente estrecha para una movilización así (similar en anchura a Hurtado de Amezaga y mucho menor que Autonomía, por citar la referencia de Bilbo, archiconocida en Euskal Herria). Y quizás también haya metido un pequeño plus de presión a quienes deben decidir ya qué efectos deja el 1-0, empezando por el president. A ellos se han dirigido los manifestantes en diferentes tonos, pero el más coreado ha sido muy bronco: «Puigdemont a prisión». Se ha pedido la cárcel también para Josep-Lluís Trapero en un prolongado escrache a dos furgonetas de los Mossos en el Passeig de Gracia, en la cola de la manifestación, que ha terminado con los más exaltados aporreando el convoy. En el blanco de las iras, también la televisión autonómica («TV3 manipuladora»), quienes colaboraron en el éxito del referéndum («¿Dónde están los bomberos?») y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, a quien se ha reprochado en el acto final que no secundara esta causa.

Todo ello entre un mar de enseñas españolas y algunas, no muchas, senyeras; no hay duda de que vender banderas de uno y otro bando es el negocio del siglo este mes en Catalunya. Todo con sonido de fondo de gritos constantes de apoyo a la Guardia Civil y a la Policía española, jaleada al paso por la Jefatura Superior de la Vía Laietana, en claro desagravio por las protestas populares del lunes y martes contra las cargas del domingo. Y todo muy-muy patriótico, aunque en el acto posterior el escritor Mario Vargas Llosas haya definido a los nacionalismos como fuente de todos los males: «Se nota, se siente, España está presente», «Que viva España», el himno español…. Sin embargo, no parecían muy cómodos los manifestantes con el indisimulable tufo a derecha de la movilización: «No somos fachas, somos españoles», han cantado una y otra vez. Y eso que justo un minuto antes un joven rapado había pasado gritando «Viva la Legión» y «Viva el Ejército», siendo coreado masivamente.

Según algunas fuentes, a Barcelona ha llegado esta mañana medio millar de autobuses, pero en la marcha era difícil diferenciar cuántos participantes eran realmente catalanes y cuántos venían de otros puntos del Estado, porque los primeros también utilizan muy mayoritamente el castellano. No resultaba difícil encontrar entre la masa mensajes humillantes para Catalunya; un ejemplo era el cartel del toro de Osborne que proclamaba «Ja soc aquí», intentando ridiculizar el mítico mensaje de Josep Tarradellas a su llegada del exilio franquista. «Barcelona es hoy la capital de España», arengaba desde el camión de animación el «speaker» que precedía a la pancarta de cabeza. Ha sorprendido igualmente la andanada de Josep Borrell, el exlíder del PSOE y expresidente del Parlamento que ha cerrado la marcha junto a Vargas Llosa, en contra de las empresas catalanas que han anunciado su cambio de sede estos días: «¿Por qué no lo dijisteis antes?», les ha espetado.

Aunque todavía queda toda la tarde por delante y la saturación del recorrido impide certificarlo del todo, no consta que se hayan producido altercados significativos, más allá de las citadas increpaciones a los Mossos, las recibidas por Pablo Iglesias en la estación de Sants cuando volvía de participar en una mesa redonda en TV3, un incidente junto a Urquinaona con una persona que ha tirado un petardo (y a la que los manifestantes han gritado «Tú eres español, español, español»)… Los centenares de miles de independentistas de Barcelona habían sido invitados, o se habían autoinvitado directamente, a dedicar el día a un asueto bien necesario tras las últimas jornadas, a ser posible fuera de la ciudad, evitando así cualquier provocación. Pasado el mediodía, miles y miles de los asistentes a la marcha abandonan Barcelona en masa, en un ambiente casi futbolero de sonidos de claxon y puños levantados.

Los convocantes se han mostrado muy satisfechos por el grado de movilización conseguido, que también ha sido saludada por el expresidente español José María Aznar. Por contra, con este paso los unionistas pierden algunas bazas dialécticas utilizadas hasta la fecha contra el independentismo, como el reproche de que no hay que sacar el conflicto a la calle o las acusaciones por la presencia de niños en movilizaciones soberanistas: hoy también ha habido muchos pequeños, gritando junto a los mayores lemas como el «Puigdemont a prisión».

El recuento de NAIZ

NAIZ ha contado la asistencia a la manifestación por su procedimiento habitual, esta vez en el cruce entre la Vía Laietana y la calle Jaume I, pasada la mitad del recorrido. Por allí han pasado antes de que llegara la pancarta primeramente unas 25.000 personas, entre las 12.12 y las 12.47 a un ritmo de 720 personas por minuto. Tras un pequeño impasse, la mayor masificación ha estado lógicamente tras la pancarta de cabeza; desde las 12.55 a las 13.51 han discurrido por ese punto una media de 2.400 manifestantes por minuto, con una cadencia media de hileras de 60 personas a ritmo de 40 por minuto: unas 30 filas muy abigarradas por la Vía Laietana, unas 25 por la paralela Puerta del Angel (para descongestionar la anterior) y unas 5 más por otra calle menor anexa a ambas. Estos 2.400 multiplicados por 56 minutos dan un total de 134.400 en el bloque principal de la marcha, que sumados a los anteriores 25.000 totalizan cerca de 160.000. Y se les suman finalmente unos 10.000 que según constató NAIZ se quedaron en la zona de Urquinaona, al inicio, sin emprender siquiera la marcha. La suma asciende por tanto a en torno a 170.000.