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Infancia y educación en el Sáhara

El blog Sahararen begiradak trata de difundir la realidad que viven miles de saharauis en el día a día. En este post, la colaboradora de este grupo Patricia Presencio relata las difíciles condiciones para la alfabetización y escolarización en la zona, y el milagro de que este roza el 100%.

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Todas las escuelas -o madrasas como allí les llaman- de las wilayas tienen un patio central que en medio hondea la bandera de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), en cuanto un cooperante pone un pie en tal patio ya recibirá el saludo de cualquier niño saharaui que bien va al baño, bien está en la hora de gimnasia o, a veces, incluso se asoma una clase entera a la puerta para darle la bienvenida. Un “Hola, ¿cómo estás?”, “¿De dónde eres?”, “¿Cómo te llamas?”, es su saludo básico (todo esto a un volumen de voz mayor al habitual) o preguntas más complicadas de aquellos niños que viajan los veranos a la península.

Después de ver el hospital el grupo de Miradas del Sahara fuimos a visitar una de las seis madrasas de la wilaya Aaiun, la escuela primaria donde cinco de nosotras íbamos a ayudar a las mañanas mientras las sanitarias lo hacían en los dispensarios y en el hospital. Allí nos recibieron muy bien, el director nos invitó a la sala de profesores, y después del tradicional ritual del té en un forzado castellano trató de explicarnos la realidad de construir un colegio de la nada; lo sacrificado de tirar hacia delante el carro de la enseñanza, en una situación en los que escasean los recursos; las dos caras de la escolarización y el orgullo de hacer desaparecer el analfabetismo.

Si la parte bonita de ayudar en los colegios son los niños y niñas, que te alegran cada mañana con esa sonrisa inocente, la parte amarga, como en el área de la sanidad, es la escasez de fondos, de recursos y de material. Los libros que utilizan, por ejemplo en la asignatura de castellano, provienen de las ayudas de la Universidad de Murcia que son quiénes han ideado ese libro -un pequeño cuadernillo llamado Leo Leo-, no disponen de biblioteca para que los niños lean. El profesor de castellano nos contó que este era uno de los mayores problemas, no podía leer libros a los niños y niñas, así que la mayor parte de trabajo que se realiza en el aula es puramente teórico sin incluir casi comunicación.

Otra anécdota que nos contó el director de la wilaya es que hasta el curso pasado a los niños y niñas que acudía a la madrasa se les daba un brick de leche y cuatro galletas, pero este curso se ha tenido que reducir la dieta a únicamente leche, por la falta de fondos. En cuanto a la enfermería de la escuela también es pobre en recursos, solo disponen de un botiquín de ayuda primaria y de gasas y vendas, y aún así, tampoco disponen de una persona especializada, ya sea enfermera o auxilixar.


Material de enfermería de la escuela

Al otro lado de la moneda la alfabetización. Según un informe presentado por la RASD en el año 2010 casi se roza el 100% de la población alfabetizado. Este era uno de los grandes retos para la sociedad saharaui que cuando se quedaron en los campamentos hace más de 30 años ni si quiera tenían colegios, y tuvieron que empezar desde cero. La educación es la base en la que se sustenta la fortaleza de cualquier pueblo o país, y esto la sociedad saharaui lo conoce, por ello lo impulsa para que el niño o niña que termine la escuela secundaria pueda ir a la Universidad de Cuba, Argelia o Libia y una vez formadas volver al campamento para luchar por mejorar su contexto socio-cultural.

Los problemas inevitables de la escolarización

Ver a un niño o niña todas las mañanas sin acudir a la escuela es algo impensable en el Estado español, ante eso, llamadita a la Policía que sabemos que se presentarán en casa de la criatura y de una forma u otra acabarán llevando al pequeño o pequeña a la escuela. Nada parecido a lo que ocurre en los campamentos de Tindouf. A pesar de que la no escolarización de los y las niñas ha dejado de ser un lastre para la población saharaui, se siguen dando casos de este tipo.

La principal razón del absentismo escolar son aquellos niños y niñas que viven lejos y al no disponer de servicio de un autobús en la madrasa, les resulta prácticamente imposible ir andando hasta el colegio (estamos hablando de distancias de más de tres horas andando en medio de la zona más árida del desierto). La situación de la sanidad saharaui también tienen consecuencias en la escolarización de los y las niñas. Otra de las razones de absentismo son aquellos casos en los que los progenitores de las criaturillas están enfermos, por lo que los hijos e hijas se ven obligadas a trabajar para sacar adelante a su familia. Por último, están aquellos niños y niñas cuyas familias son nómadas.


Una niña de 2º curso en la clase de castellano.

Para la sociedad saharaui, el ir a la escuela es una obligación moral, y esta forma de interpretar la educación se refleja de forma en las aulas. Por la experiencia de Miradas del Sáhara, ha sido difícil encontrar niños o niñas que no quisiesen aprender en clase, al menos en la asignatura de español. La mayoría de los niños y niñas van a la madrasa andando, por lo que sería fácil escabullirse de las clases, pero el director de la escuela nos explicó que eso rara vez ocurre, al menos en la Primaria, en la de Secundaria otro gallo cantaría.

Educación gratuita

Cualquier saharaui tienen la posibilidad de estudiar en la escuela sin hacer diferencia en razones sociales. Además del acceso a la educación en una de las madrasas de la wilaya, el gobierno del RASD también proporciona cuadernos, bolígrafos y todo el material necesario para el desarrollo de las clases. Estos recursos provienen en su gran mayoría de ayuda humanitaria, y, como cabe de esperar, no es suficiente. Dentro de las aulas aún hay niños y niñas compartiendo libros -al menos es narra la experiencia de Miradas del Sahara en las clases de castellano-.

La distribución de la clase es simple. La pizarra y mesa del profesor mirando al alumnado y dos o tres filas de pupitres de dos -en ocasiones se pueden ver tres, incluso cuatro, estudiantes en un pupitre-. Normalmente las filas de mesas de distinguen por género de niñas o de niños. La antigüedad y el uso que se le da al mobiliario de las aulas se puede ver en algunos bancos de los pupitres que al estar rotos se han tenido que sustituir por tablas.


Una de las clases de 2º curso con cuatro miembros de Miradas del Sahara

Clases abarrotadas

Hace tres meses las inundaciones azotaron los campamentos de refugiados inhabilitando algunas construcciones que al ser de adobe no están preparadas para aguantar estos fenómenos meteorológicos. Los niños y niñas de la madrasa de Primaria del Aaiun han sido unas de las muchas víctimas de esta tormenta.


Una de las clases destrozada por las inundaciones de hace tres meses.

De 17 clases que había a principio de curso se han tenido que pasar a 14 ya que el fuerte temporal destrozó tres de ella, y aún, por la falta de fondos, no se ha podido dar paso a su reconstrucción. Lo que ha ocurrido es que una clase de 2º, otra de 3º y otra de 5º han desaparecido y los alumnos y alumnas se han tenido que mezclar con las otras dos clases que corresponden a su curso -hay tres aulas por curso-. En otras palabras, por si ya estaban poco llenas las clases, ahora están repletas.

Experiencia o titulación

Tener la licenciatura o grado en magisterio no es indispensable ni mucho menos necesario para trabajar en un colegio saharaui. En el caso de la madrasa en la que Miradas del Sahara colaboró, había una tutora por cada clase -la gran mayoría de ellas mujeres- y además de ello dos maestros de español, que al ser la segunda lengua del pueblo saharaui lo empiezan a aprender en las escuelas primarias desde el 2º curso.


Luali a la izquierda y Hanna a la derecha, los dos maestros de español

En el caso de esta madrasa había un profesor de castellano que llevaba más de diez años trabajando, por lo que su experiencia valía más que cualquier título universitario. El otro profesor tenía 17 años y a pesar de no tener ni experiencia ni titulación -solo había cursando hasta segundo de secundario y se había sacado un FP en informática, todo esto en la Península- conocía castellano suficiente como para formar a niños y a niñas en el idioma.