Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Podemos elige entre malo y peor

El relato oficial sobre las negociaciones para investir presidente español dice que Podemos ha sido el más intransigente y que a él le corresponde gran parte de la culpa en caso de que hubiese nuevas elecciones. Que esto es así se constata al comprobar que la formación de Pablo Iglesias es la única que ha realizado movimientos desde la fallida sesión en la que Pedro Sánchez salió derrotado del Congreso. Con los cuatro principales partidos españoles reducidos a tres bloques, son los morados los que intentan reubicarse, bien para insistir en el inviable pacto con el PSOE que prefiere la compañía de Albert Rivera, bien para tratar de reducir daños en unos futuros comicios. El PP, aislado, sigue los acontecimientos desde la barrera. En Ferraz, envainadas las espadas momentáneamente, se aferran a la mayoría que le da el acuerdo con Ciudadanos. Así que es Podemos el que, en apariencia, tiene que elegir.

Iglesias y Rivera dicen la misma obviedad: que sus programas son incompatibles. Sin embargo, da la sensación de que el castigo afectará con mayor intensidad al primero. A esta sospecha se le suma otro hecho bastante predecible: otra cita con las urnas desmovilizaría a una izquierda hace no tanto ilusionada y facilitaría la entente, más natural, entre PP y Ciudadanos. Tampoco se puede pasar por alto que muchos de los votos del partido morado llegaron desde las naciones sin Estado. Descartado ya el derecho a decidir y reducido a un recurso retórico (que sigue ubicando a Podemos dentro de un unionismo civilizado inédito en el Estado), es posible que quien confió en los morados desde posiciones soberanistas regrese al redil más convencido de que, como vaticinó Arnaldo Otegi, la democracia ni está ni se le espera al otro lado del Ebro.

Podemos estaba ante la disyuntiva de elegir entre malo y peor

En este contexto se entiende el movimiento de preguntar a sus bases si apoya el pacto de PSOE y Ciudadanos. Descartada la opción de entrar en el Ejecutivo, descarga la responsabilidad sobre sus fieles. Si gana el «no», siempre podrá afirmar que son los seguidores del partido los que tenían la última palabra y hacer bandera de la democracia interna. Aunque cargará con el despecho de las capas más amplias de la cebolla, que son las que compran el pacto a toda costa. Si se impone el «sí» se hallaría en un papel complicado, ya que sería visto como el último responsable de la investidura del gobierno de Pedro Sánchez. En clave progresista, si éste tiene éxitos será una victoria para Ferraz. Si falla, será culpa de Podemos. Y eso es difícil de levantar, pese a que está previsto que en las cuestiones económicas sea el PP el que apoye al líder el PSOE. Recordemos que la «gran coalición» siempre es más eficaz cuando no es evidente.

El «consenso» es el tótem del sistema político español. Y se ha convertido en la gran losa para Podemos, que tiene que mostrar su desacuerdo haciendo como que puede seguir dándose la mano. 

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