Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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(Re)creación del Estado Vasco: diferencia y singularidad (II)

 

I parte aquí

 

Parece evidente que como nación no deseamos quedar sometidos al yugo de otra nación, que ostentando poder sobre nuestro cuerpo-territorio, no pretende otra cosa que asimilarnos bajo el dominio de sus valores ético-estéticos: esto es precisamente lo que hacen el Estado Francés y el Estado Español con la nación vasca, no estatal y minorizada. Así se nos obliga a convivir en una situación permanente de subordinación. Esta situación se mantiene a través del tiempo gracias a una construcción político-discursiva normalizada por la fuerza.

Esto nos conduce inevitablemente a reflexionar sobre la hegemonía de los sujetos políticos, sobre qué ocurre con aquellos sujetos que son aceptados como agentes políticos y aquellos que no lo son en absoluto, es decir, que son sometidos, al ser considerados en el devenir macropolítico como viajeros de segunda clase. En este sentido, ¿qué sucede con los derechos de todo un colectivo?, ¿qué sucede con el conjunto de las individualidades en una situación de subordinación?, ¿cuál es el tipo de código narrativo que da cuenta de las diferencias, las establece o las jerarquiza?, ¿por qué vías se estandariza un discurso determinado?, ¿cómo llega un discurso a ser mayoritario?

Dice Jule Goikoetxea que “no puede haber demos fuera de un proceso de democratización y no hay democratización propia sin Estado propio”, cabe preguntarse: ¿es posible que una nación a cuyos sujetos se les impide desarrollar su capacidad de agencia pueda alcanzar algún día su propio Estado? En las circunstancias actuales, ¿puede realmente darse un proceso democrático en las instituciones vascas?, ¿qué condiciones deben establecerse para que el pueblo vasco recupere su capacidad de agencia? Diréis, pero si el pueblo vasco ya tiene gran capacidad de agencia, es un pueblo cultural y políticamente muy activo. Sin embargo, el brazo que nos fue amputado no ha dejado nunca de dolernos. Procedemos a actuar con un solo brazo, y la tarea resulta harto difícil, pero no parece imposible de realizar.

Somos conscientes de cuáles son nuestras limitaciones, pero por ello no dejamos de actuar. Es cierto que el proceso de democratización está maniatado y frustrado desde el principio ya que, por un lado, como insiste Goikoetxea, las instituciones vascas carecen de una estructura estatal propia (el brazo ejecutor amputado). Y por otro lado, el proceso está negativamente condicionado en el nivel institucional debido al yugo partidista y a sus estructuras internas piramidales, por medio de las cuales a menudo se silencian las voces y narrativas singulares de la gente, de los agentes activos que hablan y ejercen su autoridad desde otro lugar, un lugar que no corresponde estrictamente al espacio en el que la macropolítica oficial se mueve a sus anchas. Un lugar periférico (terreno comunal y fértil, maltratado, mal aprovechado, mal usado por élites celosas de su coto privado, celosas de su poder y de su propiedad). Lugar y terreno de lo común, de lo que pertenece a todas y todos por igual, donde se cultivan los saberes, y desde donde se establecen narrativas de empoderamiento gracias a las cuales la democracia radical y participativa cobra pleno sentido.

El pueblo vasco, si es tan activo cultural y políticamente, se debe a que un gran número de agentes creadores, generosos con lo común y plenamente activos deciden cada día actuar e incidir desde este lugar periférico del que hablamos. En este sentido, añade Goikoetxea que “para que se de un proceso de democratización las instituciones estatales han de ser capaces de producir y redistribuir el capital económico, cultural y simbólico por medio del cual se representa y reproduce un demos”.

Repartición de las riquezas extraídas de lo común: la suma de esfuerzos individuales que han sido necesarios para que esta tierra (situada en la periferia del coto privado de los partidos pero cuya función política es central) sea esponjosa, esté bien hidratada, y ofrezca buenos frutos. Cada individuo se esfuerza en la medida de sus posibilidades, y hace con tacto aquello que mejor sabe hacer. Cada cual, en la medida que sabe dar, habrá de recibir de los otros un producto acabado igualmente saludable: sea pan, sea un discurso elaborado críticamente, sea el cuidado y el mimo de otra persona cuando estamos enfermos, e inevitablemente requerimos de la ayuda de los otros. Porque aunque diferentes, todas las personas somos interdependientes.

Sigamos tirando del hilo.

La rueda de las diferencias gira sobre una o varias esencias singulares compartidas por los grupos genealógicos que componen una comunidad. En el caso del Estado Vasco, ¿cuál es esa esencia singular y compartida de la que hablamos? ¿Hay un carácter unívoco afirmativo, no categorial y singular del ser vasco? ¿Qué significa mantener en el tiempo (física y discursivamente) la unidad en lo común del ser vasca o vasco? Se trataría de repetir a través de los momentos y las épocas ese carácter o esa esencia identitaria unívoca y afirmativa. Pensarnos como pueblo, como comunidad, y también como individuo activo a través de ese carácter positivo y diferencial; y como propone Goikoetxea, hacerlo "desde el lenguaje y la música hasta las pensiones, el nivel y el sistema educativo y sanitario, el poder adquisitivo de cada hogar, el tipo de sindicalismo, de empresariado, de servicios sociales, etc". Porque en todos los frentes, en todas las instancias la comunidad se (re)produce y genera distinción; se (re)genera y se (re)crea, por esta vía, nuestra singularidad cultural, tribal, étnica.

Añade Goikoetxea:

“Lo importante no es qué diferencias serán seleccionadas para producir esa distinción, sino el hecho de poder reproducir estas diferencias de forma objetivada, para que la evidencia subjetiva de la existencia de un pueblo o una nación pueda ser experimentada y reproducida como políticamente objetiva, es decir, como realidad representada, reconocida, institucionalizada y funcional”.

 

                                                                                                                 Ainhoa Güemes

 


* El próximo martes publicaremos aquí la III parte.

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