«Growing up»

El Sinn Féin celebra este fin de semana su Ard Fheis en el Dublin Convention Centre, un imponente edificio de cristal en lo que, según el diseño urbanístico del Tigre Celta, iba a ser el nuevo distrito financiero de la capital irlandesa. Es el año del centenario, y el recorrido que va desde Trinity hasta el palacio de congresos a través del río es un mausoleo urbano en recuerdo de quienes se alzaron por la libertad en 1916. Destaca entre todos el edificio sindical, que precisamente marca la frontera urbana entre los edificios de oficinas del siglo pasado y los de este.

El Convention Centre es un edificio muy «moderno». Sin embargo, simboliza en parte una política económica caduca aunque peligrosamente vigente. Este fin de semana este palacio alberga la conferencia de un partido de más de cien años que, paradójicamente, en estos momentos aparece política y socialmente revigorizado. En mi opinión, la gran diferencia entre el Sinn Féin y otros ejemplos que se suelen poner sobre la «nueva política» es que, al estar inmerso en una tradición política centenaria y en una cultura política nacional y comunitaria muy potente, la práctica política de los republicanos irlandeses resulta a la vez dinámica y profunda, progresiva e institucionalmente consistente. Y son muy profesionales.

Nada más entrar en el hall del edificio impresiona la combinación de personas jóvenes y mayores, de estéticas reconocibles por los estereotipos de las películas de irlandeses y otras más modernas y cuidadas, el contraste de acentos… Si no se ha seguido la política de los republicanos durante la última década, llama la atención la participación y relevancia de las mujeres en todos los estamentos del partido, desde la dirección hasta la base. Tanto en paridad como en representatividad son un ejemplo a analizar.

Por todo eso, el tópico sobre el Sinn Féin chirría mucho con este edificio, pero su práctica política resulta totalmente coherente con la apuesta de llenar el centro durante este fin de semana, seguir construyendo estructura y comunidad, debatir internamente y dirigir un mensaje público claro a sus adversarios y, sobre todo a su sociedad.

Como el resto del edificio, los baños del palacio son espectaculares, limpios y espaciosos. Mientras me aclaro las manos, recuerdo una anécdota que relata Gerry Adams en sus memorias. Estando en Stormont, los unionistas habían decidido no tener relación directa con los republicanos. Si bien en las reuniones podían coincidir y «dialogar» a través de los mediadores, fuera de las reuniones les negaban la palabra. En una ocasión, Adams coincidió en los aseos con David Trimble, líder de los unionistas en aquel momento, e hizo un intento por entablar una conversación, señalando lo kafkiano de estar negociando dentro de las salas y no ser capaces de dirigirse una sola palabra, ni siquiera de cortesía, fuera de estas. Según cuenta Adams, Trimble despreció ese gesto con su habitual arrogancia y le negó el saludo espetándole un «grow up!» («¡madura!»).

Sl el decadente Trimble entrase hoy en el Convention Centre iría directo a un baño y se encerraría en él, rezando para no encontrarse con Gerry Adams al salir. Casi veinte años más tarde, el Sinn Féin no solo ha crecido, se está renovando generacionalmente y «ha madurado». Es el líder de la oposición, ha venido para quedarse y, tal y como señaló Mary Lou McDonald ayer, es la única alternativa al «business as usual» de los partidos tradicionales. Ha sabido hacer nuevo lo de siempre, es decir, hacer política.

 

 

 

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