Oroitzapenak

OROITZAPENA

Un luchador imprescindible que entró en la historia por derrotar la «doctrina Parot»

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Austero, discreto, constante, entregado, comprometido... Estos son algunos de los epítetos con los que sus compañeros y allegados definen a Didier Rouget. Los más cercanos no dudan en denominar a quien militó durante toda su vida por un mundo más justo como «erabateko euskal militantea». Uno de esos hombres «imprescindibles» que decía Bertolt Brecht.

Hijo de una familia burguesa de cultura protestante, Didier Rouget comenzó a militar en los comités de estudiantes. Finalizado el bachillerato, entró en el mundo laboral trabajando primeramente en Correos. Allí fue forjándose en la lucha sindical y se inició en su militancia de extrema izquierda que, en 1974, convencido que el combate debe llevarse a cabo inmerso en la misma clase que se defiende, le llevó a trabajar como obrero en la fábrica Peugeot de Lille.

Siguiendo el hilo conductor de la lucha anticapitalista y antiimperialista que guió toda su trayectoria, se implicó en múltiples luchas (antinuclear, contra los centros de retención, contra el fascismo, en apoyo a los inmigrantes indocumentados, a los obreros e intelectuales de Europa del Este y a los pueblos que luchan por su libertad como Vietnam, Palestina, Kurdistán y también Euskal Herria, con la que tuvo su primer contacto en las protestas contra el proceso de Burgos.

En 1985 es cuando Didier Rouget deja la fábrica y retoma los estudios. Finalizada la carrera de Derecho, se especializa en Derechos Humanos, para lo que se desplaza varios meses a Montreal. Su tesis doctoral versa sobre los dispositivos y convenios para la prevención de la tortura, algo no muy habitual en aquella época, tal y como precisaron los miembros del tribunal ante el que la presentó a principios de los años 90 y que le reconoció como doctor con la mención cum laude.

Comprometido con la lucha de Euskal Herria y miembro de los comités de solidaridad, ayudó personalmente a los represaliados vascos encarcelados o confinados en el norte del Estado francés, donde vivía, y a sus familias.

Ya en 1998 Rouget fija su residencia en Uztaritze, donde continúa militando y se compromete en luchas locales como la de la oposición al proyecto del TAV de Lapurdi. Sería, incluso, concejal en esta localidad en la anterior legislatura.

En su calidad de jurista especializado en derechos humanos, incrementa su compromiso en la defensa de los represaliados vascos desde que se instalara con su familia en Ipar Euskal Herria. Así, se entrega en cuerpo y alma a los casos que les afectan y pasa a formar parte del equipo de letrados que los defienden.

En relación directa con el CPT (Comité para la Prevención de la Tortura), en los últimos años se ocupa de casos de tortura, consiguiendo condenar por primera vez a tres guardias civiles en el caso de Kepa Urra (1997), objeto de malos tratos cuando fue detenido cinco años antes, aunque los agentes policiales nunca cumplirían la pena.

Rouget también lleva hasta el Tribunal de Estrasburgo diferentes casos, como el que conllevaría la condena al exgobernador de Gipuzkoa Julen Elgorriaga por un delito contra la presunción de inocencia en 2011 o el que hizo que el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas condenase al Estado francés en noviembre de 1999 por la entrega en 1987 de Josu Arkauz al Estado español, donde fue torturado.

Superando escepticismos

También defendió directamente a presos vascos detenidos en otros países, como el caso de la demanda de extradición de Iban Apaolaza en Canadá en 2008.

Su trabajo de hormiga como jurista le llevó a enfrentarse a procedimientos muy complejos, para lo que tuvo que demoler primeramente inercias internas derivadas del escepticismo sobre los eventuales resultados efectivos que podría acarrear la larga lucha jurídica en los estamentos internacionales.

Así, la mayoría de los recursos presentados en los últimos años en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos llevan la impronta de Rouget, como los de la ilegalización de HB, Euskal Herritarrok y Batasuna o el de la llamada «doctrina Parot».

El fallo sobre esta última cuestión le desquitó de la espina que llevaba clavada desde que el tribunal europeo rechazara el recurso sobre las ilegalizaciones de los partidos en junio de 2009. La victoria en el caso de Inés del Río, una de las víctimas de la doctrina 197/2006, además de beneficiar a unos 70 presos vascos y hacer que la mayoría fuesen liberados inmediatamente, marcó un antes y un después en la percepción de importantes sectores tanto de la judicatura española como de la internacional respecto a la politización en la aplicación de las leyes contra los presos vascos.

Será incinerado el sábado en Biarritz, a las 8.30. Entre tanto, la familia de Didier Rouget recibirá visitas a partir de hoy en su casa, de 16.00 a 19.00.