Sergi Camara
refugiados en la isla de Kos

La odisea de los refugiados en el Mediterráneo

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha cifrado en 137.000 el número de migrantes y refugiados que han llegado en los seis primeros meses del año a las costas europeas tras cruzar el Mediterráneo, un 83% más que en 2014 durante el mismo periodo. La mayoría huye de la guerra; un tercio ha salido de Siria; el resto, de Afganistán y Eritrea principalmente. Gran parte de ellos (68.000 en lo que va de año) llegan a las costas de Grecia.

Los refugiados cruzan el mar Egeo desde Turquía en pequeñas embarcaciones e, incluso, en balsas hinchables. La mayor afluencia se produce en las islas griegas de Lesbos, Chios, Samos y las del Dodecaneso, especialmente Leros y Kos, pero es a esta última, situada a solo cuatro kilómetros de la costa turca, donde llegan en mayor número. Kos es una isla que vive del turismo, con unos complejos hoteleros que acogen fundamentalmente a alemanes, ingleses y holandeses. Prácticamente cada madrugada, y a las mismas playas donde de día disfrutan los turistas, arriban las pequeñas embarcaciones.

Los que tienen más dinero intentan llegar a Kos en una zodiac con motor. No es difícil encontrar restos de anteriores llegadas si uno se pasea por las playas de Lampi. La isla no tiene infraestructura, ni medios ni un lugar de acogida apropiado para esta avalancha. Un hotel abandonado y en malas condiciones sirve como centro de acogida para la gente que va llegando. Algunos de los sirios, con un nivel económico no tan bajo, al constatar las condiciones de vida que deberán soportar mientras esperan su salida hacia Atenas, deciden alquilar una habitación en un hotel. Otros, como dos hermanos y su madre procedentes de Kobane, sin recursos para ir a un hostal, intentan poner buena cara a toda esa gente durmiendo en colchones en el suelo, en lo que un día fue la recepción del hotel. Con gesto de incredulidad, se ponen a buscar un lugar libre donde instalarse. «Ahora empezamos una nueva vida, con solo lo que cabe en una maleta», se resigna una mujer siria a su llegada al hotel Captain Elias.

Hotel Captain Elias. Hay días en los que pueden llegar hasta seis embarcaciones a Kos. Una vez detectadas, la Marina griega sale a buscarlas, pero no todas son interceptadas. Una de estas últimas ha llegado hacia las 6 de la madrugada hasta una de las playas turísticas de la isla. Su pasaje lo constituye un grupo de sesenta personas procedentes de Siria. Aunque su odisea no acabe aquí, tienen claro que tienen motivos para celebrar que la travesía haya ido bien. La mayoría lo primero que hace es sacar el móvil, que han envuelto con decenas de capas de film de plástico para que no se moje. Una vez terminado de desenredar el paquete, colocan de nuevo la batería y llaman a familiares y amigos para decirles que siguen vivos.

Un único hotel abandonado se ha convertido en el principal lugar de acogida de los refugiados que llegan a la isla griega. Es el hotel Captain Elias, que hasta ahora ha acogido a más de 500 personas procedentes de Afganistán, Pakistán o Siria. Aquí las condiciones son precarias, por lo que la convivencia no resulta fácil ante la falta de duchas y de electricidad. Sin embargo, lo intentan lo mejor posible y cada comunidad dispone de su propio espacio. Los paquistaníes se despliegan por el hall y la recepción del hotel, donde duermen en colchones en el suelo. La mayoría de sirios y afganos ocupan las antiguas habitaciones donde se hospedaban antaño los clientes del Captain Elias.

Médicos Sin Fronteras (MSF), a su vez, ha levantado tiendas de campaña con la finalidad de acoger a las muchas personas que tienen que dormir al raso, tal es la llegada continua de personas en la isla. Esta misma ONG, así como ACNUR y un grupo de voluntarios de la isla, trabajan también en el hotel atendiendo a las personas que habitan en él. Cada día, los refugiados se agolpan en la comisaría para intentar registrarse. A pesar de que el Gobierno griego ha enviado más efectivos a Kos para agilizar los trámites, a menudo los agentes se ven desbordados y acaban por echar a los refugiados que hacen cola. Es su día a día. El resto del tiempo lo pasan en el hotel, esperando a que llegue el día en que consigan permiso para embarcar rumbo a Atenas. Los días son largos y la espera también. Entre tanto, se ha organizado un equipo de limpieza y el Captain Elias ha mejorado sus condiciones. No obstante, no es el mejor espacio para una familia con niños y se palpa la frustración. A pesar de ello, todo resulta más agradable que vivir en medio de la guerra.

Los vigilantes de la noche. Hay comerciantes a los que no les gusta en absoluto que haya grupos de sirios ante sus tiendas, porque piensan que asustan a la clientela. Y tampoco faltan los que creen que la situación da mala imagen para el turismo, aunque la asociación de empresarios hoteleros de la isla entrega fondos para que se pueda repartir comida entre los habitantes del hotel Captain Elias. No hay duda de que la llegada masiva de refugiados ha alterado la vida de esta pequeña localidad. Pero entre los que ven el tema con preocupación y los que, de una u otra forma, intentan ayudar a toda esta gente, se encuentran también los que ven en ello una oportunidad para sacarse unos euros. Hay grupos que se dedican a vigilar las llegadas de las embarcaciones en la playa para hacerse con el motor de las mismas. «Si es un motor grande, podemos sacar algo de dinero; los sirios vienen con barcas con motor, que suelen ser buenos. A donde los paquistaníes, sin embargo, no hace falta ni ir, porque llegan con barcas con remos», comenta un griego que espera en la oscuridad a que se haga de día para poder utilizar los prismáticos. Cada madrugada, varios coches recorren la costa en busca de embarcaciones con motor.

Desde el inicio de año, el mar se ha convertido en el cementerio de más de 1.700 personas. En la madrugada del 23 de junio, seis sirios murieron al volcar la embarcación en la que se dirigían hacia Kos desde la costa turca. Esa misma noche, otros 62 sirios fueron rescatados por la Marina turca. De hecho, el año pasado murieron más de 3.000 personas intentando llegar a Europa por la ruta del Mediterráneo. La ONU advierte de que, con el actual ritmo, estas cifras podrían superarse este año. La política de la Unión Europea y la de otros países que han construido muros para cerrar el paso terrestre obligan a muchas de estas personas a hacerse a la mar para intentar llegar a Europa. De hecho, en Turquía ya hay más de 1,8 millones de refugiados y la gran mayoría pretende acabar saltando al Viejo Continente.