Janina Pérez
JEAN-MICHEL COUSTEAU

«Tenemos un único sistema de agua, y usamos el océano como un vertedero»

Explorador marino, documentalista, ecologista y educador. El hijo mayor del legendario Jacques Cousteau, como su progenitor, sigue surcando los mares sumergiéndose en sus profundidades, al mismo tiempo que abandera una cruzada en pro de la protección de los océanos. Con su más reciente proyecto cinematográfico, titulado “Odyssea 3D”, promete sorprendernos.

Esta vez, Jean-Michel Cousteau (Toulon, Estado francés, 1938) está en tierra. A sus espaldas se escucha el calmado oleaje de la Riviera francesa; y tal vez sea ese tan familiar vaivén la música que le calma las ansias de regresar lo más pronto posible a donde se siente más a gusto: al mar.

Pide un vaso de agua con una cortesía que linda con la dulzura. Sonríe, quizá se da cuenta de que su presencia simplemente maravilla al interlocutor. Sabe que no está allí para dar un discurso de los que está acostumbrado a ofrecer como explorador submarino, educador, ecologista y documentalista. De manera que su tranquilidad le hacen arrellanarse (un poco) en el sillón. «Cuéntame –rompe el hielo afable–, ¿en qué te puedo ayudar?».

El mayor de los dos hijos del gran Jacques Cousteau roza ya los 80 años, pero dice que sigue siendo un niño, sobre todo cuando, cada vez que se sumerge en el agua, se da cuenta de algo que antes no había visto. Cuenta como una travesura que en sus años mozos se convirtió en arquitecto con la clara intención de construir ciudades submarinas; pensamiento que desechó al comprender que no estamos hechos para vivir bajo el agua.

Este hombre de barba y pelo blancos no solamente heredó el espíritu del legendario explorador Cousteau, sino que continúa su labor de divulgación y protección de los mares. ¿Una dura carga? Es posible, pero en todos sus años de labor, Jean-Michel más que mostrar cansancio, sigue hablando de sus sueños, de sus próximos proyectos –como el de “Odyssea 3D”– y de su máximo objetivo (ya una cruzada), como es educar a los ciudadanos del mundo sobre la importancia de proteger los océanos.

¿Cuáles son sus recuerdos de la primera vez que su padre lo lanzó al agua con una bombona de oxígeno a la espalda?

Cuando regreso a aquella época, recuerdo que mi padre, que estaba en la Marina, en cada una de sus vacaciones con nosotros solía querer filmar con una pequeña cámara que tenía. Empezó a usar esa cámara, que había prácticamente armado para usarla bajo el agua, porque tenía unos colegas que pescaban, y empezó a acompañarlos para filmarlos. Como no podía aguantar tanto la respiración bajo el agua, codesarrolló (junto a Émile Gagnan, en 1942) un regulador (de escafandra autónoma, conocido como el Aqua-Lung o Cousteau-Gagnan scuba) que usan hoy en día millones de personas. Cuando tenía siete años, mi padre decidió que ya era hora de que toda su familia le acompañara en sus exploraciones submarinas; así que le puso una bombona en la espalda a mi madre (Simone), otra a mi hermano Philippe y otra a mí, y nos lanzó a bucear. Antes de eso siempre había estado en contacto con el agua, así que para mí no se trata de un día en especial para recordar. El que sí fue un día importante fue la primera vez que quise hablar con mi hermano bajo el agua: como no lo podía hacer, me quité la boquilla y mi padre, de inmediato, me tapó la boca. Eso pasó hace 69 años.

¿Qué le ha llevado a embarcarse en un proyecto como “Odyssea 3D”?

“Odyssea 3D” es un tributo a mi padre. Durante décadas, cada año he tenido el privilegio de viajar y hacer exploraciones a lo largo de tres o cuatro meses. Después de estar buceando durante más de sesenta años, unos viejos amigos –además, co-directores de “Odyssea 3D”, Jean Jacques y François Mantello– han creado una nueva tecnología de cámaras a través de la cual se puede filmar en slow motion y nítidamente criaturas muy pequeñas jamás antes vistas, que el ojo humano no puede percibir tan fácilmente. Se trata de unos prototipos de cámaras japonesas, de alta velocidad de captura, de 90 fotogramas por segundo, y con las que se puede hacer macrofotografía. Al proyectar en gran pantalla las tomas captadas, nos hemos dado cuenta de la actividad de todas esas criaturas realmente desconocidas para nosotros.

¿Cuál ha sido la mayor sorpresa?

Las sorpresas han sido constantes. Hay criaturas que no puedes percibir en un primer momento, pero luego vuelves a ese mismo lugar de noche y notas que se están moviendo; u otras especies que, en realidad, están desprovistas de ciertos órganos y con pocas capacidades físicas, y les ves buscando comida y llevándosela a la boca. Como esos ejemplos hay muchos más. Es increíble y fascinante observar el comportamiento de esos seres en función de su supervivencia, siendo conscientes además de que solamente conocemos un 5% de lo que realmente existe. Es importante hacer entender que todo está conectado con el plancton: el de los animales, que es el zooplancton, y el fitoplancton, el microscópico, el cual es el fundamento de todos los seres vivos del océano. Al filmar todo eso en cámara lenta, para luego proyectarlo en 3D, te das cuenta de que todo está concentrado en la cadena alimenticia que termina en tu plato.

¿Quiénes son los integrantes del equipo de “Odyssea 3D”?

Es un grupo bastante reducido compuesto por mis hijos (Fabien y Céline, ambos realizadores y exploradores submarinos) y biólogos con quienes he estado trabajando durante 17 años. Además de los dos camarógrafos, también colabora el biólogo marino Richard Murphy, quien ha trabajado durante muchos años con mi padre y conmigo (desde 1968), y es quien ha identificado las especies marinas nunca antes vistas, gracias a la tecnología que estamos empleando.

¿De qué manera “Odyssea 3D” puede ayudar a las investigaciones científicas?

Todas las imágenes que captamos de esas criaturas, de su comportamiento, de cómo comen, de cómo luchan por su supervivencia, las compartimos con los investigadores científicos.

¿Es cierta la creencia de que existen diferentes sistemas marinos?

No del todo. Hasta quienes viven a miles de kilómetros del océano están conectados con el mismo. Cada vez que tomamos un vaso de agua, estamos bebiendo algo del océano. Tenemos un único sistema de agua y usamos el océano como un vertedero de basura, de desechos químicos y metales pesados. El océano constituye un 70% de nuestro planeta, por eso necesitamos detener la destrucción del mismo; en la medida que lo protejamos, también preservamos nuestras propias vidas. Somos la única especie en el planeta que tiene la oportunidad de no desaparecer, así que ese trabajo está en nuestras manos.

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¿Qué podemos hacer para proteger los océanos?

Antes que nada, tenemos que dejar de usar todo el plástico que empleamos en la vida diaria y de echarlo en el mar. También tenemos que dejar de lanzar al agua mecheros, así como las tapas de plástico de las botellas. Es realmente increíble lo que le hacemos al océano, pero podemos cambiarlo educando a la gente.

También debemos hablar con los políticos, las personas que toman decisiones y con los representantes de la industria –cosa que hago continuamente– para detener los vertidos de químicos y de metales pesados en el mar. Esa gente también tiene familia, ellos también viven en este planeta y se verán afectados; pero son personas que están pendientes de sus responsabilidades, de sacar provecho para la industria que representan o que quieren ser reelegidos en las próximas votaciones. Sin embargo, no les estoy atacando; yo nunca señalo a nadie, porque luego serán tres los dedos que me señalen a mí. Mi labor consiste en acceder a ellos para que tomen decisiones y corrijan los errores que se han venido cometiendo. El ex presidente de EEUU, George W. Bush, vio mi documental “Voyage to Kure” (en 2006 ) y le impactó tanto que declaró Monumento Nacional Marino las islas hawaianas del noroeste (esta zona, conocida como el Monumento Nacional Marino Papahānaumokuākea, actualmente es la mayor zona protegida de vida marina en todo el mundo).

¿Cree que su padre estaría decepcionado por el estado en que se encuentran los océanos hoy en día?

Más bien estaría muy preocupado. Ya en los años 70, mi padre dijo que, si no hacíamos nada en los próximos cincuenta años, será demasiado tarde. A partir de ahora, esos cincuenta se cumplirán en seis años. Estoy seguro de que diría que aún tenemos una oportunidad, y más por el hecho de que estamos viviendo en plena revolución de las comunicaciones, en la que 7,2 mil millones de personas pueden estar comunicadas. Todos estamos comunicados, ya no podemos ni robar, ni callar, ni mentir, ni quedarnos quietos; eso ya es cuestión del pasado. Estamos viviendo en una época emocionante, pero tenemos que luchar contra el tiempo. Debemos buscar soluciones a los problemas globales y evaluar nuestra situación desde el punto de vista económico, en pro de nuevas industrias y nuevos empleos.

Y usted, personalmente, ¿es optimista?

Absolutamente; si no, no estaría aquí.

¿Y qué le hace mantenerse optimista?

Como parte de “Odyssea 3D”, regresamos al lugar donde estuve con mi padre en 1968 rodando una película sobre calamares. Es un enclave en el que las hembras dejan sus huevos en el fondo del mar para luego morir, así que viven menos de un año. Antes de Navidades estuvimos, por tanto, en ese mismo lugar y después de tanto tiempo, los calamares hacen exactamente lo mismo que la primera vez que lo vi. Tiene una explicación: que en esa zona existe una regulación de pesca, además se tiene que usar un equipo especial para poder acceder a los animales y no se permiten más de doce botes en ese lugar. En los dos a tres días en que se puede pescar calamares, esos ocho-doce botes hacen 17 millones de dólares con cada pesca. Son muy conscientes de que ese es su capital, de manera que lo protegen. Así de simple.

Actualmente está en producción un biopic sobre la vida de su padre (“The Odyseey”, dirigida por Jérome Salle). ¿Está usted involucrado en la realización de esa película?

Estoy aconsejándoles para que no la jodan (risas). Van a usar actores (Audrey Tautou y Lambert Wilson) y quiero estar seguro de que preserven el trabajo de mi padre, así que voy a ayudar.

¿Tiene sus reservas hacia ese filme?

No, porque conozco a la gente que está sacando adelante ese proyecto. Conozco al guionista (Laurent Turner), colaboró con la elaboración del guion y quitamos todas las estupideces que aburrirían al público. Jacques Cousteau nos abrió los océanos a todos y de eso debe tratar la historia. Nadie es perfecto y hay que desechar los temas que no le interesan a nadie, porque todos cometemos errores, ¿no?

En toda su vida, ¿ha tenido alguna fase rebelde en la que ha estado harto del mar?

(Risas) ¡No, no! Siempre quiero volver al mar, eso es lo que soy.

El (pesado) legado familiar

A bordo del buque de investigación Calypso, Jean-Michel Cousteau navegó y trabajó codo a codo con su padre y su hermano menor Philippe (fallecido en 1979), fundando en tierra la Sociedad Cousteau (1973). En los 80, tras el hundimiento del legendario buque, continuaría sus andanzas a bordo del Alcyone, hasta hoy en activo bajo la tutela de la sociedad de la que se desligó ya antes de la muerte de Jacques Cousteau (en 1997).

Y entre tantos recuerdos, entran los de una nueva generación, la de sus hijos, Fabien y Céline, a quienes echó al mar cuando el primero tenía cuatro años y la segunda nueve, quizá con la clara intención de que llegaran a sentir amor hacia el agua. No se equivocó. Ambos le acompañan en la Ocean Futures Society, una organización de conservación sin ánimo de lucro fundada en 1999, cuya misión es la de «explorar los océanos del globo, inspirando y educando a la gente por todo el mundo para que actúe responsablemente en su protección (…), y celebrando la enorme importancia que tienen los océanos para la supervivencia de toda la vida de nuestro planeta».

Hasta la fecha, Jean-Michel Cousteau ha producido más de ochenta películas, muchas de ellas premiadas y elogiadas en todo el mundo. Se podría pensar que a este Cousteau no se le ha hecho tan cuesta arriba vivir y trabajar tras la estela de quien fuera un verdadero pionero. Aunque siempre quedará la duda.

La figura de su padre la plasmó en “My Fahter, The Capitan: My life with Jacques Cousteau” (libro publicado en 2010, coincidiendo con el centenario del nacimiento de su progenitor), donde afloran los recuerdos, algunos conmovedores, otros menos, de esa figura paterna que describe como un hombre brillante, difícil, complicado, apasionado y terco. «Si nunca pude entenderlo del todo cuando estaba vivo, entonces ¿qué me hace pensar que podré lograrlo ahora que se ha ido?», se preguntaba al inicio de ese viaje a la vida de su progenitor.

Sin embargo, la intención de Jean-Michel con la publicación de ese libro de memorias no fue pasar factura a ese hombre a quien continúa rindiendo homenaje con todo lo que hace. En una de sus páginas se lee: «Su amor por el mar, su espíritu de aventura, su sed de descubrimiento. Estos son regalos profundos que nos transmitió a mí y a mi hermano, lo que fue y sigue siendo una herencia maravillosa».